Dom 13.06.2004

SOCIEDAD  › EL BOOM DEL TENIS QUE GENERO EL EXITO DE LOS ARGENTINOS

A la pelotita

Las escuelas tienen un 50 por ciento más de alumnos. Conseguir cancha en hora pico es imposible. La venta de raquetas subió un 60 por ciento. Una empresa que construía 30 canchas anuales lleva hechas cien en 2004. El fenómeno no reconoce clases ni edades: de la mano de los logros argentinos, el tenis es la nueva pasión de multitudes.

› Por Mariana Carbajal

Los profesores de tenis no dan abasto. Es más, casi no hay profes disponibles en la ciudad de Buenos Aires. Las escuelas de tenis están repletas: en apenas un año experimentaron un incremento de alumnos de entre el 40 y el 60 por ciento. El gobierno porteño acaba de lanzar un programa de iniciación en nueve polideportivos y en apenas un mes se anotaron más de 600 chicos ávidos por imitar a sus nuevos ídolos, Coria o Nalbaldian. El furor por el deporte blanco ya es una realidad: conseguir un turno para jugar en los horarios pico en clubes del territorio metropolitano se ha convertido en una misión cada vez más difícil. La demanda de raquetas subió cerca de un 60 por ciento: la firma Wilson –la que usa Gaudio– ya superó ampliamente sus expectativas de ventas en el país. Un dato más: en el primer semestre del 2004, la empresa constructora Tenis Fest –una de las más antiguas en el rubro– hizo cien canchas de polvo y de carpeta asfáltica, cuando su promedio histórico es de 30 por año y lo que es aún más increíble, en los últimos diez días recibió nada menos que 28 pedidos de presupuestos, entre particulares, countries y clubes del interior.
El contagio que ha generado las excelentes actuaciones de los jugadores argentinos mejor posicionados en el ranking mundial es imparable. “Es una revolución”, evalúa el profesor de tenis Alejandro Frizzera. “Estamos peleando con la computadora de igual a igual: hasta hace un año perdíamos. Ahora cada vez más pibes dejan la pantalla para jugar al tenis”, se entusiasma. Frizzera es uno de los coordinadores de las escuelas de tenis en los polideportivos dependientes del gobierno de la ciudad (ver aparte) y también da clases en un club y en un country: en los dos ámbitos, destaca, se palpa el mismo fenómeno. “En ningún lado hay canchas libres. Doy clases en el Clay Tenis de Caballito y del año pasado a éste la cantidad de alumnos aumentó un 60 por ciento. En el club, a partir de las 17 ya no hay canchas ni profesores disponibles”, describe. Y cuenta que en el Country Venado II, de la localidad bonaerense de Canning, donde hay ocho canchas, hasta hace un año había sólo dos o tres ocupadas los fines de semana: “Hoy hacen cola para entrar, chicos y grandes, y entre los adultos muchas mujeres que están empezando a jugar”. Ir a una escuelita con clase grupal cuesta entre 30 y 60 pesos por mes; una clase particular, desde 35 pesos la hora.
El boom no nació en la última semana, pero la final de Roland Garros, el domingo, en París, entre Guillermo Coria y el Gato Gaudio, movilizó a muchos entusiastas. “Esta semana tuvimos más llamados y gente que se acercó para averiguar por clases. Incluso vino un señor que tuvo un preinfarto hace un mes y me dijo: ‘Quiero empezar a jugar tenis’. No tenía ni raqueta. Y no fue el único que vino a preguntar sin tener raqueta”, dice Edi Wetzel, director de la Escuela de Tenis del Club de Amigos, de Palermo, donde pasaron de tener 535 alumnos en abril de 2003 a 626 en el mismo mes de este año.
Pero el furor por el tenis no sólo viene de la mano de los principiantes; también han vuelto a transpirar sobre el polvo de ladrillo muchos que hace años habían abandonado la raqueta en algún estante olvidado de su casa. Como Gabriel Cuervo, de 28 años, que volvió a jugar esta semana, en las canchas de Solís y la Autopista 25 de Mayo, después de 13 años. “Jugué desde chiquito. Empecé a los 6 o 7 años. Era bueno. Me entrenaba de lunes a viernes en un club de Wilde que hoy ya no existe y competía los fines de semana. Pero a los 15 me aburrí. Un día revoleé la raqueta y me fui a jugar al fútbol con mis amigos. Volví ahora para bajar la panza y porque es difícil juntar a 10 para el fútbol”, cuenta Gabriel, con el bolso al hombro. Para volver le pidió prestada una raqueta a su cuñado: las suyas supone que están en la casa de su madre, pero todavía no las encontró. Hay otros que tuvieron más éxito en la búsqueda. Hace unas semanas, Fernando Segal descubrió en el Country Newman a un cincuentón que jugaba con una raqueta Prince Classic, un modelo de la década del ’80. “Me contó que se entusiasmó para jugar y buscando, buscando, encontró la raqueta que había dejado de usar hace veinte años. Todavía la tenía guardada en un ropero.”
