SOCIEDAD
› LA INVASION DE ARTISTAS CALLEJEROS EN LA CIUDAD DE MAR DEL PLATA
Los buscavidas que hacen temporada
Hacen de Chaplin, cuentan chistes, cantan mexicano. Todo vale por algún peso de los turistas en la rambla y las peatonales.
Para la mayoría de los turistas son simples “buscavidas”, gente que trabaja en lo que puede, para sobrevivir. Uno de ellos, Luis “El Loco” Tami, reconoce, a los 70, que su historia fue hecha “a mano”, por lo artesanal, yugándola de conductor de un mateo, hace 30 años, esperando a la salida del Casino Central, como heladero en la playa o sacando fotos de cumpleaños. Ahora sigue con la cámara en la mano, cobrando un par de billetes por fotografiar chicos en brazos de falsos superhéroes, Batman o los Power Rangers, o con un apesadumbrado Mickey Mouse. Tami organiza la troupe, integrada por algunos de sus cuatro nietos. Otros artistas callejeros, en cambio, evidencian un mayor nivel profesional, como el grupo de mariachis “Sentimiento Azteca”. Ninguno de sus integrantes ha nacido en México, como sería natural, pero al menos dos tienen ancestros de esa nacionalidad y todos demuestran una sólida formación musical. “Los mariachis son facinerosos (lo usa como sinónimo de fascinación) y ésa es la clave del éxito”, dice su creador, Víctor Ramón Zapata, un mendocino que pasa parte del año en España, con otro grupo de mexicanos disfrazados, haciendo lo mismo, pero en la Plaza Mayor, en Madrid.
La fauna de personajes que durante horas se adueña de la rambla del Casino Central y las peatonales Rivadavia y San Martín incluye a varios imitadores de Piñón Fijo –uno de ellos admite que es “Alfredo Yabrán”, confirmando la primicia mundial de la revista Barcelona– que tienen un desigual resultado a la hora de recaudar. Uno de ellos hasta se enoja o le recrimina a los padres por no regalarles a sus hijos los globos con formas fálicas que ofrece por dos monedas de un peso. También hay una cantante femenina que desentona con entusiasmo, tanto cuando imita a Ramona Galarza como cuando aturde con Valeria Lynch. Sin embargo, el auditorio de hipoacúsicos que la sigue, siempre aplaude.
Uno de los números más “exitosos” del verano es el que hacen dos cordobeses, siempre a rambla llena, intercambiando chistes y palabras gruesas al mejor estilo Jorge Corona. Lo insólito ocurrió hace dos noches, cuando terminaba el show, y los dos “artistas” se pelearon por problemas con el sonido (usan micrófonos inalámbricos) y dejaron la parodia sin el broche final, justo cuando habían convocado, literalmente a empujones, a cuatro lindas chicas del público que hacían de partenaires. Los espectadores se dividieron: un sector quería lincharlos y otro, menor en número pero persuasivo, buscó una reconciliación imposible. Los actores se fueron sin saludar. Ya habían pasado la gorra.
El desplante choca con la amabilidad extrema de Carlos Enrique Balbi, un juninense de 37 años que este verano se disfraza de Chaplin y le pone un toque extraño a la postal de los famosos lobos marinos de Mar del Plata. El actuó muchos años, en teatros o cafés concert, haciendo rutinas similares a Corona o José Luis Gioia, y hasta imitando al papa Juan Pablo II. “Las películas de Chaplin las veía de chico, en un proyector de Súper 8, y de allí aprendí cada mueca.” Lo dice mientras ensaya las mil y una caras del Vagabundo, en tanto juega y se saca fotos con los chicos. Con lo recaudado por mes “a veces dos mil pesos, otras 200”, alimenta a su mujer, que “a veces tiene trabajo” y a su pequeño hijo, con los que vive en la localidad bonaerense de Lanús.
El patriarca de los “buscas” es Luis Tami, que acaba de gritar los 70 años de vida. En tiempos de la dictadura militar, luego de manejar un mateo por la avenida Luro y de vender helados en la playa, se disfrazaba de Pantera Rosa para sacarse fotos con los más chiquitos, con los que tiene un don especial a la hora de convencerlos. “Muchas veces me metían preso, me cagaban a palos y encima me sacaban la recaudación y en una oportunidad hasta la cámara de fotos.” La policía se daba el lujo de meter preso a la Pantera Rosa, apodo incomprensible que alguna gente le daba aldictador Jorge Rafael Videla. Hoy, “El Loco” Tami, casi sin pelo, sigue instalado en la plaza San Martín, frente a la Catedral, con su flash y su cámara, acompañado por un Hombre Araña que vive en Monte Chingolo y se llama Jorge y con una serie de personajes insólitos (los Teletubis, Batman, el dinosaurio Bernardo y otras excentricidades).
En su cómodo departamento sobre la calle Corrientes, los mariachis “Sentimiento Azteca” buscan demostrar que son profesionales. El creador y alma mater es Víctor Ramón Zapata, mendocino, que lidera los ensayos previos a cada salida. Puede ser una serenata a la luz de la luna, un saludo de aniversario de bodas en el restaurante Cocina Mamá, uno de los más concurridos de la ciudad, o un pequeño concierto para el cumpleaños de Valeria Lynch, la verdadera, como ocurrió esta semana. Los otros mexicanotes son Micky Vildoza y Ulises Correa (ambos nacidos en Tucumán, esquina Guadalajara), Rubén Omar Pereyra y otro que dice llamarse, aunque nadie le cree, Omar Bolaños Mendizábal.
“Nosotros tocamos los cuatro instrumentos básicos para un buen mariachi, el guitarrón, la guitarra criolla, la vigüela y el tiple, algo así como el bandoneón, la guitarra, el piano y el violín para escuchar un buen tango”, repite varias veces Zapata, y organiza un ensayo de “La Media Vuelta”, para que el cronista aprenda. A Micky Vildoza lo que más le pega es el “impacto” que los mariachis –según él– generan en las mujeres. “¡Qué chula (linda) que estás, chaparra (jovencita)!”, recuerda que les dice para enamorarlas. Después se acuerda, tarde, que tiene una novia en su Tucumán natal: “Estoy muy enamorado de mi Catalina”. Micky habla como un mexicano auténtico. Su abuelo era “bien azteca”.
Los mariachis (a veces en la calle les gritan “Midachi”) mantienen alto la tradición “bien serenatera” de los auténicos mexicanos y siempre cantan a capella, salvo cuando actúan “como un flash”, por lo breve, acompañando el monólogo de Carlos García en la obra El Klon Recargado...de risa, que se ofrece noche a noche en el teatro Enrique Carreras. Cuando la actuación es sobre un tablao, se suma a la comitiva Guadalupe Ramírez, la bella cantante alternativa del grupo y mujer, oficial y permanente, de Zapata. “Ellos son callejeros, yo me subo si hay un escenario”, aclara.