SOCIEDAD › OPINION
› Por Antolín Magallanes *
Llegó el verano y la ciudad hierve, no solo por las bondades del cambio climático sino además por su propensión a ser una zona caliente, sin ningún tipo de bálsamo a la hora del soponcio.
Una ciudad que perdió sus arroyos y ríos a los cuales siempre les destinó el lugar de basureros, debe desandar esa ignorancia para reencontrarse con las verdades del río.
Como elemento fresco, recuperador, dador de vida, como el gran paisaje que es, como alguna vez lo vivieron aquellos originarios que habitaron estas tierras, como lo incorporaron millones de inmigrantes cuando llegaron y millones de trabajadores cuando tenían aseguradas las salidas de fines de semana, cuando no las vacaciones, en un lugar cercano y altamente disfrutable.
El río no debe tener carácter de exclusivo, el río es de todos y su no uso hace que cada vez nos quede más lejos.
Vivir en un enclave tan acuífero como la Cuenca del Plata es una ventaja para una mejor calidad de vida, pero parece ser que toda la idea está puesta en borrar los rastros de ese inmenso mar dulce y todo un sistema de aguas que recorre la ciudad.
¿Cuanto más alivia pensar que uno vive cerca de un río? Pensar que este puede tener múltiples usos, que puede ser un lugar donde mirar el horizonte, que podría tener una costanera amigable para el peatón, que podríamos recuperar los balnearios públicos, con distintos tipos de lugares de hidratación hasta poder volver a utilizarlo plenamente, que podría ser un lugar de esparcimiento para antes y después del trabajo.
Es suicida que una ciudad como Buenos Aires se niegue a utilizar su río. Acciones deportivas masivas incentivadas desde las escuelas, mateadas, recorridas, sistemas de transporte, espacios públicos para su disfrute, ayudarían a pensar en el río como un factor esencial de la ciudad.
Actualmente no hay ningún proyecto oficial serio y profundo que lo esté pensando. Nos lo sacaron como paisaje, nos lo robaron y nos hicieron creer que era imposible recuperarlo. Hoy, para el desarrollo que está teniendo Buenos Aires, es fundamental recuperarlo, planificar en función de él y todas sus aguas derramadas sobre la ciudad.
El Río de la Plata no puede ser la oportunidad inmobiliaria de unos pocos, resignando la calidad de vida de todos los porteños. Debe volver a ocupar el lugar de bien natural más importante de la ciudad.
Andrés Calamaro, en su glorioso, “Nadie sale vivo de aquí”, nos alerta, “el horizonte no es el río...”, ¿es posible pensar eso en Buenos Aires, hoy? ¡Sí, desgraciadamente, sí!
* Vicepresidente ejecutivo de la Autoridad de la Cuenca Matanza Riachuelo (Acumar).
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