Lun 23.03.2015

SOCIEDAD  › EMPEZO EL FUNERAL DE RICARDO III DE INGLATERRA, 530 AÑOS DESPUES

El rey villano ahora honrado

Es el rey que Shakespeare inmortalizó como un gran malvado, pero ahora esa característica está relativizada. Sus restos fueron encontrados en 2012 en una playa de estacionamiento. Y esta semana serán enterrados con grandes honores. Ayer arrancó el cortejo.

Los restos de Ricardo III de Inglaterra, luego de ser hallados en una playa de estacionamiento de Leicester en 2012 y de pasar por rigurosos estudios a cargo de un equipo forense de antropólogos, serán enterrados con pompa y circunstancia en la sencilla catedral de esta ciudad del centro de Gran Bretaña. Pese a la mala reputación que el “rey malvado” debe a Shakespeare, la restauración de su honor dará un gran paso el próximo jueves, cuando reciba digna sepultura. A tal efecto, hasta el miércoles estará abierta al público una capilla ardiente. Análisis genéticos de los restos determinaron una posible ruptura en la línea de descendencia.

Los arqueólogos encontraron hace tres años los restos de Ricardo III bajo un estacionamiento de Leicester. Ahora serán enterrados en la modesta y coqueta catedral de la ciudad, tras una decisión de la Alta Corte de Londres. De este modo se desestimó la demanda de sus descendientes, que pretendían enterrarlo en York.

El féretro de madera –construido por uno de sus descendientes, el carpintero Michael Ibsen– abandonó ayer la Universidad de Leicester y recorrió los lugares que fueron escenario de la batalla de Bosworth hasta llegar a la catedral. La gente lanzó flores al rey, que circulaba en un carruaje tirado por cuatro caballos negros. El entierro dentro de la catedral del último monarca de la dinastía Plantagenet será retransmitido en televisión, con lo que se presume que será un gran empuje para el turismo de Leicester.

El “rey del parking”, que fue encarnado en el cine por el actor estadounidense Al Pacino y por los británicos Laurence Olivier e Ian McKellen, murió el 22 de agosto de 1485 en la batalla de Bosworth, después de reinar un par de años. Fue enterrado discretamente en un monasterio franciscano, demolido en 1530, y el rastro de su sepultura acabó perdiéndose, hasta que finalmente fue hallada.

La muerte a los 32 años de Ricardo III (monarca entre 1483 y 1485) puso fin a la Guerra de las Dos Rosas, entre la casa de York y los Plantagenet.

Tras ello, la corona pasó a Enrique VII y los reyes de la dinastía Tudor que, con ayuda de William Shakespeare y otros cronistas, describieron a Ricardo III como un villano brutal que no se detenía ante nada, llegando a asesinar a sus dos jóvenes sobrinos para asegurarse el trono. Hoy, sus supuestas maldades son relativizadas: “Como rey, Ricardo fue un hombre valiente y de visión. Durante su existencia hubo dolor y traición. Su vida es un espejo de la nuestra, el bien y el mal”, según se lo memoró.

Ricardo III era católico y vivió antes de la ruptura de la Iglesia de Inglaterra con el Vaticano en 1534, por lo que el sermón será pronunciado por el líder de los católicos ingleses, aunque el funeral transcurrirá según la tradición anglicana.

El descubrimiento de los restos del “rey jorobado” dio qué hablar a los historiadores. Con los análisis forenses y genéticos se determinaron infidelidades en la línea de sucesión al trono que culmina en Isabel II, y también cómo murió en la batalla de Bosworth. El estudio de ADN reveló que al menos el padre de uno de sus descendientes no era quien se cree. La línea masculina se rompe en algún momento entre Juan de Gante (1362-1399), hermano del bisabuelo de Ricardo III, y Henry Somerset, duque de Beaufort (1744-1803). El hallazgo tiene sus implicaciones, puesto que podría afectar la legitimidad de Enrique IV, Enrique V, Enrique VI y de “toda la dinastía Tudor”, empezando por Enrique VII y siguiendo por Enrique VIII, Eduardo VI, María I e Isabel I.

También se supo que Ricardo III sucumbió a las heridas causadas en la cabeza por sus enemigos –nueve en total, provocadas por armas cortantes–, que pudieron haberle perforado el cráneo cuando estaba en el suelo y sin casco, según amplía un estudio científico. Con esto se da razón a los relatos de la época que señalan que Ricardo III, preso en un lodazal, pudo haber abandonado su caballo antes de que sus enemigos lo mataran. En la afamada obra Ricardo III (1592), de William Shakespeare, el personaje del célebre soberano, arrinconado en el campo de batalla, grita: “¡Un caballo, mi reino por un caballo!”

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