SOCIEDAD › LA NORMA QUE ORDENA LA ACTIVIDAD DE LOS CENTROS CULTURALES FUE APROBADA POR LA LEGISLATURA
La nueva norma determina las características de las cuatro categorías en que se dividirán de ahora en más los centros culturales. La ley, aprobada ayer, protegerá a los centros culturales de los cierres arbitrarios como venía ocurriendo.
La Legislatura porteña aprobó la ley que regula el funcionamiento de los centros culturales, elaborada por el interbloque del Frente para la Victoria, de la Comisión de Cultura, y un colectivo de artistas, tras las clausuras masivas efectuadas por la Agencia Gubernamental de Control (AGC) a esos lugares. Los centros culturales, definidos como “espacios no convencionales en donde se realice cualquier manifestación artística”, tendrán cuatro clasificaciones, según su superficie y la capacidad de asistentes que alberguen. Asimismo, cada uno tendrá su propia forma de evacuación en caso de siniestros. “Queremos compartir la alegría de haber contribuido con esta iniciativa y poner fin a un proceso de clausuras, para comenzar una nueva etapa de reconocimiento y habilitación de los centros culturales”, sostuvo la diputada del FpV Lorena Pokoik, una de las impulsoras del proyecto aprobado por unanimidad.
La Ley 5240 regirá una vez publicada en el Boletín Oficial y no necesita ser reglamentada porque define con detalle sus requisitos. “Estamos convencidos de que la cultura la hacemos entre todos y que los espacios de participación popular que nutren la democracia jamás deben clausurarse sino que, por el contrario, deben promoverse con políticas activas por parte del Estado”, señaló Pokoik una vez aprobada la norma por 50 votos a favor. “La principal importancia es que venimos a llenar un vacío legal que condenaba a los centros culturales a clausuras arbitrarias por parte del gobierno”, remarcó la legisladora porteña.
La norma define centro cultural como “el espacio no convencional y/o experimental y/o multifuncional en el que se realicen manifestaciones artísticas de cualquier tipología, que signifiquen espectáculos, funciones, festivales, bailes, exposiciones, instalaciones y/o muestras con participación directa o tácita de los intérpretes y/o asistentes”. Los mismos serán clasificados en cuatro categorías según la capacidad de concurrentes, y cada uno tendrá su propia forma de evacuación o egreso. Así, los centros de “Clase A” podrán albergar hasta 150 personas y la superficie no podrá ser mayor a 300 metros cuadrados; los de “Clase B”, desde 151 personas hasta 300 y la superficie de piso no mayor a 500 metros cuadrados. En tanto en los de “Clase C” podrán entrar desde 301 hasta 500 asistentes y una superficie no mayor a 1000 metros cuadrados. Por último, los de “Clase D” admitirán desde 501 personas con una superficie mayor a 1000 metros cuadrados.
Asimismo, los salones que alberguen hasta 150 asistentes podrán funcionar con el mero inicio del trámite y una declaración jurada que acredite el cumplimiento de los requisitos. Los locales con capacidad de hasta 300 concurrentes van a estar excluidos de realizar el estudio de impacto ambiental, que generalmente lleva entre 2 y 3 meses sin poder realizar actividad, con lo cual agilizaría la habilitación. Y los más grandes estarán categorizados “con relevante efecto”, debiendo ajustarse a las regulaciones que esto requiere.
“Esta ley se construyó de manera participativa a partir de debates, foros y diferentes espacios de diálogo y consensos, en los cuales tuvieron un rol central los representantes de los espacios culturales que promueven la participación ciudadana y la pluralidad. Es un gran aporte al proceso de democratización de la cultura”, remarcó Pokoik.
Por su parte, el legislador Pablo Ferreyra (Seamos Libres) destacó que “a partir de la sanción de la ley, los centros culturales porteños que no pertenecen al circuito oficial podrán inscribirse en el Registro de Usos Culturales y obtener la habilitación para salir de la clandestinidad a la que estaban condenados por la regulación vigente”, y agregó que “ahora, el principal desafío que tenemos por delante es lograr que el Ejecutivo porteño la implemente en su totalidad”. Al respecto, el representante del Frente Renovador, Javier Gentilini, advirtió que “con la norma que aprobamos hoy (por ayer) no completamos un proceso sino que es un primer paso; pero enhorabuena que lo hayamos logrado”.
En diálogo con Página/12, Federico Putaro, miembro de Construyendo Cultura, espacio que nuclea diversos centros culturales, afirmó que “hace dos años que el FpV trabaja en esto, a medida que se intensificaban los cierres. El proyecto se presentó el año pasado y había una parte que modificaba los códigos de Edificación y Planeamiento Urbano, por lo que requería una doble lectura”. Acerca del apoyo absoluto de todos los bloques que hizo que finalmente se sancionara la ley, Putaro subrayó que “la unanimidad se dio porque se tomó conciencia de la arbitrariedad de los cierres, ya que no existía la figura de centro cultural. Esto jugaba en contra de la participación y el humor de la gente”.
En los últimos años, el Gobierno de la Ciudad clausuró distintos centros culturales como El Café de los Patriotas, La Casa de Teresa, Vuela el Pez, La Víctor Jara y Rosa Luxemburgo, por nombrar algunos. Incluso espacios como Compadres del Horizonte, ubicado en Parque Patricios, que ofrece talleres culturales para recomponer los lazos solidarios y al que acuden muchos chicos del barrio. Hasta Ciudad Cultural Konex sufrió la clausura de la AGC en enero de este año. Ese organismo porteño estaba comandado por Martín Farrell y Pablo Saikauskas, quienes irán a juicio oral por el derrumbe en el boliche Beara del 10 de septiembre de 2010 en el que murieron dos adolescentes, y donde se ratificó que hubo pago de sobornos.
Un caso aparte son las milongas, puesto que ya hay una ley de salón de milonga y peña folklórica. Por algún incumplimiento arbitrario, hasta julio pasado se registraron clausuras en muchas milongas representativas de la Ciudad, como Sunderland, El Arranque, Sin Rumbo, Café Vinilo, la Parakultural y el Club Atlético Fernández Fierro. El tango se quedaba sin bailarines y familias enteras, sin trabajo. Las protestas se hacían eco aun el exterior, por ejemplo desde Estados Unidos, Irlanda y Alemania. Desde el gobierno porteño argumentaron problemas con la seguridad y las habilitaciones.
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