SOCIEDAD › GRAVE ACCIDENTE QUE PUDO SER UNA TRAGEDIA EN EL MUSEO DE ARTE MODERNO
El Mamba armó un operativo para ocultar el derrumbe de una masiva instalación en su edificio de la avenida San Juan, que incluyó pagos a los visitantes, artistas y empleados, y presiones a los que violaran el pacto de silencio.
› Por Horacio Verbitsky
Una instalación con centenares de objetos de gran peso se derrumbó en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Mamba) durante el horario de visitas de la exposición El mago desnudo, de la artista brasileña Laura Lima. Una mujer con un bebé acababa de recorrer el tramo de la muestra que se desplomó con estrépito, que incluía una enorme biblioteca de seis metros de largo. El episodio ocurrió hace tres semanas en el sótano del Mamba, sobre la calle San Juan 350, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero hasta ahora no había trascendido porque sus autoridades dispusieron de inmediato una estricta operación sigilo, que incluyó pagos especiales de dinero a la mujer del bebé, a empleados y artistas que intervinieron en la performance y amenazas de represalias a quienes violaran el obligado pacto de silencio. Durante días enteros y a distintas horas, el teléfono interno de Prensa y Comunicación da tono unos segundos, para luego derivar automáticamente al conmutador de Avaya, una empresa privada de soluciones comunicacionales y atención al cliente, que a su vez sólo ofrece la alternativa de dejar un mensaje y esperar la respuesta.
La muestra se inauguró el 19 de febrero y su cierre estaba previsto para el 7 de junio. Pero debido a la buena repercusión de público y crítica se prorrogó hasta agosto. Sin embargo, fue cerrada al público el 21 de junio. Así lo afirman las autoridades del “Equipo Educativo” del museo, una de las reparticiones que atiende el teléfono y responde los mails. Este dato coincide con las publicaciones de comunicación del museo y visitantes de la obra en las redes sociales, que se detienen en forma abrupta el 20 de junio. Ni en la página del museo, ni en la del gobierno de la ciudad ni en las redes sociales es posible encontrar alguna información que explique el cierre intempestivo. La página referida a la muestra de Lima fue dada de baja del sitio web del museo, pero sin explicación alguna. Por eso siguen llegando al museo delegaciones de escolares de distintos colegios, que eran una parte significativa del público, y que se retiran contrariados. Ante una consulta para esta nota en la sede del museo, una recepcionista dijo que El mago desnudo se había levantado porque había otra obra en preparación en la sala del subsuelo. Pero no supo decir cuál era esa obra, quién era su autor ni cuándo sería su inauguración. Durante el diálogo en la planta baja del edificio se escuchaba el estruendo que venía del subsuelo, dónde las maquinas todavía desarmaban los restos de la obra. Según las recepcionistas el desensamble comenzó hace poco más de una semana, y por ello el acceso a la planta inferior se encuentra vedado. El hermetismo es absoluto: todos los empleados consultados reconocían que la obra fue cerrada antes de tiempo, hasta se disculparon en nombre del museo, pero no supieron explicar por qué. De la artista sólo quedan sus libros a la salida del museo, en la tienda. La obra de Laura Lima se completó con la presentación de su film de cien horas Cinema Shadow Segundo, a pocas cuadras del Mamba, en la sala Margarita Xirgu, ahora Espacio Untref, de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, en Chacabuco 875. Lima tampoco respondió una consulta sobre el derrumbe y los artistas y trabajadores que participaron le reprochan que ni siquiera haya tomado contacto con ellos. Las autoridades que hablaron con los participantes en la muestra dijeron que la artista, nacida en Río de Janeiro y que vive en Mina Gerais, fue informada de lo sucedido y propuso que la muestra siguiera en esas condiciones, opción que el Mamba desechó porque hubiera implicado revelar el accidente. Laura Lima “nunca se contactó con nosotros después de los ensayos (ni para agradecernos ni para felicitarnos por haber sobrevivido, cosa que habla de la calidez humana del arte contemporáneo en general)”, dijo uno de los actores. También mantuvieron silencio la directora del Museo de Arte Moderno, Victoria Noorthoorn; el director de Museos, Pedro Aparicio, y el ministro de Cultura de la Ciudad, Hernán Lombardi. Ninguno contestó los mensajes sobre el tema.
