SOCIEDAD › OPINION
› Por Washington Uranga
Con el pretexto de debatir cuestiones ambientales, el papa Jorge Bergoglio ofreció a la comunidad internacional un documento en el que expone su pensamiento sobre la sociedad actual, sus contradicciones, denuncia juegos de poder, relaciones de dominación y vuelve a centrar su preocupación en la exclusión, la pobreza, la marginalidad y las migraciones, entre otros temas. Denuncia el ejercicio del poder en el mundo, a través de la economía y de la tecnología, hace advertencias sobre los espejismos de ciertos modelos de desarrollo, pone en evidencia la inequidad entre el Norte y el Sur, y hasta cuestiona a quienes hacen planteos tan superficiales como supuestamente filantrópicos sobre cuestiones ecológicas mientras “viven y reflexionan desde la comodidad de un desarrollo y de una calidad de vida que no están al alcance de la mayoría de la población mundial”.
En su análisis teológico, el Papa señala que “hoy el pecado se manifiesta con toda su fuerza de destrucción en las guerras, las diversas formas de violencia y maltrato, el abandono de los más frágiles, los ataques a la naturaleza”. Y cuando asegura que “todo planteo ecológico debe incorporar una perspectiva social” que tenga en cuenta los derechos de los postergados, recoge lo mejor de la tradición social católica afirmando “la subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes”. Enseguida pide no concentrar la mirada “en los síntomas” sino “en el paradigma tecnocrático dominante y en el lugar del ser humano y de su acción en el mundo”. Y va a la raíz. “El paradigma tecnocrático tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política” para concluir, en otra parte, que “la política no debe someterse a la economía y esta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia”.
En su documento el Papa volvió a poner la política, y con ello la responsabilidad de quienes la ejercen, en el centro de las responsabilidades. Es un documento sobre ambiente y ecología, que hace consideraciones sobre la economía, las injusticias y los pobres, pero que sitúa las alternativas de salida en el accionar de la política.
El riquísimo y extenso texto de Laudato si dará para muchos análisis e interpretaciones. Sin embargo, sus premisas son claras: nada se pueda analizar aisladamente, la cuestión pasa por el modelo político, económico, tecnocrático dominante y la solución está en la acción política.
Luego caben otras consideraciones que se podrán retomar más adelante. Entre ellas que está escrito (el original fue en español) con un lenguaje directo que revela la mano personal de Bergoglio en la elaboración. Pero también que, siguiendo con su decisión de “una Iglesia sinodal”, el Papa decidió incorporar documentos de muchos episcopados del mundo, un recurso poco usual en los textos pontificios. También hay referencia a un documento de los obispos patagónicos de la Argentina. Algunas informaciones indican además que uno de los borradores iniciales le fue acercado al Papa por el teólogo brasileño de la liberación Leonardo Boff, hoy un luchador de la causa ambientalista en el mundo. Y, otra cuestión no menor, que Francisco recoge aquí la importancia de la acción interreligiosa en la búsqueda de soluciones para la sociedad actual.
Estos son sólo algunos de los temas que se abren a la consideración y que darán lugar a muchos capítulos, análisis y debates. Pero partiendo siempre de que todos los problemas están interconectados y que el camino de soluciones pasa por la política.
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