Lun 03.05.2004

SOCIEDAD

En Santiago, lo difícil es saber quién es el más malo

El ex jefe de Inteligencia del juarismo, Musa Azar, denunció desde la cárcel que Juárez ordenó "torturar hasta enloquecerlo" al ex gobernador de la dictadura, el general César Ochoa.

› Por Alejandra Dandan

Como si finalmente se sintiera al pie del cadalso, el hombre que funcionó como verdugo del régimen juarista ha empezado a recordar repentinamente las páginas negras de cincuenta años de espanto. Por primera vez, el ex comisario Musa Azar mencionó en un reportaje los detalles de una condena ordenada por los Juárez contra el general César Fermín Ochoa, el interventor militar de Santiago del Estero colocado por la última dictadura militar. Los Juárez, dijo, ordenaron “torturarlo hasta enloquecerlo”. Y sus empleados lo hicieron. En los párrafos siguientes, los detalles de los tormentos y las razones de una persecución que empieza a revelar la lógica de un sistema con asuntos pendientes.
–¿Quiere que le cuente quién es Nina? –dijo el ex jefe de inteligencia de Carlos Juárez, detenido por el doble crimen de La Dársena, en la entrevista con un enviado del diario La Capital de Rosario. El enviado aceptó y Musa Azar comenzó con el relato:
“Tras el golpe de Estado de 1976, el general del Ejército Ochoa es nombrado gobernador. Una vez aquí, ordena la detención de la Nina y dispone el trato en el penal donde permanece cerca de un año.” Después de una fuga del penal, Mercedes Aragonés de Juárez viajó a México para reunirse con Carlos Juárez. Desde allí se fueron a España donde permanecieron exilados hasta el ‘82. Con la apertura democrática, Juárez preparó su propio operativo retorno a Santiago del Estero. En 1983 se hacía cargo por tercera vez del gobierno.
“Gana Juárez –dice Musa Azar– y ordena la detención de Ochoa donde esté: creo que lo encuentran en Córdoba o en Buenos Aires. Lo traen a una piecita de la Guardia de Infantería con la directiva al jefe de policía de entonces, Manuel González.” La directiva que recibió el jefe de la policía, según Musa Azar, era “no dejarlo dormir: tortura psicológica”, dice el detenido antes de seguir hablando.
Enseguida, cuenta los detalles, una muestra de lo que sucedió en Santiago con cientos de detenidos y treinta casos de desaparecidos por razones políticas antes, durante y después de la dictadura. Los casos están siendo investigados por la Justicia federal de la provincia.
En la piecita, continuó Musa Azar, “le cantaban toda la noche, le ponían música fuerte, apenas empezaba a cabecear lo zamarreaban, y el pobre suplicaba por diez minutos de paz”. Con los días, el ex interventor de la provincia “pedía por favor que lo maten. Hasta que enloqueció. Y así, errante por la vida, salió hasta que murió”.
Ochoa no murió inmediatamente sino años más tarde en Buenos Aires. Vivía en la calle Virrey Loreto afectado por esclerosis múltiple y un cuadro de mal de Parkinson que lo fue desgastando. De todos modos, esa suerte de castigo sujeto al revanchismo volvería a estimular los interrogantes de los santiagueños acerca de otras dos muertes emblemáticas: la del obispo Gerardo Sueldo y la del ex gobernador César Iturre, un hombre que creció como ahijado político del matrimonio y terminó enfrentándolos. Luego apareció muerto durante su exilio en Paraguay, en 1997.
Después de su relato, Musa escuchó una pregunta lógica sobre la muerte de Iturre.
–¿Podría haber sido asesinado?
–No lo sé –respondió–, lo que sí aporté es que andaba gente con intención de detenerlo y que haciendo seguimientos sabían que estaba en Paraguay. De eso tuve conocimiento, por eso ahora exhuman el cadáver.
El cuerpo del ex gobernador fue exhumado la semana pasada por expertos del Equipo Argentino de Antropología Forense. El hijo del ex gobernador ha impulsado la reapertura de la causa después de que la jueza que la tuvo en sus manos denunciara, en una entrevista con Página/12, que había sido obligada a cerrarla. El Equipo de Antropología tendrá listo los resultados de las pericias esta semana. Intentan determinar si la muerte de Iturre se produjo como consecuencia de una inyección letal, supuestamente proporcionada por un enfermero paraguayo.
Nina Juárez trabajó para la detención de Musa, dijo su ex jefe de inteligencia en la entrevista concedida en la cárcel. “Autorizó mi detención para que no sepan las irregularidades. Los Juárez han andado atrás de mi muerte para poder salir limpitos.”
–¿Qué es lo que sabe? –le preguntó el enviado.
–Que en la época de la represión a la subversión conocían todo. Todo.
–¿Los operativos?
–Efectivamente. Había una ley contra el terrorismo y otra firmada por la presidenta Isabel Perón que disponía aniquilar al terrorismo. La policía provincial, con conocimiento de los Juárez, cumplía las ordenes del Ejército.
Carlos Juárez está detenido en su domicilio, acusado por la desaparición del concejal Emilio Abdala, en 1975. Su procesamiento aún está pendiente.

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