Mar 26.11.2013

SOCIEDAD  › INAUGURARáN RéPLICAS DE DOS ESCULTURAS QUE FUERON CENSURADAS

Un desagravio a Lola Mora en el Congreso

En 1921 las esculturas que estaban en la escalinata principal del Palacio Legislativo fueron retiradas porque contenían desnudos. Luego fueron llevadas a la Casa de Gobierno jujeña. A fin de mes se descubrirán las réplicas.

› Por Sergio Kiernan

A fines de este mes, el Congreso nacional va completar un doble acto de reparación cuando se descubran las réplicas de las esculturas de la artista Lola Mora ya colocadas a los lados de la escalinata principal. La reparación es doble, porque pocos artistas argentinos fueron tan maltratados como esta brillante escultora y porque por fin el palacio legislativo va a poder ser visto como fue pensado hace más de un siglo y como se lo pudo ver hasta 1921. Es que en ese año las piezas fueron retiradas porque ¡contenían desnudos!

Dolores Candelaria Mora Vega nació en 1866 en un campo de Tala, en aquel entonces provincia de Tucumán, pero más tarde provincia de Salta, pero terminó criándose y formándose en la capital tucumana. A partir de los veinte años comenzó a estudiar pintura con el italiano Santiago Falcucci, con clases particulares porque las señoritas no eran admitidas en academias. El talento de la chica es tan claro que termina becada en Roma por el gobierno argentino y ahí descubre, en un feliz accidente, que en el fondo era escultora: para que entendiera mejor eso de las sombras y los valores pictóricos, la mandan a tomar algunas clases con el escultor Giulio Monteverde. Fue un viaje de ida en el que la argentina colgó los pinceles.

Lola desarrolló un estilo personalísimo, refinado pero con toques por momentos fuertes, cosa de recordarnos que estamos viendo piedra. Quien sepa que estaba en Italia y a fines del siglo XIX y principios del XX entenderá la peculiar mezcla de clasicismo con cierta sensibilidad del Art Nouveau y toques de la naciente vanguardia en sus figuras elongadas, de posturas enlazadas y lanzadas para la época. Todo esto serviría eventualmente para atacarla por lo que realmente le hizo tanto ruido a tanto argentino de la época, la irrefrenable sensualidad de la obra.

Los primeros trabajos de Lola Mora siguen en Europa y son retratos de clientes pudientes o piezas clásicas. Como ya existía aquello del argentino triunfando en el exterior, la salteña-tucumana es saludada al ganar premios en exhibiciones en Francia, Rusia y Australia. Justo en el cambio de siglo, el Ministerio de Obras Públicas le encarga un par de frisos para la Casa de Tucumán, recién reconstruida. Es la vuelta al pago, que continúa con la oferta de lo que sería su obra maestra, la fuente de Las Nereidas, al gobierno argentino. Julio Argentino Roca, al que por algo le decían El Zorro, acepta de inmediato y le ordena al intendente Casares que pague la enorme pieza –Mora no cobró por su trabajo– para instalarla en la Plaza de Mayo.

Lola Mora la termina en Italia y la embarca a Buenos Aires, donde llega con sus grupos escultóricos de Carrara, granito rosa y piedra basáltica de 23 metros de altura. El problema empieza cuando abren las cajas: los faunos y las ninfas del mar están desnudos y Venus, que de ella se trata, es más que bella un bombón sensual. Los diarios reflejan la batalla puritana ante la idea de colocar semejante pornografía justo enfrente de la Catedral, y las sugerencias de mandar la fuente a Mataderos, que hace 110 años era campo pelado. La pieza termina en el Bajo, en el cruce de lo que hoy es Perón y Alem, lo que muchos consideran una posición demasiado central. Es por eso que en 1918, cuando se crea la Costanera Sur, se la esconde por allá con alivio.

La triste historia de esta primera escultura pública realizada por una mujer en el país se repite poco después, cuando le encargan un monumento a Aristóbulo del Valle. Roca, bancándose los rumores de que en realidad protegía a una amante que seguro era una atorranta porque era artista y soltera, insistía en darle contratos. Pero el monumento en el Parque Tres de Febrero termina en otro escándalo, por las figuras en topless que es-cuchaban al prócer. Nunca se lo

inaugura y termina despiezado, con Del Valle cortado a busto, ahora en La Plata, y una de las figuras, la del Eco, en el Jardín Zoológico.

Tal vez por solidaridad federal, fue el Interior el que mejor trató a Lola y terminó sembrado de sus obras. Tucumán tiene una Libertad suya en la plaza central, además de un Alberdi, mientras que Salta guarda un homenaje a Zuviría y varios bronces del monumento a la Batalla de la Independencia. Jujuy tiene una alegoría del Trabajo frente a su estación de trenes y unos leones en el barrio Nieva, mientras que San Juan y Avellaneda también le compraron piezas. Pero es la Casa de Gobierno jujeña la que se quedó con el premio que los porteños perdieron: las esculturas originales del Congreso.

El palacio legislativo, digan lo que digan los libros, fue una obra interminable, llena de “etapas”, parates y olvidos. Cribado de esculturas por dentro y por fuera, el edificio mantiene sin problemas las del proyecto original, figuras de gloria y cuadrigas triunfales que nunca erizaron a nadie. Pero así como el Pensador de Rodin nunca pudo subir las escalinatas, las piezas de Lola Mora duraron lo que la paciencia de los puritanos. La artista creó cuatro piezas en piedra blanquísima representando la paz, la justicia, el trabajo y el progreso, para ser colocadas en pares en los grandes volúmenes más o menos cúbicos que flanquean el arranque de la escalinata sobre Entre Ríos.

El problema, nuevamente, fue uno de desnudos, algo difícil de entender hoy en día si no se tiene en cuenta la ya instalada “fama” de la autora, a la que trataban como un León Ferrari del Centenario. En 1921 las piezas fueron retiradas y guardadas en un galpón hasta que el senador jujeño Carlos Zabala –otro con buen ojo– logró que las donaran a su provincia. Ahí pasaron noventa años, hasta que aparece en escena el actual presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, creando el Plan Rector de Intervenciones Edilicias para el palacio.

Domínguez, que siente pasión por restaurar el patrimonio y arrancó un trabajo ahora muy avanzado cuando era ministro de Agricultura, comanda una restauración muy precisa y respetuosa del vasto palacio. En ese contexto, firmó en diciembre del año pasado un convenio con el gobernador jujeño Eduardo Fellner para que se realizaran réplicas de las piezas. Fue un trabajo de alta tecnología, que arrancó con una exacta limpieza de los originales y el modelado de las copias en un material sintético con polvo de mármol y una estructura interna especial. El sábado 28 de octubre, una enorme grúa colocó las piezas de nuevo en su lugar, bien envueltas y protegidas con una suerte de jaula metálica.

Y así se cierra el círculo. El cumpleaños de Lola Mora es hoy el Día Nacional del Escultor y de las Artes Plásticas, y su nombre es uno de los símbolos de la lucha contra los prejuicios. Que sus obras vuelvan al Congreso, nada menos, es una medida del camino recorrido.

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