SOCIEDAD › OPINION
› Por Estela Díaz *
Cuando nació, en el año 2005, la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito se propuso tres objetivos políticos fundamentales: en primer lugar, sacar a la luz pública el debate del aborto para construir una masa crítica social que acompañe y contribuya al cambio de ley. Por otro lado, se planteó la necesidad de enlazar los derechos sexuales y reproductivos, y en particular el derecho al aborto, con el ideario del conjunto de los derechos humanos; entendiendo que si bien es un tema que concierne de manera directa a las mujeres, en realidad nos atañe e interpela a toda la sociedad. Obviamente que la meta principal estuvo y está orientada a lograr el cambio de ley, que se concretó en el proyecto que prevé la despenalización y legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, presentado en 2012, por cuarta vez, con la firma de 60 legisladores/as de un amplio arco político, casi sin precedente en ningún otro tipo de legislación que se haya debatido con anterioridad.
El contexto de ampliación de derechos de estos últimos diez años nos permite imaginar un futuro más inclusivo, redistributivo y con mayor igualdad. Una democracia que se permite rediseñar la estructura legal para incluir nuevos modos de familia, nuevas conformaciones de subjetividades e identidades, que se anima a reformular la circulación de la palabra pública, enfrentando intereses corporativos altamente concentrados, que discute el rol fundamental del Estado y la política muestra de manera cabal cómo el horizonte de expectativas sociales, económicas, políticas y culturales se ha ensanchado.
Por eso es que hoy también se habla del tema del aborto en voz alta. Por eso es que podemos afirmar que en estos años se ha producido una despenalización social, que permite reclamar con mucha fuerza el cambio de ley, pero que también posibilita que las mujeres, cotidianamente, cuando deciden interrumpir un embarazo, lo hagan en condiciones subjetivas y objetivas mucho más favorables de lo que ocurría una década atrás.
A ocho años de campaña, podemos afirmar que la gran mayoría de los objetivos propuestos ha sido ampliamente cumplida. Hoy el debate del aborto ha traspasado las fronteras de las organizaciones que dieron origen a esta discusión y es ya un tema que está en la agenda pública. Por más que las fuerzas contrarias usen un discurso efectista y demagógico respecto de la supuesta “defensa de la vida”, esto no ha imposibilitado que el tratamiento del tema se haga desde la búsqueda de una profundidad en el debate, con reconocimiento de su complejidad y dando cuenta de una problemática que es necesario abordar.
Las personas y diferentes colectivos que abrazamos la causa del derecho al aborto tenemos acercamientos y apoyamos desde la diversidad y con énfasis variados en la fundamentación. Todos confluyen para aportar a una discusión que tiene pendiente y como deuda el Congreso de la Nación.
* Secretaria de Género de la CTA.
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