Francia decretó la “emergencia nacional” por la ola de calor. Mientras las temperaturas siguen batiendo todos los records, el primer ministro francés, Jean Pierre Raffarin, recientemente regresado de sus vacaciones interruptus, anunció la puesta en marcha de un programa para intentar paliar la crisis sanitaria producida por el calor, que ya causó más de 3000 muertos en menos de 15 días. El “Plan Blanco”, tal cual se lo denomina, prevé la distribución de más de mil camas móviles sólo en los hospitales de la región de París y el refuerzo tanto a nivel presupuestario como de profesionales de todo el personal afectado al área. En Italia, donde las temperaturas ya han comenzado a descender, hay más de 100 muertos.
A la ya de por sí intolerable temperatura que deben soportar por estos días los franceses, y en particular los parisinos, se le agrega ahora una nueva fuente de calor: la indignación. Es que la sociedad francesa no puede creer que su gobierno haya desestimado todas las advertencias surgidas desde los centros de salud y esperado para declarar el estado de alerta a que se acumularan más de 3000 muertos por las altas temperaturas en las morgues de sus hospitales.
“Miles de muertos. ¿Sin reproches?” se preguntó en su portada el periódico Libération, mientras Le Figaro anunció que el primer ministro Jean Pierre Raffarin “volvió a París para contener la polémica”, que día a día se acrecentaba a la par que se iban conociendo las extrañas actitudes que tomaron los funcionarios frente a la crisis y que van desde la indiferencia total frente al problema hasta mentir deliberadamente a la hora de anunciar la temperatura, buscando relativizar la sensación de agobio de la población.
“Nadie está acusando al gobierno de ser responsable del calor pero había medidas que adoptar de manera inmediata cuando comenzaron a subir las temperaturas y no se hizo nada”, indicó el alcalde de Dijon, el socialista François Rebsamen, uno de los principales críticos del gobierno.
Frente a estos cuestionamientos, tarde, muy tarde, el gobierno francés reaccionó y declaró en estado de emergencia al país, dando luz verde a la aplicación del “Plan Blanco”, una iniciativa pensada para casos de extrema emergencia que fue utilizado por última vez en 1995, cuando París fue víctima de una ola de atentados en las estaciones de subterráneos.
A partir del lanzamiento del programa se liberaron importantes sumas de dinero y recursos para reforzar el trabajo en los hospitales y se instalaron, sólo en el distrito donde se encuentra París, más de mil camas móviles para poder contener la afluencia de pacientes. “Lo peor ya pasó, y aunque la crisis no terminó, creemos que la situación ya está estabilizada”, explicaron desde el Ministerio de Salud, donde la cabeza de su titular, Jean-François Mattei pende de un hilo luego de las fuertes críticas recibidas.
Por su parte, en Italia la situación, sin llegar a ser tan grave, también trajo como consecuencia la muerte de cientos de personas, sobre todo gente de avanzada edad. Por ejemplo, en el puerto de Génova, 118 personas fallecieron en los últimos tres días.
“En promedio, estamos registrando 30 muertes más por día que el año pasado”, dijo el alcalde de la ciudad del norte de Italia, Alberto Ghio, mientras que el ministro de Salud, Girolamo Sirchia, intentó, dentro del terrible contexto que viven por estas horas los europeos, relativizar la situación. “Sabemos con certeza lo que ocurre con esas temperaturas: no tenemos inquietud alguna por un atleta de 20 años pero no podemos decir lo mismo de los ancianos con problemas cardíacos.”
En España, por último, 30 personas murieron a causa del calor y recién se anuncia un descenso en las temperaturas para comienzos de la semana próxima.