SOCIEDAD › LA SITUACIóN EXTREMA DE UN INSTITUTO DE LA CIUDAD PARA CHICOS VULNERABLES
El Isauro Arancibia alberga a casi 300 niños y adolescentes. No hay estufas, pero sí ventanas sin vidrios. El subsuelo se inunda. La reforma que encaró el gobierno porteño quedó trunca. Y sigue la amenaza de demolición del edificio para hacer el metrobús Sur.
› Por Gustavo Veiga
El desprecio por la educación y los casi 300 chicos que asisten al Instituto Isauro Arancibia está impregnado en cada pared del viejo edificio de Paseo Colón 1318. El frío polar penetra por las ventanas sin vidrios. No hay una sola estufa que mitigue las bajas temperaturas en este invierno que llegó por adelantado. La sala del jardín de infantes en el subsuelo se inundó más de una vez. Las obras para refaccionar el inmueble se hicieron a medias. Lo prueba un hueco vacío: espera por un ascensor que nunca se colocó. La consecuencia, en este caso, es que los alumnos discapacitados deben ser subidos a upa para acceder al primer piso. Susana Reyes, la directora de este lugar emblemático donde se brinda educación popular a niños y jóvenes en situación de calle o vulnerabilidad extrema, sintetiza la situación: “El gobierno porteño trata a los pibes como a la escuela. Los ningunea”. Pero lo peor se vislumbra a futuro. Sobre el Isauro –como lo llaman con cariño sus docentes y estudiantes– pesa una amenaza de demolición porque se levanta en la traza del proyectado metrobús sur.
En la cuadra del bajo de San Telmo entre avenida Garay y Cochabamba, sobreviven a la piqueta el instituto educativo y la sede del Caina (Centro de Atención Integral a la Niñez y Adolescencia). Para el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta entorpecen la obra fetiche del macrismo que ha ido ganando espacios en la ciudad. Un fallo de la jueza Patricia López Vergara, del fuero en lo Contencioso Administrativo y Tributario porteño, frenó la demolición a fines de 2014. Además, les ordenaba a las autoridades que diagramaran un nuevo trazado para el carril exclusivo de colectivos.
Con un presupuesto adjudicado de casi 13 millones de pesos para poner en condiciones el edificio, el estado le concedió las obras a Lihué Ingeniería que, según la Auditoría General de la Ciudad (Agcba), las tendría que haber terminado el 12 de septiembre de 2014. Reyes dice que “comenzaron el año pasado con la idea de que finalizaran en este último verano para dejar la escuela en condiciones. Adelantamos el cierre del ciclo lectivo al 4 de diciembre pero cuando volvimos faltaba un montón”.
En su informe de 2015, la Agcba señala: “La demora en la ejecución de la obra hace que la planta baja y el subsuelo estén desocupados, mientras en la planta alta, los 200 alumnos (adolescentes y adultos), con los 38 niños y los 40 trabajadores, permanecen hacinados”.
En el Isauro hay tres niveles a los que asisten desde niños hasta mayores. El jardín de infantes que debería funcionar en el subsuelo recibe a bebés desde los 45 días a pibes de tres años; hay un curso de nivelación para menores de hasta 14 años y la primaria para adultos que no tiene límite de edad. Además, se acaba de abrir el Plan Fines de la escuela secundaria que depende de la Universidad de Avellaneda. Casi todos los alumnos que asisten viven en las calles del sur de la ciudad o en el sur del Gran Buenos Aires. Su situación es de vulnerabilidad absoluta.
Sergio Agüero es docente del Centro educativo. Cuenta que en el edificio “no hay gas, estufas, tenemos problemas en los baños y hasta falta un ascensor para los chicos discapacitados. El Isauro funciona desde 2011 en Paseo Colón pero antes dio vueltas por varios lugares”. Reyes describe que “de pronto, en marzo pasado, se paralizaron las obras. Había como veinte personas trabajando y no volvieron más. Extraoficialmente nos llegó la información de que se paraba la refacción del edificio. Y volvió una versión muy fuerte sobre la demolición, mientras a nosotros desde el gobierno no nos dicen nada”.
En el Instituto, además de las tres propuestas educativas que brinda, se dan actividades formativas que persiguen una salida laboral. Van desde talleres de oficios como panadería, peluquería y fotografía hasta música, radio, revista y serigrafía, entre otros. Los alumnos también escriben su propia publicación: La Realidad sin Chamuyos.
Un proyecto que ya lleva siete años se llama Ecobolsas. Apunta a la inclusión social y promoción de la ecología. Sus creadores, Patricia Frankel y Alfredo Schwarcz, explican: “los jóvenes que llegan al Isauro luego de pasar noches desgarradoras en la calle con la necesidad de encontrar un lugar cálido, se encuentran con una escuela helada y en muchas aulas sin vidrios. La mayoría de los chiquitos que concurren al jardín maternal están con cuadros de bronquitis, neumonías y pulmonías”.
Por estas calamidades la comunidad educativa del Centro educativo decidió salir a la calle. Ya hubo un encuentro pedagógico el viernes pasado y para esta semana se organizaron dos jornadas. Una relacionada con los derechos humanos y otra con la cultura, prevista para la víspera del 25. Con motivo de la Revolución de Mayo, se montará un escenario sobre la calle Cochabamba donde quedará representado “un momento de resistencia”, cuenta Martín Mendizábal, el tallerista que conducirá una radio abierta. Los alumnos del Isauro también realizarán su aporte. Representarán con un muñeco gigante que hicieron con sus propias manos al chico que vive en la calle. A ese pibe que corre peligro de quedarse sin su escuela.
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