SOCIEDAD › MIRADA PúBLICA Y FEMICIDIOS DE JóVENES
› Por Soledad Vallejos
“Desde la restauración democrática, con el caso de Jimena Hernández, hay un tipo de hechos que siempre concita atención pública y horror, que es el de una chica joven asesinada, sobre todo cuando hay ataque sexual –señaló el investigador del Conicet y docente de la Universidad Nacional de La Plata Gabriel Kessler–. Muchos casos generan impacto, otros no, y otros generan un impacto tan importante que abren oportunidades políticas y otras situaciones, como las de Catamarca, con María Soledad Morales, y Santiago del Estero, con el triple crimen de La Dársena. Algunos, como ésos, pueden ser el principio de movimientos sociales, y otros, como el de Angeles Rawson, tienen un fuerte impacto de noticiabilidad. En el tratamiento del caso Angeles Rawson, recuerdo que había una especie de aceleración mediática, una inmediatez en la búsqueda de culpables.”
–¿Por qué?
–En el caso Angeles, como también hace poco en el caso de Lola Chomnalez, había una presión de los medios por encontrar pronto al responsable, algo que llevara a disminuir el temor fuerte, sobre todo entre padres y allegados, frente a la idea de amenaza que puede cernirse sobre hijas y jóvenes. Había algo del orden de la inmediatez y la presión para buscar culpables para aplacar la angustia pública. Ese temor público sobre la idea de un violador suelto no es una locura, estaba basado en un tipo de delincuente.
–La noticia subrayaba que Angeles Rawson había sido asesinada en un contexto urbano.
–Y en un barrio céntrico, que es una de las zonas consideradas seguras en la ciudad. Pero el tratamiento también tenía otro efecto que se vio fuertemente, que es la presión sobre la Justicia y la policía, tras lo cual empieza una sucesión de presuntos culpables. La mediatización fuerte de los casos y la centralidad que tienen en las noticias actúa como una presión, aunque claro que también es responsabilidad de los medios del Poder Judicial actuar de modo apresurado. A la vez, estos casos contribuyeron a posicionar el tema del femicidio, al menos de una de las dimensiones de la violencia de género. Hasta hace dos décadas, eso no era visto como problema y se relativizaba. Tampoco hace tanto, en realidad: recordemos lo que pasaba con el asesinato de Nora Dalmasso.
–En el caso de Candela Rodríguez también fue tema la vida, el carácter de la víctima, aunque fuera una nena.
–En el caso de Jimena Hernández fue parecido. Pero hoy la violencia de género aparece en el centro del espacio público, y en alguna medida la mediatización de los casos, más allá de los ribetes criticables, contribuyó a sacar estigmas que iban desde relativizar el crimen hasta acusar a la víctima o negarle importancia frente a otros muertos. Creo que también hay que prestar atención a qué encuadre se dio a estos casos: ¿cómo se los caracterizó?, ¿como violencia de género?, ¿como olas de ataques a las mujeres? Hay también algo importante: hay estudios que señalan que la sensación de impunidad está acentuada cuando los casos policiales en los medios no tienen cierre. Muchas veces hay casos que son noticia cuando suceden, pero en general los únicos que llegan a ser noticia cuando van a juicio son los de alta noticiabilidad. Sabemos de uno, pero no de los otros 50 que aparecen chiquitos, y eso contribuye a la sensación de que la justicia no llega.
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