Dom 25.10.2015

SOCIEDAD  › TRADUCTORES Y CORRECTORES EN UNA CACERIA DE ERRATAS EN LAS CALLES DE SIETE CIUDADES

El safari de las faltas de ortografía

Buenos Aires, Morón, Mendoza, Mar del Plata, Río Grande, Córdoba y Posadas vieron a profesionales del idioma salir a la caza de faltas. Las fotos-trofeo se darán a conocer el martes, Día del Corrector.

› Por Soledad Vallejos

Van por la vida sin poder contenerse. Algo tan cotidiano como caminar por la calle prestando atención a las publicidades, leer un diario en un bar, o ver una película, puede convertirse en una seguidilla de amarguras.

–¿Sufre un traductor y corrector cuando ve erratas por ahí?

–Es una vida de sufrimiento constante. Yo me dedico a traducción audiovisual. Cuando doy clases, lo primero que digo es “a partir de hoy, les voy a arruinar su experiencia en el cine”.

Entre risas, pero lo dice. Damián Santilli, coordinador de la Comisión de Español del Colegio de Traductores Públicos (CTP) de la ciudad de Buenos Aires, lo reconoce en un alto de la cacería de erratas que ayer lo llevó a desafiar la mañana fría y ventosa en compañía de colegas traductoras y correctoras. La misión era sencilla, aunque quizás no tanto: caminar con cámara en mano, ojo afilado, espíritu templado para soportar la angustia de los errores que no podrán corregir, y documentar esos usos errados del idioma. El objetivo inmediato es atesorarlos y compartirlos en el perfil de Facebook de la Comisión (https://www.facebook.com/comisiondeespanol/) el martes próximo, 27 de octubre, cuando –como todos los años se celebre– el Día del Corrector. Así les gusta festejar: demostrando que su profesión tiene sentido más que para ellos. ¿Por qué? “Porque las erratas pueden dar mensajes equivocados. Y eso puede traer problemas, como pasó con la intérprete de Obama en su encuentro protocolar con el rey de España (N. de R.: en septiembre de este año, cuando se encontraron en la Casa Blanca). Imaginate si todo el tiempo cometiéramos esos errores y no cuidáramos el idioma, cuántos problemas diplomáticos, políticos, económicos podríamos generar”, dice Virginia, una de las cazadoras de erratas más aguerridas de la jornada. Su colega Cecilia también lo plantea con sencillez: “En general, todos convivimos en un sistema y la lengua nos garantiza acceso a muchísimos derechos también. Por eso es importante que sea clara, que comunique lo que se necesita comunicar y esté a disposición de todos. Si uno en la calle de Buenos Aires encuentra mensajes en otros idiomas, o errores y eso se generaliza, porque el que ve esa coma mal usada se dice ‘si lo puso un publicista, la uso yo, debe estar bien’, o si veo que todo está escrito en inglés, se empieza a generar confusión y también exclusión. ¿Qué pasa si no sabés ese otro idioma?”.

El punto de partida es un primer trofeo para la jornada. En una esquina tan concurrida como la de Santa Fe y Coronel Díaz, la cartelería urbana que indica los nombres de las calles no se pone de acuerdo. ¿Con tilde? ¿Sin tilde? Cuando los cazadores bajan cámaras y vista, la publicidad de una serie de televisión los atrae como un imán: “Quedarte con el dinero de tu ex, es irresistible”, reza el texto. “¿Pero para qué esa coma?” dice Damián. “Si no estuviera el verbo, o si no estuvieran marcadas en dos colores las dos partes de la frase, se entendería, pero ¿así?”, plantea otra traductora que acaba de llegar con Emi, que con su año de edad no pierde un segundo de las risas y el aire ofuscado de los adultos. “Y claro –dice Cecilia–. ¡Quisieron usar la coma de respiración! Pero está mal”, sentencia Cecilia. “Con lo que sale una campaña de estas en vía pública, para poner los afiches, diseñarlos, imprimirlos, ¿qué costaba contratar un corrector para corregir una frase?” se pregunta otra, que conoce la respuesta numérica pero no por qué en la agencia publicitaria de marras nadie se planteó la misma pregunta.

–¿Y qué pasa con los avisos en inglés?

–Quizás en algunas zonas no sea así, pero del total del público argentino el que comprende inglés es poco. Deja mucha gente afuera un aviso así –reflexiona Damián.

–Por ahí una palabra o dos puede entender mucha gente, pero decime “soul shaking clarity”. ¿Y “be moved”? –acota Virginia, señalando la publicidad de un equipo de sonido cercana.

Con las variantes ad hoc de cartelerías halladas, la escena se repite en Morón, Mendoza, Mar del Plata, Río Grande, Córdoba y Posadas. A la misma hora, con el mismo objetivo. ¿Cómo pueden estar seguros? Porque se van comunicando hallazgos y peripecias por whatsapp.

En Argentina, cerca de 50 mil personas viven de traducir y corregir textos; sólo en la ciudad de Buenos Aires, hay alrededor de 9 mil matriculados en el CTP. Hay especialidades, porque no es lo mismo la tarea de un traductor público que la de uno científico, o técnico o literario.

Mientras caminan por avenida Santa Fe, podrían anotar como si de un relevamiento se tratara la cantidad de carteles publicitarios que todavía ponen tilde a “fe”, o a la “o” que queda entre números. Ríen, sí, pero al minuto los argumentos para que eso cambie ceden ante la gracia ocasional. De repente, el grupo se arremolina en torno al afiche de una pequeña tienda de suplementos vitamínicos. Por más que buscaron, en esos textos no hay un solo error. Alguien sugiere:

–¿Podemos felicitar al que hizo las cosas bien?

–¿Pero qué le vamos a festejar? ¿¡Qué bien que está escrito su cartel, señor!?

Virginia se detiene ante las promociones que un supermercado oferta para el día. Es implacable: “Ese ‘%’ tiene que ir separado, no pegado al número. Esta ‘o’ no se acentúa, está entre números, no te lo confundís con un cero. Acá ¿qué es 2190? ¿Sale dos mil ciento noventa? ¿Sale 21 con 90? Un extranjero ve esto y no entiende. ¿Y por qué ponen ‘stock’, cuando tenemos la palabra ‘existencias’?”.

–¿Sirve como equivalencia?

–Es que es lo que significa. No está mal que vos uses palabras en otro idioma, siempre que marques que eso es un préstamo. De alguna manera tenés que decirle al lector “acá estoy haciendo uso de este préstamo porque no existe en la lengua”. Nosotros a veces hacemos un uso excesivo de anglicismos o de extranjerismos, cuando no es necesario. Tenemos un idioma super rico con un montón de palabras, un montón de sinónimos. Entonces, ¿por qué tenemos que hacer uso de palabras de otro idioma? ¿Porque queda más cool? –calla un instante y nota qué palabra usó–. ¿Ves?

Por Pueyrredón hacia el río, Damián dice que el cartel más memorable de estos cuatro años de cacería lo encontraron en Florida al 1000. “Es una placa de bronce, que debe tener metro y medio de alto, de la Sociedad Rural Argentina. Tiene problemas de concordancia entre sujeto y predicado, mal las comas, las mayúsculas, las tildes. ¡Todo! Todo lo que no hay que hacer está en esa placa. Y lleva ahí 30, 40 años. Si un cartel hoy día dice ‘feliz día, mamá’ y le ponen tilde a feliz, bueno, el mes que viene no lo ves más, no tiene más tilde. Pero esa placa queda para siempre. Ahí está el problema.”

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