Jue 02.06.2016

SOCIEDAD  › OPINIóN

NiUnaMenos en los pueblos originarios

› Por Roberto Villarruel *

Hace unos días se conoció una noticia que se refería a una niña de 12 años embarazada como producto de una violación colectiva. La noticia es de por si dramática, pero lamentablemente no es un hecho inédito o aislado en la Argentina, en donde la violencia contra niñas, niños y adolescentes es creciente y poco visibilizada.

Lo que agrava aún más la noticia es el hecho de que la víctima pertenece a una comunidad wichi de Salta. La niña no recibió ni la atención, ni la asistencia médica o legal que establecen las normativas vigentes ni tampoco la garantía de un traductor o asesor de su comunidad que garantizara la correcta comunicación y comprensión de la situación en su lengua de origen y de sus derechos, según también establecen sendas normativas y legislación sancionada al respecto. En este caso, la discriminación cultural también opera como violencia de género.

Este hecho se enmarca en la situación alarmante e inaceptable y de los padecimientos que deben afrontar los miembros o descendientes de la mayoría de los pueblos originarios en nuestro país.

Todas las injusticias, los sufrimientos y la exclusión que viven los sectores más vulnerables de nuestra sociedad se agravan y multiplican en el caso de los integrantes de las comunidades originarias y la violencia de género no es una excepción sino la regla. El acceso al sistema de salud, a información, a viviendas dignas, entre otras cuestiones, contribuyen a esta desigualdad.

La invisibilidad fue y es el primer y principal factor de exclusión de los pueblos originarios en la Argentina. Desde el relato original del “desierto” argentino, aquel que construyó la Nación a fines del siglo XIX ( y que curiosamente fue extendido a todo el territorio, incluso a las provincias del noroeste y del noreste densamente pobladas por comunidades originarias) hasta la cristalización de un sentido común que sentencia que los argentinos “venimos de los barcos” y somos europeos y blancos, se fue cimentando un manto de negación sobre la presencia, la existencia, la influencia de los pueblos originarios en nuestro entramado social.

Para dimensionar la importancia de estos pueblos: en la Argentina existen hoy aproximadamente 38 naciones originarias. Actualmente la comunidad wichi está integrada por 60.000 personas y, con el aporte de los inmigrantes de países limítrofes, los hablantes de quechua, guaraní, mapuche, suman un gran número de hablantes.

Las leyes vigentes y los paradigmas que se han venido consolidando en América Latina en los últimos años establecen claramente la obligatoriedad y la necesidad de garantizar el acceso a la comunicación en la propia lengua a los integrantes de comunidades originarias en cualquier aspecto se su vida como ciudadano o habitante de la República Argentina con el fin de asegurar la inclusión social efectiva, la integración de una sociedad plurilingüe y la provisión de justicia y la ampliación de derechos. Enseñar, aprender y difundir las lenguas de los pueblos originarios es el primer paso para la integración.

Mañana nos sumamos a la marcha de NiUnaMenos promoviendo para los pueblos originarios el respeto e igualdad ante la justicia. Esa que a la niña wichi le fue negada.

* Director del Centro Universitario de Idiomas.

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