Vie 29.05.2015

SOCIEDAD  › CELEBRACION EN EL INSTITUTO ARANCIBIA POR HABER LOGRADO PARAR LA DEMOLICION DEL EDIFICIO

Un festejo por el freno a la topadora

Alumnos, docentes, artistas y legisladores festejaron haber parado la decisión del gobierno porteño de tirar abajo el edificio en San Telmo para que pasara por allí el nuevo metrobús. El instituto alberga a 230 chicos, muchos de ellos en situación de calle.

La comunidad del Instituto Isauro Arancibia, que brinda educación primaria a chicos en situación de calle, celebró haber frenado la demolición del edificio que ocupa en San Telmo, que había decidido el gobierno porteño para extender el metrobús sur. Con la presencia de estudiantes, docentes, artistas y legisladores, el acto –que contó con un show musical y una muestra fotográfica con trabajos de los chicos– se llevó a cabo en la esquina de Paseo Colón y Cochabamba, donde está emplazada la institución. El Arancibia, cuya manzana comparte con un ex centro clandestino de detención (CCD) y con el Centro de Atención Integral a la Niñez y Adolescencia (Caina), durante meses padeció cortes en los servicios básicos que impidieron el normal dictado de clases.

El Isauro Arancibia, que comenzó a funcionar hace 17 años, es una escuela primaria para adultos –chicos mayores de 14 años–, tiene un jardín maternal para los hijos de los alumnos y niños del barrio y está por incorporar un grado de nivelación para niños menores de 14 años. En la actualidad concurren 230 alumnos. Tras un año de lucha, se logró la suspensión de la demolición del edificio por donde el Gobierno de la Ciudad había proyectado la traza de ampliación del metrobús. “El desalojo de la manzana es un rumor desde hace ya unos meses, pero nosotros consideramos que era imposible concretarlo debido a nuestra cercanía con el ex centro clandestino de detención Club Atlético, que es un monumento histórico y, por tanto, no lo pueden tocar”, afirmó la directora Susana Reyes. Por ley, a 50 metros a la redonda de un monumento histórico no puede haber movimientos de tierra ni ruidos molestos.

Junto con las movilizaciones del Caina y las Asambleas del Pueblo, el ex CCD hizo las veces de “fortaleza geopolítica” que los ayudó a protegerse de las obras del metrobús. Asimismo, Reyes infiere que, dada la inminencia de las elecciones, la demolición de un lugar de estudio para chicos en situación de calle suponía una fuga de votos. “Todo se hizo con mucho esfuerzo, con mucha presión y al calor de las continuas manifestaciones. Los pibes se daban cuenta de que eso también era ciudadanía”, sostuvo la directora.

Por su parte, Pilar Cazaca, una de las maestras, dijo que era un día de doble celebración: “Por la independencia de la patria y porque nuestro proyecto sigue en pie”. “Mucha gente acompañó en los reclamos para que no se tirara la escuela abajo”, agregó. Durante el acto, dos bandas ofrecieron un show musical luego de que hablaran algunos maestros; también hubo una muestra fotográfica que daba testimonio de la lucha por permanecer y de quienes la acompañaron, entre los que estaban algunas figuras públicas como Ricardo Mollo, Víctor Hugo Morales y Miss Bolivia, además de los legisladores porteños José Cruz Campagnoli y Paula Penacca.

La tarea del Arancibia va más allá de lo estrictamente educativo, ya que ahí se ayuda a los estudiantes a iniciar emprendimientos propios y a vincularse con el mundo del trabajo; en este sentido, Cazaca comentó que “pronto funcionará dentro de la escuela un Centro de Formación Profesional”, además de los talleres de oficios que ya se están brindando.

La escuela pública que funciona en el primer piso de Paseo Colón 1318 está abierta todo el día y cubre dos turnos. Entre los emprendimientos se destaca la revista La Realidad sin Chamuyos, íntegramente escrita por los alumnos. “A nuestro programa para finalizar la primaria asisten mayores de 18 años, pero como teníamos hermanos e hijos de los chicos de entre 6 y 12 años creamos un grado de nivelación, donde preparamos a cada niña y niño para que alcance el nivel que le corresponde según la edad y pueda luego ir a una escuela común”, contó Lila Wolman, bibliotecaria del Arancibia.

En agosto del año pasado, teniendo en cuenta que la administración macrista prometía para el lugar tareas de mantenimiento que nunca acercaba, la directora Reyes alertó: “Vino un funcionario porteño a decirnos que no se realizaron las obras que prometieron porque el edificio sería demolido para hacer una extensión del metrobús”. De inmediato se organizó una movilización, cuyos manifestantes –apostados en la esquina de Cochabamba y Paseo Colón– visibilizaban ante los transeúntes y conductores ocasionales que circulaban por la zona el reclamo con carteles que rezaban: “No nos quiten la esperanza”, “No al derrumbe del Isauro” y “El metrobús no te enseña nada”. A fines del año pasado, Carlos Javier Regazzoni, subsecretario de Gestión Económica de la cartera porteña de Educación, se comprometió de palabra a no demoler el Isauro. Los propios alumnos le exigieron que dicho compromiso fuera firmado en el acta de la institución, y hasta lo filmaron para reforzar el acuerdo.

En el instituto, de dos años a esta parte eran frecuentes los cortes de agua, electricidad y teléfono, con lo cual debían suspenderse las clases. Desde el Gobierno de la Ciudad ponían excusas por las obras que realizaban en las inmediaciones (por ejemplo, las inundaciones del subsuelo de una antigua sede universitaria). Hasta hace poco ni siquiera tenían conexión de gas, mucho menos estufas. Tras sucesivos reclamos, el Gobierno de la Ciudad accedió a concesionar una vianda que dan a los estudiantes. Aunque las bandejas de comida no siempre tienen suficiente valor calórico y proteico, la carne a veces es magra y hasta poco cocida. Pero el Arancibia se nutre de pequeñas alegrías: ahora disponen del servicio de gas y en un pequeño anafe se calienta la merienda de los más chicos.

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