En casi medio millón de hogares urbanos argentinos, las “adicciones severas” son una realidad que representa “una situación de desborde” y “casi una plaga”, de acuerdo con el informe “Aumento del tráfico de drogas en los barrios, problemas de adicciones severas en las familias y poblaciones en riesgo”, realizado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA). El estudio, que relevó más de 5700 casos, asevera que el problema afecta a un millón y medio de personas, por ser parte de la situación de vulnerabilidad o por estar afectados de distintos modos por ella.

El principal consumo problemático es el alcohol (2,7 por ciento de los hogares), seguido por el de drogas ilegales –sin especificación de cuáles–, que, de acuerdo con el informe, afecta a 242.759 casos (el 1,9 por ciento de los hogares urbanos).

El informe también retomó una investigación sobre consumo de sustancias psicoactivas que la UCA y la Fundación Florencio Pérez realizaron entre jóvenes de entre 15 y 25 años del Gran La Plata a fines de 2012. De cada diez jóvenes, seis aseguraban que tenían amigos consumidores de marihuana, y tres de cada diez que tenían amigos consumidores de cocaína. Identificaban a la marihuana como el producto de más fácil acceso. Tres de cada diez contaron que alguna vez habían probado drogas, y la mitad de ellos dijo que había consumido alguna sustancia en los últimos 30 días. La edad promedio del inicio de consumo de drogas era 17 años, un poco después del inicio de consumo de tabaco y alcohol, que registran a los 15.

El informe de la UCA señala, entre sus conclusiones, que “la lucha contra el narcotráfico no puede fundarse en una acción represiva sobre las víctimas ni sobre los eslabones más precarios de la cadena, sino que debe centrarse y extremar esfuerzos en erradicar, las organizaciones delictivas, circuitos económicos y políticos que protegen y promueven la venta y consumo de drogas ilegales”. Además, observa: “El registro de venta de drogas en el barrio desciende de manera poco relevante ante una mayor presencia policial, con excepción de los barrios de nivel socioeconómico medio, donde la presencia de fuerzas de seguridad logra mayor impacto”, de lo que se colige que “en los barrios más pobres o medios profesionales existen un déficit de control, falta de efectividad y connivencia policial”.