SOCIEDAD
La búsqueda se frustró por una actuación policial con mal olor
Las emanaciones de una cloaca despistaron al sabueso. Los policías revisaron mal y no notificaron al fiscal. Igual, los premiaron.
› Por Raúl Kollmann
El ministro de Seguridad bonaerense, Raúl Rivara, admitió ayer que los efectivos de la policía de Avellaneda entraron a la casa de los hermanos Nene y Bebe Sánchez en los días inmediatamente posteriores a la desaparición de Marela. Sin embargo, en ese virtual allanamiento, realizado con la asistencia de un perro, no se encontró nada pese a que la niña ya estaba muerta y su cuerpo había sido arrojado al pozo ciego de la vivienda, todavía sin la loza por encima. Según fuentes de la investigación, hubo dos razones por las que fracasó esa búsqueda, que hubiera terminado con Sánchez en la cárcel y habría evitado la muerte y violación de Mónica Vega. La primera razón fue que el olor de la cloaca desorientó a Chuqui, el perro, que no pudo percibir con su olfato el cadáver de la niña. La segunda, por la ineficacia de los policías que no supieron revisar bien la casa o confiaron en un hombre con el que tenían negocios turbios. Para redondear el cuadro, el allanamiento se le ocultó al fiscal de la causa, Andrés Devoto, y no figura ni una línea en el expediente. Los policías, contrariamente a lo que se dice en forma oficial, no fueron desplazados sino trasladados a una dependencia de mayor importancia, la seccional 1ª de Lomas. Es decir que, encima, fueron premiados.
El allanamiento clandestino es un momento clave de la investigación del caso Marela y una parte de lo ocurrido se explica por ese accionar irregular. Una serie de preguntas aclaran lo sucedido en la casa de la calle Deán Funes:
¿Cómo entraron
los policías?
Ayer Rivara dio una versión oficial: dijo que los Sánchez les permitieron el acceso a los policías, de manera que no se necesitó una orden de allanamiento. Los hermanos imputados declararon, en cambio, que los policías se metieron en la vivienda a las patadas en tres ocasiones. Marela desapareció un domingo y los uniformados –según los Sánchez– entraron el lunes, el martes y el jueves. Uno de esos días lo hicieron con Chuqui, algo que corrobora el entrenador de perros.
¿Por qué no informan
de ese procedimiento
al fiscal y por qué no se
incorpora al expediente?
En verdad, los policías podrían haber informado a Devoto que los Sánchez les permitieron el acceso y que la revisación no tuvo resultados. Todo indica que no lo hicieron, justamente porque entraron a las patadas, en forma ilegal.
¿Tuvo alguna
consecuencia ese
allanamiento clandestino?
Hoy en día, el padre de Marela acusa a la policía y al fiscal de no haber allanado la casa de los Sánchez ya que desde el principio él los señaló como sospechosos. Pese a esas sospechas, en la causa judicial ninguno de los investigadores pide el allanamiento –ni la Federal ni la Bonaerense–, porque en verdad ya habían entrado en la casa en forma ilegal e irregular. Y no una vez, sino tres. Y no habían encontrado nada.
¿Qué olió Chuqui en
la casa de los Sánchez?
Como no hay nada asentado en la causa, sólo existe la versión del criador de perros y la del acusado. El criador de Chuqui, cuyo olfato se basaba en una prenda de Marela, dice que el perro ladró ante un colchón y que ello era una clara señal de que la niña había estado allí. Pero ocurre que como existía relación entre los Sánchez y los Martínez, era habitual que Marela pasara tiempo en esa casa. Lo que Chuqui no encontró fue el cadáver, aparentemente porque el perro se desorientó debido a que la niña estaba tirada en un pozo ciego del que emanaba un fuerte olor que tapaba al de la víctima. Para colmo, en la casa de calle Deán Funes no había baños, de manera que los habitantes de la vivienda hacían sus necesidades en una habitación, lo que impregnaba toda la vivienda de un olor nauseabundo que hizo fallar el olfato del sabueso.
¿Aun así pudo
encontrarse el cuerpo?
Indudablemente los policías buscaron mal o confiaron en un hombre, el Nene Sánchez, que actuaba en el mundo de la venta de cosas robadas y la piratería del asfalto. Uno de sus hermanos, el Negro Sánchez, admitió que robaban con protección de los efectivos de la comisaría primera de Avellaneda.
Los juristas consultados por este diario coinciden en que debe abrirse una causa judicial por ese allanamiento clandestino, pero además debe investigarse el accionar de los policías. Oficialmente, el gobernador Felipe Solá sostuvo que fueron desplazados, pero la realidad es que hoy todos revistan en la comisaría primera de Lomas de Zamora, una dependencia mucho más importante que la de Avellaneda. En una palabra, los ascendieron.