SOCIEDAD › OPINION
› Por Roberto Samar *
Cuando los medios seleccionan determinadas noticias y las nombran se condicionan puntos de vistas: “El médico ‘justiciero’ fue liberado”, titularon varios medios.
¿Por qué se destaca que es médico? Algunos años atrás, cuando Horacio Santos asesinó a dos personas también se lo presentaba como “ingeniero” y como “justiciero”.
¿La profesión de una persona modifica su estado procesal o su inocencia? Claramente, no.
Destacar determinadas profesiones que gozan de legitimidad social busca legitimar la práctica. La supuesta practica “justiciera” o sea; los asesinatos.
Claudia Cesaroni, magister en Criminología, sostiene: “Aun si la pena de muerte fuera legal en nuestro país, jamás estaría prevista para quien robara un auto o un celular. ¿Entonces, de dónde sacan que matar a alguien que roba un auto o un celular puede denominarse “justicia por mano propia” y quien ejecuta el homicidio, un “justiciero”?”
Instalar la idea de “justicieros” o “linchamientos” fortalece la idea de resolver violentamente nuestros conflictos.
“Uno menos, este no jode más”, sostenía el periodista Eduardo Feinmann. Estas miradas fortalecen la idea de una sociedad en guerra, dividida entre “buenos” y “malos”. Y quienes ocupan el lugar del mal, merecen morir.
Una operación similar ocurría con los asesinatos denominados por la mayoría de los medios: “linchamientos”. Oportunamente, Raúl Zaffaroni planteaba que “los linchamientos no son ajusticiamientos, son homicidios calificados”.
Claramente hablar de homicidios calificados suena distinto, nos posiciona en otro lugar. También si pensamos en personas sospechadas de cometer un delito y no en “delincuentes”.
En mensaje implícito, es la exaltación de la violencia como forma de afrontar nuestros conflictos y miedos.
Como sostiene Mariano Gutiérrez, “en sociedades muy desiguales y con la cultura del festejo de la violencia interpersonal encontramos altas tasas de delitos violentos y altas tasas de castigos. Por el contrario, en sociedades materialmente más equitativas y donde prima la cultura de la solidaridad, antes que la del individualismo, vemos bajas tasas de delitos violentos, bajas tasas de encarcelamiento y medidas penales menos severas (y más variadas).”
Nuestro rol como comunicadores podría ser cuestionar la cultura autoritaria y ese festejo de la violencia interpersonal que nos atraviesa.
* Licenciado en Comunicación Social (UNLZ). Docente de Comunicación Social y Seguridad Ciudadana (UNRN).
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