Lun 19.10.2015

SOCIEDAD  › ENTREVISTA A LUZ PATRICIA MEJíA, SECRETARIA DE LA CONVENCIóN DE BELéN DO PARá

“La transformación cultural profunda aún no se produjo”

La ex presidenta de la Comisión Interamericana de DD.HH., especialista en cuestiones de género, sostuvo que las respuestas a la violencia machista deben ser integrales y debe haber una transformación cultural profunda, y la capacitación de los operadores.

› Por Mariana Carbajal

En momentos en que una seguidilla de femicidios sacude al país, la abogada venezolana especializada en la temática Luz Patricia Mejía advierte que la violencia machista “es un fenómeno que se exacerba por varios motivos, uno de los más claros es la ausencia de respuestas institucionales efectivas que al final, más allá de las condenas públicas, lanzan un mensaje permanente de impunidad a la sociedad”. Mejía fue presidenta de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y relatora sobre los Derechos de las Mujeres en ese órgano. Actualmente se desempeña como secretaria técnica del Mecanismo de Seguimiento de la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contras las mujeres (Mesevi), conocida como Convención de Belén do Pará. En una entrevista de Página/12, Mejía analizó la problemática en Argentina y, en la región, destacó que las respuestas “deben ser integrales” y señaló que para ponerle freno es necesaria “la transformación cultural profunda respecto del sistema patriarcal que construyó la sociedad sobre la idea de superioridad de los hombres sobre las mujeres” y la capacitación de los operadores que recibe a las víctimas que denuncian. “Los presupuestos destinados a atender el fenómeno de violencia contra las mujeres tienen que aumentarse”, subrayó.

Mejía vive en Washington DC, donde tiene la sede la OEA. En la última semana, viajó a Lima para participar de la reunión del comité de expertas del Mesevi, que analiza los avances en la implementación de la Convención por sus Estados Parte, así como los desafíos persistentes en las respuestas gubernamentales ante la violencia contra las mujeres. Hubo un espacio de intercambio con organizaciones de la sociedad civil.

–En este último tiempo se observa una exacerbación de la violencia contra las mujeres en la Argentina. En una semana ocurrieron nueve femicidios y se agregó un travesticidio de una reconocida activista trans; en la mayoría de los casos el principal sospechoso es la pareja o ex pareja de la víctima. ¿Es un fenómeno regional?

–Es un fenómeno regional que la mayoría de muertes violentas de mujeres sea en manos de sus parejas o ex parejas aunque no sea la única causa de femicidios o feminicidios. Las cifras en la región hablan de que el lugar más inseguro para las mujeres sigue siendo su hogar: 1 de cada 3 mujeres sufre o sufrirá de violencia en su vida y de éstas, 7 de cada 10 será a manos de su pareja o ex pareja. Este es un fenómeno que se exacerba por varios motivos; uno de los más claros es la ausencia de respuestas institucionales efectivas que al final, más allá de las condenas públicas, lanzan un mensaje permanente de impunidad a la sociedad.

–Hay más leyes, se habla más del tema y, sin embargo, pareciera que hay hombres que están muy cebados y pretenden mantener a su pareja o ex pareja bajo su control y dominio a través de la violencia...

–Claro que hay hombres cebados, porque la transformación cultural profunda respecto al sistema patriarcal que construyó la sociedad sobre la idea de superioridad de los hombres sobre las mujeres aún no se ha producido. Si bien ha aumentado en la región un discurso de condena pública frente a las diferentes violencias contra las mujeres, ese discurso aún es insuficiente, esporádico y casuístico, y las políticas públicas que acompañan esta condena siguen siendo temporales y en muchos casos poco estructurales. Por supuesto, la región tiene diferentes niveles. Hay estados con mayores índices de violencia general y de violencia contra las mujeres. La región americana es la que tiene una mayor brecha de realización entre reconocimiento de derechos y realidad efectiva del ejercicio de nuestros derechos como mujeres.

