Mié 05.05.2004

SOCIEDAD  › FUE CREADO POR EL MTD Y COMENZO A FUNCIONAR EL LUNES

Un jardín piquetero en La Matanza

Asisten 55 chicos de 2 a 5 años, hijos y nietos de los militantes. Basado en modelos de educación popular, la iniciativa incorpora a los padres en el aprendizaje. Prevén que en 2005 funcione una escuela.

“Queríamos que nuestros hijos tuvieran otro tipo de educación, con pensamiento crítico y, de vez en cuando, poder participar junto con ellos en el proceso de aprendizaje”, dice Toty Flores, dirigente del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de La Matanza. Explica así la razón por la cual pusieron en marcha, esta semana, el primer jardín de infantes piquetero del país, basado en el modelo de la educación popular. Se trata de la primera etapa para cristalizar el sueño de la escuela propia, que lanzarán el año próximo. La propuesta se encuadra en un proyecto más amplio del MTD, que –a la manera de las comunidades– tiene en el barrio La Juanita, de Laferrère, un emprendimiento donde sus integrantes cultivan y elaboran alimentos, confeccionan ropa y ahora, en el mismo edificio, sus hijos y nietos de entre 2 y 5 años asisten al flamante jardín de infantes.
Pese a la llovizna de ayer, los chicos asistieron a clases. Carlitos se recostó en el suelo, jugó con dos autos, sonrió y dijo que le gusta “mucho” el jardín. En otro rincón del salón, dos hermanitos se trenzaron en un abrazo interminable. Sin pestañear, como hipnotizado, Nico no despegó sus ojos de la maestra. Una nena se dispuso a cocinar salchichas, la comida “preferida” de su papá. En el proyecto, los padres tendrán la posibilidad de transmitir sus conocimientos a los chicos. Así, varios se anotaron para enseñar guaraní, quechua e inclusive una joven norteamericana les enseñará inglés.
“El sistema educativo actual funciona como un depósito donde los padres dejan a los chicos. Nuestro proyecto apunta a crear sujetos críticos, a la integración familiar y será un lugar donde todos puedan aprender y enseñar”, explica Soledad Bordegaray, psicóloga social, docente del jardín e integrante del MTD. El jardín comunitario, que agrupa a 55 chicos y que aún no tiene nombre porque todavía no hubo consenso entre los desocupados, se compone de un aula de plástica y recreación y otra de lectura. En el patio, los chicos aprenderán a cultivar plantas. “La idea es que aprendan que todo requiere esfuerzo y tiempo. Que todo tiene un proceso. Y que aprendan a reflexionar”, afirma Bordegaray.
“La creación de sujetos libres, autogestivos, autónomos, que tengan la cooperación y la ecología como un valor de vida, que tomen el error como parte del aprendizaje y que aprendan a construir en la diversidad, como una forma de enriquecimiento y no como problemática”, dice Bordegaray, al explicar el proyecto educativo. La propuesta se inspira en las iniciativas educativas del Movimiento Sin Tierra en Brasil y los zapatistas en México. “La educación de estos niños –aclara Flores– no se hace a partir de las necesidades del sistema sino de nuestras necesidades, y eso le da una impronta distinta a la de otros jardines.”
El MTD nació en 1995, y desde esa fecha creó un taller de serigrafía, una panadería, una editorial y un taller de costura. El sueño de la escuela propia nació en 2000 y ahora se sostiene con las ganancias de sus emprendimientos. “Ver cristalizado este sueño es difícil de describir. Más aún cuando mi nieta es una de las alumnas”, señala Jorge Lasarte, mientras acomoda el fuego del horno de barro donde cocinan el pan. El predio que ocupan es una escuela abandonada, que fue cedido por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.
El MTD cortó rutas, tomó edificios públicos y diseñó estrategias para tomar tierras en lucha contra el neoliberalismo para reconstruir los lazos sociales. Sin embargo, los militantes coincidieron en profundizar la lucha y utilizar otras formas. Entonces, se replegaron al barrio y comenzaron a construir junto a la comunidad. “Cuando les preguntaron a los zapatistas si al abandonar la lucha armada habían abandonado la pelea, la respuesta fue que la habían profundizado en otras formas. Nosotros hicimos lo mismo”, describió Toty Flores.
La agrupación recibió 15 mil pesos de la Fundación Raúl Wallenberg, que utilizó para el techado de las aulas y la construcción del contrapiso. El proyecto se terminará de concretar el año próximo, cuando inauguren el preescolar y los tres primeros grados del EGB.
Informe: Silvia Marchant.

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