SOCIEDAD › EN EL CASO CONTRA AXEL LóPEZ CONSULTARON A UN PAI
En el juicio por el crimen de Tatiana Kolodziey, en el que está imputado José Cabeza, denunciaron torturas que no fueron investigadas. Los policías consultaron a un pai umbanda para confirmar sus sospechas. Es el caso usado contra el juez Axel López.
› Por Horacio Cecchi
Como un calefón viejo, que estalla cuando se inflama y cruje cuando se apaga, la información sobre el juez de ejecución penal Axel López volvió a hacer ruido. A seis días del dictamen de la Comisión de Acusación del Consejo de la Magistratura que aprobó el jury al magistrado, y a dos días de que se reúna el plenario para decidir si acepta o rechaza el dictamen, Página/12 tuvo acceso a una actuación del fiscal penal especial en DD.HH. del Chaco, Francisco Turraca, que evidencia los fundamentos científicos utilizados por la policía chaqueña para avanzar sobre el caso que, finalmente, derivó en los encendidos reclamos de jury contra López y la crujiente firma en el dictamen de cinco de los siete integrantes de la comisión. Los polis de la Brigada de Investigaciones del Chaco apelaron a dos métodos rápidos y contundentes para confirmar sus hipótesis que señalaban a Juan Cabeza como violador y homicida de Tatiana Kolodziey, en el Chaco, en octubre de 2012: lo torturaron con golpes de picana, puños, suelas y asfixia, y abrocharon los datos ante un pai umbanda, que tal como consta en el expediente, después de analizar a conciencia al detenido, les confirmó a los polis: “Miente”.
Cuando la prensa hace mención a la causa iniciada contra José Cabeza por el crimen de Tatiana Kolodziey, ocurrido el 20 de octubre de 2012 en el Chaco, habla de las torturas, que vendrían a interrumpir la lógica de la investigación, el proceso y la sanción; ni señala el método deductivo cartesiano del pai umbanda al que apeló la poli chaqueña para sostener su hipótesis.
El 19 de noviembre de aquel año, en el expediente 39635/12 que tramitaba ante el fiscal 2 de Resistencia, figura la denuncia de Cabeza: “Desde el día sábado que estaba detenido (...), tales como golpes de mano, patadas, asfixias, el uso de picanas eléctricas (...)”. Continúa diciendo que “lo subían a una camioneta color gris oscura, lo sentaban en la parte de atrás esposado con dos policías, uno a cada lado, otro en el asiento de adelante y el chofer. Lo llevaron con la cabeza tapada, golpeándolo constantemente y asfixiándolo, recorriendo calles de Resistencia que no puede reconocer porque iba con la cabeza tapada. Le preguntaban qué había pasado con la chica, dónde estaba la chica”.
El cientificismo policial alcanzó su rigor plus más adelante: “En otra oportunidad lo volvieron a subir a una camioneta gris oscura, con cuatro individuos, todos de la policía, golpeándolo y asfixiándolo, también con los ojos tapados, lo llevaron a calle 27 y Fortín Rivadavia, que Cabeza reconoce porque al bajar de la camioneta le sacaron la remera con que le tapaban la cara”. No está claro si Cabeza, al descubrir dónde lo llevaban, se consideró perdido o desorientado, pero sí es seguro que los polis que lo trasladaban estaban convencidos de que de allí saldrían totalmente de dudas y retornarían con las marcas de la verdad. En esa intersección se levanta el templo del pai Alfredo. “La policía –dice el expediente– le pedía que le dijera al pai dónde estaba la chica y si él tenía algo que ver con la desaparición de ella y como el Sr. Cabeza respondió que no, el pai le preguntó si él tenía realmente conocimiento del paradero de la chica, a lo que volvió a responder que no, el pai se levantó, se acercó a uno de los policías y le dijo que él estaba mintiendo.”
Con la confirmación de la hipótesis en mano, Cabeza fue retornado a la celda, y a las torturas y maltratos, tal como continúa en la causa. Lo llevaron al médico policial, que lo miró, “le vio una lesión en la cabeza, también tenía rojo en las piernas, de la picana, y el médico dijo que estaba bien, que lo lleven no más”. La entrevista con el fiscal federal la tuvo acompañado por una mujer policía y sin abogado defensor. Cuando le preguntaron por las marcas dijo que se las había producido él. No está claro si le resultaba intimidante que el fiscal admitiera a la policía y no a un defensor, o si en realidad le intimidaba la idea de volver a lo del pai Alfredo. Como para tranquilizarlo, según consta en la causa, el fiscal federal le dijo que “todo lo que había dicho ante la policía no tenía ningún valor ante la Justicia”, lo que lo preocupó aún más, porque lo único que había dicho era que era inocente. Y más lo atemorizó de que el fiscal federal no pidiera que lo revisara un médico de la Justicia.
El caso de Juan Cabeza fue elevado a juicio y es probable que, tal como viene el análisis deductivo en Chaco, sea condenado a un monto importante con pruebas obtenidas sobre la base de torturas y umbandismo. Si sobrevive durante una década en los penales, es probable que su causa, con intervención de una buena defensa pública, llegue a la CIDH y luego a la Corte Interamericana de DD.HH. Es probable que si llega sea porque materialmente quedó demostrada la tortura o la falta de investigación de ésta. En ese momento, el Estado será responsabilizado por las torturas, y lo del pai Alfredo caerá en el plano internacional como una carga de realismo mágico fuertemente inverosímil, y mucho más, porque de él haya surgido la sentencia.
Bastante antes, dentro de dos días, el plenario del Consejo de la Magistratura decidirá sobre qué bases aprueba o rechaza el dictamen en el que votaron a favor un senador, el radical Mario Cimadevilla, los diputados oficialistas Eduardo De Pedro y Carlos Moreno, el académico Manuel Urriza, el secretario de Justicia Julián Alvarez, y el abogado Alejandro Fargosi, cercano a apellidos como Martínez de Hoz, Grondona y Aramburu.
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