–¿Qué tipo de medidas resultan más efectivas para enfrentar el problema? ¿Qué experiencia hay de buenas políticas?

–Nosotras estamos convencidas de que las medidas son integrales. Las medidas de prevención quizás son las más desafiantes para la región. La mayoría de nuestros países han desarrollado legislaciones, planes nacionales, estructuras para atender los casos. Sin embargo, la mayoría de las personas que trabajan estos casos aún no tienen la preparación para recibirlos y para generar procesos efectivos de seguimiento de las denuncias realizadas. La mayoría de las mujeres que muere víctima de sus parejas ha acudido previamente a alguna instancia en búsqueda de ayuda. La muerte violenta de mujeres por parte de sus parejas o ex parejas suele ser una crónica anunciada y parte del drama de estos casos es que ya más de un organismo tenía conocimiento de la situación de violencia que vivía buena parte de las víctimas. La muerte violenta de mujeres, el femicidio o el feminicidio opera en contextos de impunidad en toda la región porque los procesos de transformación cultural aún son incipientes. Las mujeres aún llegan y denuncian a organismos que ponen en duda su palabra, que piden testigos, que cuestionan su comportamiento. Las mujeres no confían en los sistemas de protección ni en los sistemas de justicia diseñados para atender la violencia, entonces queda mucho camino por recorrer... En los países con más causas tramitadas y resueltas en casos de femicidios, como Costa Rica, se ha disminuido el índice de femicidios, pero no así el índice de otros tipos de violencia previa a éste. Igualmente en países que han desarrollado esquemas de protección más efectivos se disminuye el femicidio pero aumentan los intentos. Es decir, no es que se disminuyó la violencia, es que se desplegaron mejores herramientas de protección. Entonces insistimos en que no sólo las leyes o los tribunales son la solución. Los presupuestos destinados a atender el fenómeno de violencia contra las mujeres tienen que aumentarse y dirigirse a procesos permanentes y estructurales de transformación cultural en todos los ámbitos de nuestras sociedades. Un hombre que asesina a su pareja o a su ex pareja cree que tiene un poder disciplinario sobre ella que le permite llegar a ese extremo, pero una sociedad que no es eficiente en la condena lanza el mensaje de que esa acción es correcta promoviendo por omisión la continuidad de este flagelo.

–¿Cuál es el rol de los medios de comunicación?

–Los medios de comunicación son parte esencial de este proceso. Los medios de comunicación tienen un papel de promoción de derechos de las mujeres pero también de la importancia del papel de las mujeres en nuestra sociedad, y al mismo tiempo, deben condenar los discursos que masifican y reproducen las ideas de subordinación de las mujeres, que profundizan las causas de la violencia y la discriminación. Lamentablemente, nuestra región sigue teniendo los más altos índices de reproducción de roles y estereotipos que alimentan de manera permanente esta violencia.

–¿Cuál es la característica de los países que tienen menos tasas de femicidios?

–Los países de nuestra región no entran en el listado de países con menos índices de violencia. Países como los escandinavos, que manejan menores índices de violencia general y menores índices de violencia contra las mujeres, tienen el tema de la reproducción de roles estereotipados altamente resueltos. La educación igualitaria empieza desde los primeros años de vida y la respuesta de la justicia es efectiva desde el primer momento en que las mujeres se acercan a pedir ayuda. Eso aún no lo hemos logrado en ninguno de nuestros países.

–¿Se pueden prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres?

–Se puede. No creemos que sea imposible, pero requiere multiplicar los esfuerzos que se están haciendo, que aún son muy insuficientes. La experiencia reciente de Argentina en que la sociedad masiva salió a cuestionar la violencia contra las mujeres ha sido muy importante. Claramente los resultados inmediatos no son aún esperanzadores pero una sociedad que condena colectivamente la violencia contra las mujeres es una sociedad que va en el camino correcto.

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