SOCIEDAD › COMO IMPACTARON EN LAS MUJERES LOS CAMBIOS SOCIALES DE LOS ULTIMOS VEINTE AÑOS
Las relaciones amorosas, los mandatos, el sexo, la vida profesional, las transgresiones. Confesiones de Mujeres de 30 fue un éxito teatral en los 90. Esta semana se reestrena y aquí las artífices de la nueva puesta hacen un repaso del antes y el ahora de una edad que es un momento de inflexión.
› Por Mariana Carbajal
De las cremas anticelulíticas a los electrodos, la microdermoabrasión y la medicina ortomolecular. Del levante cara a cara al ligue en redes sociales y por WhatsApp. Confesiones de Mujeres de 30, la obra teatral que fue un gran éxito dos décadas atrás, vuelve aggiornada –amantes veteranos que recurren al viagra, relaciones lesbianas, niñeras indispensables–, pero con su esencia intacta: una comedia divertida, por momentos ácida, en la que se suceden monólogos, pequeños diálogos y diferentes situaciones, interpretados por tres actrices treintañeras que se ríen de sus problemas, de sus fracasos sentimentales y de los mandatos sociales, en una edad en la que sienten que todo debe ocurrir “ahora o nunca”: ser famosas, ganar mucha plata, tener un hijo. ¿Qué cambió para esa generación en estos veinte años? En una entrevista de Página/12, su directora, la consagrada Lía Jelín –Toc-Toc, entre otras obras taquilleras– cuenta por qué la pieza teatral, que estrenó en el país por primera vez en 1994, no perdió vigencia y analiza las transformaciones sociales que enfrentan hoy las chicas de 30. “Antes, lo transgresor era tener muchas relaciones. Ahora la represión no está puesta ahí: está en la dificultad de profundizar en una sola relación. Todo es touch and go. Todo es descartable”, dice Jelín.
Si en la primera versión, el hecho de que una treintañera llevara preservativos en su cartera era una especie de desobediencia social –y las actrices perturbaban al público, entregando forros a la platea–, hoy son pocas las que no lo llevan y, en todo caso, es raro que un hombre se sienta intimidado por esa situación, acota Verónica Lorca, una de las guionistas que adaptó el libreto junto a Florencia Alcorta. “El lugar del preservativo hoy lo ocupa un anillo vibrador: llevarlo en la cartera, eso es lo transgresor”, agrega Lorca (ver aparte).
De la mano de Jelín, se subirán al escenario a partir del próximo jueves en el teatro Picadero Sofía Gala Castiglione, Tamara Pettinato y Julieta Cayetina. Pettinato, que es hija del conductor y músico, es la única para la cual será su primer trabajo actoral. Al principio, cuenta la directora, las tres decían que la obra no las representaba. Pero poco a poco se fueron dando cuenta de que sí, de que había muchas situaciones que de alguna forma u otra tenían que ver con sus vidas o, incluso, las superaban. En la obra, una de ellas dice lo que viven muchas jóvenes de su generación: no creen más en el hombre ideal ni en el casamiento –ya muchas se separaron–, pero sueñan con un caballero que se quiera casar con ellas y sea el padre de sus hijos.
Basada en los textos del brasileño Domingos de Oliviera, y ganadora del premio Ace Mejor espectáculo de humor, Confesiones llegó a estar tanto tiempo en la cartelera porteña en los 90 que las actrices originales –Alejandra Flechner, Virginia Innocenti y Andrea Politti– decidieron un día bajarse del proyecto para buscar nuevos horizontes, y dejaron su lugar a un nuevo elenco, que se renovó con la incorporación de Carolina Peleritti, Alejandra Majluf y Bernarda Pagés. También llegó a representar los monólogos Florencia Peña, entre otras actrices. La última vez que se hizo en el país fue en 2009. Jelín también montó Confesiones, siempre con éxito, en México, donde se hizo por 12 años, Chile y España. Actualmente, se está haciendo en Cataluña, pero con otra puesta.
–¿Por qué cree que la obra tiene tanta vigencia? –le preguntó este diario a Jelín, en un alto en los ensayos, en una sala de Palermo. A los 81 años, la directora, actriz, bailarina y coreógrafa responde: “Los 30 años son un momento de inflexión. Tienen la exigencia de conseguir todo, ahora o nunca: tener hijos, si no los tuvieron, porque el reloj biológico las empieza a correr y, si los tienen, están apretadas por lo que significa criarlos, porque muchas ya están separadas, y sienten que tienen que hacer plata. Tienen una insatisfacción generalizada, que es a la vez global”.
Esta puesta incluye nuevos monólogos que no estaban en la primera versión: el de la actriz que cree sentirse atraída por una amiga lesbiana y el de la que traicionó los ideales que tenía a los 20 años y se convirtió en una desesperada por “acumular” dinero. Y además, el de la actriz separada y con un hijo, que trabaja de noche, y que siente que se le desmorona la vida –no con el divorcio, tampoco con el hecho de tener poco trabajo– sino cuando se le va la niñera rusa. Hasta hay una alusión a la multitudinaria marcha del “Ni una menos”, contra los femicidios, del 3 de junio. No sólo en una de las intervenciones del personaje que encarna Sofía Gala. También la producción decidió sumar la frase contra los femicidios en los afiches que promocionan la obra, como forma de tomar una clara posición frente al problema de la violencia machista.
Con mucho humor, los monólogos recorren distintas realidades que van contando las tres actrices amigas: la que recuerda su adicción a las terapias, la que salió con un hombre casado, la que dice que hay que probar con un amante menor de edad y también con otro de 60 –que toma viagra–, la que rememora cuando volvió con su ex, la que está desesperada por la celulitis y tiene miedo de envejecer y que no la llamen más a trabajar. “El público es la cuarta amiga”, apunta Jelín. En un momento, las actrices interactúan con la platea y realizan una encuesta con el público: antes preguntaban por el tamaño del órgano sexual masculino, una pregunta pasada ya de moda. “Ahora preguntan por la vida sexual, cuántas veces lo hacen, cómo, y ese tipo de cuestiones”, señala Jelín.
En la versión que protagonizaron Flechner, Politti e Innocenti, una de ellas, recién separada, expresaba su sensación de libertad y celebraba que a partir de ese momento podría cortarse el pelo sin preguntarle a su marido, situación inimaginable por estos días entre treintañeras –aunque siempre quedan controladores de todas las generaciones–, menciona Lorca.
Si antes celebraba que iba a poder ver porno, ahora el personaje de Tamara Pettinato le da una vuelta más y dice: “Puedo ver películas porno sin tener que borrar el historial”. Si antes se hablaba de que iba a poder ganar más plata que él, ahora se agrega “sin que él sienta amenazada su virilidad”, entre otros cambios, porque ya no es tan inusual que ella gane más que él en una pareja.
–¿Y cómo fueron sus 30?
Histriónica, de cuerpo pequeño y cabellos rojizos, Jelín se ríe: “Yo viví siempre muy aceleradamente. Me fui a los 16 de mi casa. Primero a Córdoba, después a Israel, viví en un kibutz, me quedé en Israel estudiando danza moderna...”, empieza a contar. Y se vuelve a reír de sus recuerdos.
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