El 25 de marzo la periodista María Daniela Yaccar describió así en este diario la exposición de Laura Lima: “El visitante recorre lo que se supone que es el taller de un mago, su hogar; el espacio donde come, duerme, trabaja y se dispersa. Este espacio está hecho de bibliotecas de madera torcidas, de libros y sillas colgando, escaleras, pasillitos, máscaras, maniquíes, herramientas, máquinas viejas”. Añadió que El mago desnudo parece “el escenario donde se filmaría una película de suspenso. Una de David Lynch, tal vez, o de Tim Burton. La propuesta se va descubriendo de a poco y lo que genera a medida que el espectador se interna en el espacio es sorpresa, sensación de descubrimiento: por ejemplo, detrás de una biblioteca, pegado a la pared, está el dormitorio del mago. Hay una vieja cama, un espejo arriba, posters de películas a los costados, ropa, mucha ropa, y libros desperdigados por la habitación. Al final de otro pasillito hay un cuarto muy extraño, con un mensaje en la pared. Es posible distinguir, en el taller de este mago, la cocinacomedor, el espacio de trabajo, su habitación y el living. Hay un cuarto todo blanco, de paredes impolutas y luz blanca. Y hay tanta información alrededor, una cantidad abrumadora de objetos (antiguos, en su mayoría), que es imposible llevarse una percepción completa”. Para la revista Ñ “es un mundo llenado durante mucho tiempo y obsesivamente con toda clase de objetos: casi no hay espacios en blanco. Son construcciones excesivas”. La nota explica que el recorrido del espectador dentro de la obra no es de una contemplación pasiva. “Estamos circulando de manera activa. Aquí podemos diseñar y crear nuestro propio camino. Podemos decidir si restar parados, observar, o sentarnos en una silla o sofá con los ojos cerrados. Y hasta podemos, quizás, tomar un poco de arcilla o barro y crear –¿por qué no?– nuestros propios elementos, nuestros propios objetos: cambiar el contexto. Ser nosotros mismos, por un momento, también magos”. Los objetos que constituyen la muestra fueron donados por los vecinos de la ciudad. La obra ya se había presentado en Bonniers Konsthall, de Estocolmo; Casa França Brasil, de Río de Janeiro y Migros Museum für Gegenwartskunst, de Zurich. El trabajo fue coproducido por el Mamba con el Bonnefantenmuseum de Maastricht, de los Países Bajos, que el año pasado entregó a Laura Lima, su máximo premio, el Bonnefanten Award for Contemporary Art. El montaje de la obra corrió a cargo del equipo técnico del Museo porteño. La información oficial del Mamba dice que “Lima crea una instancia que muy a menudo incorpora a un ser vivo –una persona (carne), un animal, o un objeto animado– que trasciende la noción de performance. La obra está viva, representada por la persona, el animal o el objeto, e invariablemente ofrece una imagen que sorprende al espectador”. En su crónica para Perfil, Laura Isola escribió que en el espacio blanco del Mamba “Laura Lima creó muchos otros: talleres, cocinas, pasadizos, túneles, senderos, pasillos, escaleras que no van a ningún lado. Todo esto lo hizo con libros que levantan vuelo, bibliotecas torcidas, pequeños rincones con objetos que forman series, esculturas de telas, maniquíes, máquinas, herramientas, moldería, hilos, bordados, telas. Además, la vida humana que no puede faltar en sus pensamientos sobre el arte. Durante la jornada, cuatro actores son los magos que se deslizan, sigilosos, como si no quisieran llamar la atención, con un traje que tiene las mangas cortadas”. Según La Nación, “el espectador ingresa en el hábitat de un mago: las estanterías vuelan, los libros flotan y el escritorio está a tres metros de altura. El mago está ahí, y duerme, cocina, lee, escribe o construye sus objetos en sus talleres y practica magia. El mago desnudo, de la brasileña Laura Lima, es una obra que no es dos días igual, porque está viva”.
Varios empleados y la fotógrafa de prensa del Mamba tomaron fotos con sus celulares cuando se produjo el derrumbe. Pero ni ese material ni el registro de las cámaras de seguridad es accesible, dado que la línea oficial consiste en negar los hechos. A los cuatro artistas que representaron al mago se les pagó la retribución pactada incluyendo el mes y medio en que no trabajaron y además una suma extra, con la condición de que no hicieran público lo sucedido y la amenaza de represalias en caso contrario. El silencio de los empleados se explica por la precariedad de su situación laboral. Aunque trabajan desde hace años más de cuarenta horas semanales, facturan como monotributistas y no tienen cobertura previsional ni de salud. Uno de ellos que accedió a narrar lo sucedido bajo condición de anonimato dijo que esta práctica es extendida “en la gestión amarilla, pero también bajo la naranja y en el gobierno nacional, ya que el Estado es el primer empleador en negro del país”. También se realizó un arreglo económico indemnizatorio con la mujer que terminó de cruzar la zona de la biblioteca con su bebé un minuto antes de la catástrofe. El Departamento de Diseño y Producción de Exposiciones es dirigido por Iván Rosler, quien fue el único funcionario que accedió a responder preguntas para esta nota. Sólo dijo que decidieron levantar la muestra porque consideraban que “ya no daba para más. Tenía muchos elementos, había pasado la fecha estipulada y ya estamos armando otra muestra para inaugurar”. Ante una repregunta sobre esa presunta nueva muestra dijo que no podía dar esa información. El mago está desnudo.
Informe: Martín Antoniucci.
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