SOCIEDAD • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Mariana Carbajal
Las respuestas punitivas frente a la violencia machista son necesarias –para dar un mensaje claro de toleracia cero–, pero no deben pensarse como el único camino. Los intrincados laberintos que tienen que recorrer las mujeres que denuncian, terminan desgastándolas, sobre todo si se topan con discriminación y misoginia en los tribunales. Ese recorrido termina jugándoles muchas veces en contra en lo que anhelan: cuando piden ayuda poner un freno a la pareja o ex pareja que las maltrata con impunidad –ya sea a través de una denuncia, o contando su historia en alguna dependencia pública o en alguna ONG–, lo que quieren, finalmente, es vivir en paz, sin la amenaza del hostigamiento verbal, el zamarreo, el golpe, la paliza, no quieren sentir más el miedo visceral de que las pueden matar, a trompadas, ahorcándolas, con un cuchillo, prendiéndoles fuego o de un tiro. Eso buscan las mujeres que se separan de un hombre violento: vivir en paz. Pero muchas veces no lo logran: ni aún denunciándolos. Muchas de las víctimas de femicidio, habían interpuesto denuncia contra el agresor y tenían medidas de protección. En España se repite ese problema: el 17 por ciento de las mujeres asesinadas por su pareja o ex pareja en 2014 habían pedido medidas de protección; el 31 por ciento lo había denunciado. Pero no fue suficiente. Las respuestas deben ser integrales. Pero parece que no son prioritarias las podrían atacar las raíces estructurales del problema. Hay que pensar en las cuatro P:
1) Presupuesto para capacitar a los operadores de la justicia y de las comisarías para que entiendan la problemática de la violencia de género, que las víctimas no son iguales a las de otros delitos porque ya parten de que están insertas en un contexto de subordinación histórica; que las mujeres no inventan los casos (las denuncias falsa son exiguas), que las respuestas deben ser oportunas para protegerlas (si se llega tarde o mal, puede significar la muerte).
2) Presupuesto para brindar ayuda a las víctimas, para acompañarlas, para empoderarlas, para ofrercerles subsidios cuando lo requieran, soluciones habitacionales si la necesitan.
3) Presupuesto para profundizar la educación sexual integral en todos los niveles de la educación: porque la otra cara de la violencia machista es la discriminación de las mujeres en la sociedad, y sólo con políticas de fondo y largo plazo se puede revertir la matriz patriarcal y machista que atraviesa a toda la sociedad. La prevención de los noviazgos violentos es esencial. Los medios de comunicación también deben comprometerse en la misma línea: para erradicar los estereotipos de género, y evitar transmitir mensajes que descalifiquen a las mujeres.
4) Presupuesto para campañas permanentes de concientización sobre el problema, que adviertan sobre las primeras señales de alarma, los lugares donde acudir. En momentos en que los candidatos a la presidencia entran en la recta final hacia los comicios del próximo domingo, es urgente un pronunciamiento claro sobre el dinero que van a destinar para enfrentar el dramático escenario que dibujan los femicidios, que apenas son la punta del iceberg del fenómeno de la violencia machista. Lo exigieron las miles de personas que salieron a la calle el 3 de junio con la consigna #Ni una menos, y están ansiosas por salir nuevamente, porque detrás de cada una de esas mujeres que ya no están –asesinadas por su pareja o ex pareja– hay cientos, miles, que padecen maltratos habituales de parte de su pareja o ex pareja, tal vez la violación de los derechos humanos más frecuente que todavía persiste en el país, y tiene su epicentro en tantos hogares argentinos.
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