SOCIEDAD
› EL INFORME FINAL SOBRE LA EXPLOSION DEL COLUMBIA DESTROZA A LA NASA
Culpable por haber hecho todo mal
Según la comisión hubo una falla técnica, pero la tragedia podría haberse evitado. Hubo falta de organización y seguridad.
La desintegración del transbordador Columbia y la muerte de sus siete tripulantes fueron el resultado de la falta de organización y comunicación interna de la agencia NASA y no un simple accidente. Así lo determinó una junta investigadora encargada de descubrir las causas del aterrizaje frustrado del 1º de febrero pasado, cuando el transbordador debía regresar a la Tierra luego de una misión de 16 días. A partir del informe presentado ayer, el ya devaluado prestigio de la NASA vuelve a ser eje de críticas durísimas y la navegación espacial tripulada profundiza la crisis que transita desde la suspensión de los vuelos, siete meses atrás.
“El impacto de un trozo de aislante del tanque de combustible del cohete que impulsó al Columbia en su despegue dañó un ala y llevó a la destrucción del transbordador”, señaló la Comisión Investigadora del Accidente del Columbia (CAIB) en el escrito, para de inmediato indagar en las causas de esa falla técnica. Según ese informe, la destrucción del cohete y la muerte de los astronautas fueron resultado de una “cultura interna” en la agencia espacial NASA impulsada por el cumplimiento de cronogramas, la escasez de fondos y la posesión de un programa inadecuado de seguridad. “Se identificaron numerosas fallas previsibles en toda burocracia y que, ciertamente, afectaron a la NASA”, señaló ayer el presidente de la CAIB, el almirante retirado Harold Gehman.
En tanto, el director del Instituto de Política Espacial en la Universidad George Washington, y también miembro de la junta de expertos, John Logdson, remarcó “las presiones presupuestarias y de personal que afectaron el programa de transbordadores”. El presupuesto del programa del transbordador había sufrido una reducción del 40 por ciento durante los años 90, cuando además, “la NASA dejó en manos de un solo contratista la seguridad de los vuelos”, agregó Logdson. A raíz de ese panorama, descripto en el informe, los 13 expertos sostienen que “si estas fallas persistentes y sistemáticas no se resuelven, el escenario está listo para otro accidente”, por lo que ponen en duda la posibilidad de que los vuelos, suspendidos desde la tragedia del Columbia, puedan reanudarse.
A pesar de las críticas, las 248 páginas del informe fueron bien recibidas por las autoridades de la agencia espacial estadounidense. Al menos eso fue lo que declaró en público el administrador de la NASA, Sean O’Keefe, quien señaló que esa investigación, realizada de manera independiente, “será una hoja de ruta” que trace el futuro de la agencia espacial. “Las conclusiones y recomendaciones del Comité servirán a los planes de la NASA. Aceptamos las conclusiones y seguiremos las recomendaciones lo mejor posible”, declaró en un comunicado y agradeció a los investigadores haberle dado a la NASA “una hoja de ruta importante para determinar el momento en que estaremos listos para volar nuevamente”. Sobre esto coincidió el presidente de los Estados Unidos George W. Bush, quien aseguró que “los vuelos espaciales continuarán”. Sin embargo, el primer mandatario también envió un mensaje a las autoridades de la NASA y recomendó que “los próximos pasos, bajo el liderazgo de Sean O’Keefe, deben ser determinados luego de una revisión profunda de todo el informe, incluyendo sus recomendaciones”.
Respecto de la falla técnica que provocó la desintegración del transbordador, el escrito señaló que trozos de espuma aislante se desprendieron del tanque de combustible 81,7 segundos después del lanzamiento, y que la porción más grande golpeó en la parte de abajo del ala izquierda y abrió una brecha en las losas de la nave, lo que permitió la irrupción de gases incendiados cuando el transbordador entró en la atmósfera terrestre.
Sheila Windall, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, indicó que la investigación demostró que “la brecha estaba presente antes del ingreso de la nave a la atmósfera, momento en el que se tornó incontrolable debido al daño estructural y, a esa altura, ya no era posible aplicar medidas correctivas”. Sin embargo, en una de las críticas más duras a los responsables de la gestión del transbordador, los expertos de la CAIBdescribieron ocho “ocasiones desaprovechadas” de detectar un problema en la nave tras el incidente del despegue.
La CAIB hace especial referencia a los repetidos mensajes de miembros del personal técnico mencionando el riesgo de averías al escudo térmico tras el golpe del aislante, que no tuvieron respuesta de los encargados del vuelo. También fue rechazado un ofrecimiento del Pentágono de utilizar sus satélites espías para observar la nave. “Un equipo sin experiencia, utilizando una herramienta matemática que no estaba diseñada para medir un impacto de ese tamaño, fue la que realizó el análisis del efecto potencial del impacto”, calificó el informe al cerrar las 248 hojas donde no hay grises ni probabilidades: la tragedia se podría haber evitado y, para eso, sólo hacía falta tener en vigencia las normas de seguridad incorporadas luego del accidente del Challenger, en 1986.