SOCIEDAD › UNA MIRADA “DESDE ADENTRO” DEL LANZAMIENTO DEL ARSAT-2
Adrián Paenza tiene un reconocimiento mundial por su trabajo en pos de la difusión de la ciencia, y esta semana lo puso al servicio de hacer más comprensible la importancia del desarrollo satelital. Implicancias, consecuencias y anécdotas de un hito de la tecnología argentina.
› Por Adrián Paenza
Los nombres Luis Genovese e Ignacio Grossi quedarán para siempre ligados a la historia de la política satelital en la Argentina. Ignacio fue el jefe del proyecto Arsat-1 mientras que Luis, recién llegado de la Guayana Francesa, es el jefe del proyecto Arsat-2. Los dos se presentaron ayer por la mañana para participar en el programa Científicos industria argentina. Ellos representan a la empresa Invap. La trilogía de invitados se completa con el ingeniero Hugo Nahuys, quien es uno de los pocos científicos que quedaron de la “otra época”, la época del Nahuel-Sat, la época en la que alquilábamos los satélites que ocupaban nuestras órbitas. Hugo es el jefe de Calidad y Procesos de Arsat. No son los únicos, ni mucho menos. Hubo y hay más de 450 personas, entre científicos, técnicos, operadores, electrónicos, matemáticos, ingenieros, físicos y de otras áreas que me es difícil enumerar, que participaron de una u otra forma para que mientras yo escribo y usted lee, haya un par de satélites argentinos dando vueltas en el espacio.
Nos encontramos en un camarín de la TV Pública junto con Claudio Martínez, el productor general del programa y una de las personas más importantes que tiene este país en materia de comunicación. Parecemos niños, no solo con un juguete nuevo, sino con una juguetería completa a nuestra disposición. Sin saber por dónde empezar, sin saber qué elegir primero.
Preparamos el programa como si nos conociéramos de memoria. Luis cuenta la emoción del conteo. Los diez segundos que un locutor lee en forma regresiva, en francés, es donde todo termina... o empieza. Es el momento de tensión donde todo el proyecto queda en manos extranjeras. Los primeros 32 minutos, esos primeros 32 minutos cuestan casi 86 millones de dólares. El cohete y toda la parafernalia que lo rodea para que pueda llevar al satélite y dejarlo en la órbita elíptica inicial tienen un costo descomunal. Está todo asegurado, pero uno no quiere cobrar el seguro. No queremos que salga mal para hacer negocio con el dinero de las aseguradoras. Queremos que salga bien.
Sin embargo, hay una diferencia entre ambos satélites: no es lo mismo el primer hijo que el segundo. No es que uno lo quiera menos, seguro que no, pero es distinto. Uno ya fue padre por primera vez y ya nunca lo será otra vez. La euforia del lanzamiento del Arsat-1 tuvo toda una incógnita y un dramatismo que este no tuvo. El del año pasado salió con el último suspiro. Los semáforos que tenían que estar todos en verde, marcaban varios rojos cuando no debería haber sido así. Con el Arsat-2 todo fue de acuerdo a la pauta.
Los abrazos son distintos ahora. La emoción está pero ya tenemos la experiencia de quien lo hizo alguna otra vez, y salió bien también. Cada uno de los involucrados entiende que la primera vez pudo haber sido algo aislado, sin continuidad. Es el segundo satélite argentino... y piense bien lo que acaba de leer, porque esto siempre les pasaba “a los otros”: a los norteamericanos, los rusos, los franceses, los chinos, los alemanes o los japoneses, también a los israelíes, pero nunca a nosotros, nosotros no participábamos de estos juegos de “élite”. Pero, así como así, en trece meses ya hay un segundo satélite argentino girando en una órbita que todavía no es la definitiva.
La gente de Arianespace, a través de su cohete el Ariane 5, lleva dos satélites en su interior: uno, es el australiano Sky Muster. El otro, es el argentino Arsat-2. El cohete sirve de transportador. Los lleva hasta un lugar y allí los deposita. Al argentino lo deja a 250 kilómetros de la Tierra. El satélite entonces comienza una trayectoria elíptica hasta el apogeo, o sea, el punto de mayor distancia a la Tierra, que es de casi 36.000 kilómetros. El viernes por la mañana, desde la base terrena de Benavídez el satélite recibió instrucciones de modificar su camino. El lugar más cercano a la Tierra por donde pasa (el perigeo) está ubicado a unos 4500 kilómetros, mientras el apogeo sigue a la misma distancia: 36.000 kilómetros. El objetivo es llevar la órbita a que sea circular, en donde el apogeo y perigeo estén a la misma distancia, y por lo tanto, cuando la mayor y menor distancia coinciden, la elipse se transformará en un círculo. Y hoy, domingo, mientras usted está leyendo el diario, en Benavídez se tiene que haber producido una nueva corrección a la órbita.
