Dom 19.10.2003

SOCIEDAD  › LA HISTORIA DE LOS YERBATEROS QUE COMBATEN A LOS MONOPOLIOS Y LES VENDEN A LOS PIQUETEROS

La yerba de la resistencia

Para no malvender su producción, chacareros de Misiones resolvieron fabricar su propia yerba. El producto llegó a Buenos Aires y se distribuye en asambleas barriales y organizaciones de desocupados.

Tierra, trabajo y justicia. De las primeras letras de cada palabra nació Titrayjú, la yerba mate producida por pequeños chacareros de Misiones que rechazan vender sus cosechas a bajo precio y que en Buenos Aires es distribuida por asambleas barriales, organizaciones sociales y movimientos de desocupados. Los productores son 49 familias, integrantes del Movimiento Agrario de Misiones (MAM) y nucleados en la Cooperativa Río Paraná, que apuestan al “comercio justo”, a que cada eslabón de la cadena de producción obtenga lo proporcional al trabajo invertido, y proponen el “consumo responsable”, que al comprar un producto se reconozca a quién se beneficia y se tengan en cuenta las condiciones laborales que las grandes marcas esconden. “La llegada de Titrayjú acá es una decisión política, es traer a la ciudad la explotación que se sufre en el campo”, explica Miguel Rodríguez, coordinador del Centro de Comercialización Campesina e Indígena (Cecocai), donde se distribuye el producto en el ámbito porteño.
Oberá queda a 1100 kilómetros de la Capital Federal. La tierra roja, los argentinos rubios hijos de colonos y la elaboración de yerba son referencia obligada del lugar. De ahí proviene el producto de paquete verde y blanco que, por decisión de sus productores, no se vende ni se venderá en las cadenas de hipermercados. “A no ser que cambien todo su sistema de comercialización, que no creo que lo hagan, nuestra yerba no estará en esas góndolas. Nosotros creemos en otra forma de comercializar, tenemos otra forma de pensar y no hay plata que pueda cambiar eso”, explica Rodríguez y resalta que Titrayjú “está donde están los movimientos, donde está la resistencia”.
El producto es conocido entre los militantes sociales y distribuido por asambleas barriales de la Capital y el Gran Buenos Aires, los Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTD) asentados en el ámbito metropolitano y organizaciones sociales de los más diversos campos. Se puede encontrar en el hall de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Además del boca a boca, también es difundida por medios de comunicación alternativos y populares y en los programas de radio de AM conducidos por los periodistas Eduardo Aliverti (Rivadavia), Quique Pessoa (Ciudad) y Raúl Dellatorre y Omar López (El Mundo). Si la compra es de al menos cinco kilos, la llevan a domicilio.
Hay dos clases de Titrayjú: la “clásica” cuesta 2,50 pesos el kilo, es “fuerte” y tarda en “lavarse”; la más “suave”, que demanda más tiempo de estacionamiento, tiene un valor de tres pesos. Con lo obtenido sólo llegan a cubrir los costos, pero su objetivo principal no es el lucro sino dar a conocer los problemas de los pequeños chacareros y denunciar el monopolio de cuatro empresas, que manejan el 80 por ciento de la producción de la provincia. En Buenos Aires lo distribuye el Cecocai, un espacio que pretende que los productos del interior del país lleguen directo al consumidor, evitando los intermediarios, que generalmente se quedan con una parte importante del precio final.
Hace seis meses perdieron una licitación del gobierno de la ciudad de Buenos Aires de cien mil kilos de yerba. La empresa ganadora, una empresa mayorista, ofertó tres centavos menos el kilo. “Algunas veces los consumidores son cómplices involuntarios de la explotación que esconde un precio bajo. Por eso creemos en el consumo responsable y solidario, que es comprarle los grisines a Grissinopolis y los guardapolvos a Brukman, espacios de lucha que quieren un país con dignidad”, resaltan en el MAM.
La yerba es el primer producto de la cooperativa que llega en estas condiciones. La intención es que el Cecocai sea un puerto de distribución para todos los campesinos argentinos, con los más de cien productos que en las provincias se producen de forma artesanal: desde queso y dulces misioneros, hasta prendas de la puna y cabritos cordobeses.
El nombre de la yerba surgió de la Mesa Nacional de Productores Familiares, donde el MAM participaba. La consigna de la organización es “Tierra, trabajo y justicia para los excluidos del campo”. Cuando decidieron traer el producto a Buenos Aires, en marzo de 2002, se ensayaron diversos nombres, pero el definitivo surgió, como no podía ser de otra forma, cuando Miguel Rodríguez tomaba mate con su esposa. Fue ella quien unió las primeras letras de las tres primeras palabras.
