SOCIEDAD › EL SUBJEFE DE LA METROPOLITANA DESMINTIO QUE LUCAS CABELLO FUERA FUSILADO POR “VIOLENCIA DE GENERO”
El segundo de la policía porteña, Ricardo Pedace, descartó la violencia de género. El policía imputado dijo que disparó porque Cabello estaba armado, pero no hay otra arma.
› Por Horacio Cecchi
Tres días después de que Lucas Cabello recibiera indefenso tres disparos –los dos últimos mientras se retorcía de dolor en el piso tras recibir el primero– por parte de un oficial de la Metropolitana, y dos días después de que la vicejefa de Gobierno porteño y gobernadora bonaerense electa María Eugenia Vidal justificara al metropolitano al afirmar que se trataba de “un caso de violencia de género”, el subjefe de la policía porteña, Ricardo Pedace, contradijo a Vidal. “No, no, no es que desmiento (a Vidal) –aseguró Pedace en una entrevista radial–, sino que (la violencia de género) no era el motivo del hecho que ha ocurrido”. A su vez, el metropolitano detenido, Ricardo Ayala, declaró ayer ante el juez Osvaldo Rappa: sostuvo que se defendió de “una agresión”, y que Lucas estaba armado y por eso disparó. Pese a todas las experiencias de armas plantadas en casos de gatillo fácil, la supuesta arma de Lucas nunca apareció. Las declaraciones de Vidal, al mismo tiempo, continuaron provocando repudios. Ayer, la Defensoría Pública de la Ciudad se agregó a las críticas afirmando que “Vidal intenta justificar y naturalizar la violencia policial utilizando como excusa un falso caso de violencia de género”. Lucas, entretanto, se sigue debatiendo por su vida en terapia intensiva del Hospital Argerich.
El lunes a las 15.30, Lucas Cabello fue baleado por el policía de la Metropolitana Ricardo Ayala, quien se encontraba de consigna en la puerta de al lado de su casa, en La Boca, por un caso de amenazas entre vecinos. Por algún motivo que se desconoce, se desató una discusión entre el joven de 20 años y el uniformado también joven, también de 20. Luego vinieron los tres disparos. Según dos testigos, un tiro primero y ya en el piso los otros dos. No se encontró otra arma y sólo las tres vainas del arma del uniformado.
Un día después, la conmoción trasladada a los medios llevó a Vidal, acompañada por su jefe, Mauricio Macri (quien no curiosamente optó por no hablar), a decir a micrófono abierto que “se trató de una cuestión de género. El policía protegía a la mujer que apretó el botón antipánico”. Las declaraciones de Vidal desataron críticas generalizadas. Ayer se sumó el Programa contra la Violencia Institucional de la Defensoría Pública porteña. Christian Gruenberg, titular del organismo sostuvo que “no fue un caso de violencia de género, sino de violencia policial. vidal intenta justificar y naturalizar la violencia policial utilizando como excusa un falso caso de violencia de género”. Un día antes, las organizadoras de Ni Una Menos denunciaron en un comunicado titulado “No en nuestro nombre” que: “El Estado porteño se ampara en un problema real –la violencia contra las mujeres– para avalar un accionar en extremo punitivo, sin respeto al debido proceso ni a las garantías constitucionales. Este no es un caso aislado pues la Policía Metropolitana, creada en 2011, ya cuenta casi tres decenas de muertos por uso letal de las armas”.
Lo sorprendente del caso fue la intervención del subjefe de la Metropolitana, Ricardo Pedace. Ayer, durante una entrevista en el programa Casi Despierto, de Nacional Rock, dijo que la consigna policial se realizaba en el interior de la calle Martín Rodríguez 559, por una denuncia entre vecinos. Una mujer que había recibido amenazas de los habitantes de la habitación contigua había recibido en agosto de 2014 de parte de la justicia un botón antipánico y custodia policial, pero el joven herido “nada tenía que ver dado que su domicilio es al lado”. “Entonces, usted desmiente a María Eugenia Vidal”, le preguntaron en el programa. “No, no, no, no es que desmiento sino que (la violencia de género) no era el motivo del hecho que ha ocurrido.”
Ayer, para mayor confusión en las filas oficiales, declaró Ayala, el joven de 20 años, uniformado y armado para custodiar, con acaso un par de meses de experiencia, en un barrio con memoria álgida sobre la actuación uniformada, incluyendo la Metropolitana. A todo esto, cabría preguntarse cómo hubiera reaccionado el pibe uniformado si la mujer a la que custodiaba hubiera sufrido, por ejemplo, un insulto de parte de sus vecinos.
Justificando esa línea, y la propuesta por María Eugenia Vidal, Ayala declaró, según confiaron a Página/12 los investigadores, que había dejado la puerta de consigna para acompañar al hijo de la mujer que custodiaba, que salía para hacer unas compras. Ayala dijo que se quedó en la puerta de calle y que el joven siguió caminando y al llegar a la esquina se cruzó con Lucas Cabello. Cuando Cabello llegó hasta la puerta de al lado de su casa, donde se encontraba Ayala, según el policía lo empieza a increpar, a decir que su arma era mejor, y se levanta la remera y le muestra un arma en la cintura.
El arma que según Ayala, le mostró Cabello, nunca apareció y no fue disparada, con lo que la verosimilitud de existencia es algo endeble. Más endeble resultan las acciones descriptas en la declaración. El policía declaró que en determinado momento Lucas extrajo el arma y le apuntó. El entonces, desenfundó su arma y disparó una vez. No está claro cuál de los disparos fue el primero, pero cualquiera de los tres, uno en un testículo, otro en el bazo y otro en la garganta, con una 9 milímetros, lo hubieran volteado al piso, pero como en las películas, Lucas siguió parado y apuntándole, Entonces, Ayala dijo que volvió a disparar y ahí si lo derribó. No declaró que hubiera disparado otra vez, aunque su arma fue disparada tres veces, se recogieron tres vainas, y Lucas presenta tres heridas diferentes. Después, dijo que subió corriendo y apretó el botón antipánico para que llegaran sus colegas.
Al menos un testigo sostiene que escuchó el primer disparo, miró y Lucas estaba en el piso en posición fetal y que el policía en ese momento se acercó y le disparó dos veces más.
También declaró el hijo de la mujer custodiada, que había bajado a hacer las compras y se cruzó en la esquina con Lucas, que volvía de la panadería. El joven, que no mantiene buena relación con Lucas ya que éste es amigo de los vecinos denunciados por su madre, declaró que vio a Lucas mal vestido, drogado y con un arma en la cintura. La panadera, que recibió a Lucas cuando éste fue a comprar pan, había declarado en cambio que Lucas no tenía nada anormal, no tenía aspecto de drogado ni vio que estuviera armado. El joven describió el arma que supuestamente tenía Lucas y coincide con la descripción hecha por el policía: era plateada. La coincidencia no es sorpresiva: el mismo Ayala dijo que corrió a la casa a apretar el botón antipánico, y pudo haber instalado la idea. Entre la versión de un policía que los custodia en la puerta de su casa y la de un amigo de los vecinos odiados, no es difícil imaginar de qué lado de los hechos se puede ubicar el testimonio. Pero aunque hubiera mostrado un arma por ahora inexistente, la explicación no cierra a los investigadores, que se preguntan cómo hizo Lucas para resistir de pie, sin responder tirando, ni soltando el arma ni cayendo.
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