Después de la quinta maniobra de encendido del motor principal con las últimas instrucciones, el satélite comenzará su trayectoria geoestacionaria y estará en condiciones de cumplir con su tarea: “iluminar” desde Canadá hasta la Antártida.
Cuando el Arsat-1 comenzó a ser operado desde Benavídez, hubo un momento en que todo lo que hacían los satélites que alquilábamos pasaron a manos argentinas. Es decir, todos los servicios que brindaban fueron transferidos al satélite argentino: servicios de telefonía, Internet, televisión, datos... Ahora es distinto. ¿Por qué? Porque ahora la Argentina está en condiciones de salir al mercado internacional a vender esos servicios. Antes pagábamos 25 millones de dólares al año para poder usar lo que habían construido otros. Ahora, no solo no tenemos que pagar sino que ahora podemos cobrar.
Cuando Cristina Kirchner anunció la política satelital argentina, habló de políticas de Estado de 20 años de duración o de proyección. Desde el 2015 hasta el 2035. Creo que desde la primera presidencia de Perón la Argentina no tiene un proyecto de semejante longitud en el tiempo, salvo que se hable de deudas financieras que era una suerte de embargo al país y su soberanía.
Arianespace, con los dos satélites que puso en órbita el miércoles, llegó a los 518 desde que provee este servicio, con un record “casi” impecable. La probabilidad de que todo saliera bien es muy alta. En el comunicado oficial que fue publicado en inglés dice:
ARSAT-2 is the second in a series of geostationary (GEO) satellites that gives Argentina its own space telecommunications system. ARSAT-2 will provide American countries with direct-to-home television (DTH), Internet access services for its reception on VSAT antennas, data transmission and IP telephony.
O sea: Arsat-2 es el segundo en una serie de satélites geoestacionarios (GEO) que le da a la Argentina su propio sistema de telecomunicaciones espaciales. Arsat-2 proveerá a los países americanos de televisión directa-a-sus-casas, acceso a servicios de Internet para ser recibidas en sus antenas VSAT y transmisión de datos y telefonía por medio de IP.
Más allá de las cuestiones técnicas específicas, hay algunas cosas para celebrar. El país se ha ubicado en un lugar muy privilegiado y por lo tanto, empieza a competir en un mercado que estaba reservado a “los otros” como escribí más arriba. El propio Brasil tomó un camino diferente pero no le fue bien. Quizás empujado por los grupos equivalentes a los que hay en la Argentina, prefirieron “comprar afuera” y después desarrollar adentro. No funcionó. No solo fue un fracaso, lamentablemente, porque estoy seguro de que los científicos brasileños deben sentir que ellos tienen –por lo menos– las mismas condiciones que nosotros, sino que fue una afrenta a ellos también. Es que nadie que tenga el know-how lo va a regalar, y cuando lo vende, lo vende a “paquete cerrado”.
Por eso fue que les pregunté a todos los que participaron del programa si ya habían recibido ofertas de algunos otros jugadores. Creo que no, pero no les extrañe que así como exportamos los Messi y los Ginóbili, comencemos a ver una corriente que apunta hacia sustraernos la gente joven, que ya no solamente está preparada extraordinariamente bien en cuestiones teóricas sino que empiezan a tener una experiencia que es imposible de simular en la práctica, salvo con la práctica misma.
Los grandes estadistas son aquellos que miraron donde mirábamos todos pero vieron lo que no vio nadie. Sucede lo mismo con los científicos. Alguna vez fue Néstor Kirchner el que vio algo que no le traería ningún rédito inmediato. Se distinguió por eso también. No fue a cortar una “cinta” en un acto simbólico que termina no importándole a nadie. Pensó en algo que ni siquiera llegó a ver porque se murió antes. Pero lo que nadie podrá cuestionar con el tiempo, es que esta época estará marcada por un cambio de pendiente: en lugar de ir cuesta abajo y sin freno, ahora la Argentina empieza a ser líder y a mostrar el rumbo.
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