El oro verde
Titrayjú estará entre el 23 y 26 de octubre en la Feria de la Cooperación, en la plaza San Martín del partido bonaerense de Morón. También tenían intenciones de participar de la Feria de las Naciones, el mayor evento de productos autóctonos que se realiza en Capital Federal, organizado por la Cooperadora de Acción Social (COAS). Con ese fin, enviaron una carta a la entidad explicando la situación de los productores misioneros y el objetivo social del emprendimiento. La respuesta no tardó: un stand por 3000 pesos.
“Queríamos estar presentes para mostrar otra realidad del país, para contar que la forma de producción de las grandes empresas ya expulsó a 40.000 mil personas de sus tierras; para decirles, en su propio espacio, que el país que ellos hicieron y hacen no es justo. Pero bueno, somos muy diferentes, no tenemos esa plata para contar nuestra verdad y creo que aunque paguemos esa suma no nos dejarían participar porque queremos países diferentes”, describe Rodríguez.
Con la yerba, el Movimiento Agrario de Misiones –del cual es miembro la Cooperativa Río Paraná– da testimonio de un problema estructural: denuncia que desde los comienzos del menemato, cuando se desregularizó el mercado yerbatero, la producción aumentó, los precios descendieron, cientos de pequeños productores quebraron y, luego que los terratenientes les compraron sus chacras a muy bajo precio, no les quedó otra alternativa que emigrar a villas cercanas a las ciudades.
“Así se entiende la pobreza que hay en todas las ciudades misioneras, la desocupación, la prostitución infantil, la desnutrición y que toda esa zona sea conocida porque se venden bebés rubios de ojos claros”, subraya Rodríguez, y advierte que “todas las tierras están cada vez en menos manos: por una parte los grandes empresarios yerbateros, entre quienes está el actual senador Ramón Puerta y, por otro, las empresas agroforestales, que ya sembraron 6000 hectáreas de pinos y piensan llegar hasta 80.000”.
La yerba mate para consumo se obtiene después de largos y exigentes trabajos. Antes de sembrarla hay que desmontar el terreno, limpiarlo y ararlo, dice Rodríguez. Luego viene la cosecha, el secado, el canchado –molienda gruesa–. Después, la molienda fina y el envasado. El eslabón más bajo de la cadena y el más explotado es el tarefero, que siempre junto a sus hijos y esposa cosecha y separa la hoja verde del palo.
En Misiones, a la yerba la llaman el “oro verde”, que aporta –según datos del MAM– el 20 por ciento del producto bruto de la provincia, unos 600 millones de pesos anuales. De esa suma, denuncia la entidad, el 80 por ciento se lo llevan las cuatro empresas que tienen el monopolio. De esta forma, un pequeño productor con diez hectáreas obtiene una producción promedio de 35 mil kilos de hoja verde. A un valor de dos centavos el kilo tiene un ingreso anual de 700 pesos para doce meses: 58 pesos mensuales, menos que un subsidio del Plan de Jefes y Jefas de Hogar que ofrece el Gobierno.
Antes de la desregulación del mercado, en 1991, los pequeños productores obtenían siete mil pesos por la misma cantidad de hoja. Según documentos del MAM, los 6300 pesos que perdieron las familias productoras hoy se los quedan el sector industrial y la cadena de comercialización.
Siempre fue una relación desigual, pero el problema creció –apunta Rodríguez– cuando en 2001 el gobierno nacional eliminó la Cámara Reguladora de Yerba Mate que ponía topes a la siembra de yerba. “Las grandes empresas multiplicaron su producción y con la mayor oferta bajó el precio de la hoja verde, que se redujo al 10 por ciento. En tanto, el pago del ‘canchado’, la yerba antes de entrar a la molienda fina, pasó a pagarse 20 centavos el kilo, cuando antes se obtenía tres veces más”, detalla. En 2002 se creó el Instituto Nacional de Yerba Mate, pero como no tiene poder de compra no regula el precio y su función es solo de inspección.
La yerba con gusto a dignidad se puede conseguir en Anchorena 244, planta baja “B”, de Capital Federal, y en la Feria de Mataderos, que está abierta todos los domingos. “Más de cuatro millones de personas siguen viviendo en el campo, con un futuro incierto, pero dispuestas a luchar por el futuro de sus hijos. Para eso, los excluidos debemos unirnos y organizarnos, sólo saldremos adelante cuando logremos tierra, trabajo y justicia para todos”, asegura Rodríguez.

Informe: Darío Aranda.

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