Segal fue director Nacional de Tenis de la AAT entre 1996 y 2000 y hoy dirige una de las dos grandes academias del país, el International Development Tennis Center (IDTC) que funciona en Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires. GEBA es uno de los clubes con más jugadores: tiene la friolera de 1200 tenistas.
Segal no es un desconocido en el mundo del tenis. Es más, es uno de los mentores de la llamada Legión Argentina, que hoy contagia a multitudes la pasión por el tenis. En 1996, Segal creó un programa de alto rendimiento dentro de la AAT –que sigue en marcha– para desarrollar jugadores de primer nivel: Coria y David Nalbaldian, precisamente, son frutos de aquel proyecto, que explotó sus talentos individuales y los combinó con un trabajo integral y sistemático de entrenamiento. De ese programa salieron también Clarisa Fernández, Gisela Dulko, María Emilia Salerni y Juan Martín del Potro (tandilense, el mejor juvenil argentino, de 16 años).
“Las escuelas de tenis están llenas. Pero esto recién empieza”, analiza Segal al actual fenómeno. Y sigue: “Para llegar al furor de la época de Vilas todavía falta: pensá que en aquel momento donde había un baldío se construía una cancha de tenis. Debajo de la autopista 25 de Mayo llegó a haber 65 canchas”. Para Segal, si Coria y Nalbaldian siguen creciendo, “en uno o dos años vamos a llegar al tope”.
El tenis argentino tocó el cielo con las manos entre mediados de los setenta y principios de los ’80 de la mano del gran Guillermo Vilas, que se convirtió en ídolo juvenil indiscutido. Muchas de las canchas que se hicieron por aquellos años desaparecieron en los ’90, una década negra (también) para el deporte blanco a raíz de la fiebre del paddle y de la ausencia de figuras argentinas de trascendencia en el circuito internacional.
Aunque aún no se haya alcanzado el furor de la “era Vilas”, todo indica que se está en camino. Por de pronto, también creció la construcción de canchas. La empresa de Miguel Fest, Tenis Fest, nació hace 30 años con el suceso de Vilas. “Normalmente hacemos unas 30 canchas por año. En lo que va de 2004 ya hicimos cien en distintos puntos del país, en clubes, campos, municipios, muchos clubes sociales del interior que se habían venido abajo y que con la ayuda de la soja están remontando. Pero lo más increíble es que en los últimos diez días me pidieron 28 presupuestos”, revela Fest. Una cancha de polvo de ladrillo completa, con iluminación incluida, cuesta unos 40.000 pesos; una de concreto asfáltico, 50.000 pesos. “El particular pide la cancha rápida porque tiene menor mantenimiento”, compara.
Hoy se conjuga otro factor que favorece la penetración del tenis en la población: “La gran promoción del tenis en los medios masivos de comunicación: se ha convertido en el segundo deporte en exposición televisiva”, apunta Diego García, director del Departamento de Capacitación de la AAT y dueño de la empresa Tenis Argentino, dedicada a la formación de profesores. En 2003 tenía registrados 2500 profesores, este año el listado ya supera los 3200. “Actualmente debe haber alrededor de 1.300.000 tenistas en el país”, estima García. Y tira otro dato que da cuenta del fenómeno: “Tenemos información de que la venta de raquetas aumentó un 60 por ciento con respecto al año pasado”. Wetzel, del Club de Amigos, aporta otro número significativo: “La demanda de raquetas Wilson ya superó los pronósticos de venta de la firma en el país”. No es casual: esa marca de raquetas es la que usa Gaudio, flamante campeón de Roland Garros. Los precios de las raquetas van desde 50 a 300 pesos.
En la Capital Federal y el Gran Buenos Aires hay 183 clubes asociados a la AAT. En total, contando las federaciones del interior, hay unas 9500 personas (de menores a veteranos) que compiten en los torneos de la AAT. La inscripción en las categorías superiores este año llegó a un “record histórico”, revela Carlos Beillard, a cargo de la comisión de prensa de la institución rectora del tenis en el país. “Tenemos más de 3000 inscriptos, de 25 a 80 años en varones y de 30 a 65 en mujeres, una cifra que supera en un 30 por ciento a la del 2003”, precisa Beillard. Del 2002 al 2003 el número de inscriptos había aumentado, a su vez, un 40 por ciento.
El fenómeno se observa tanto en los tradicionales clubes de tenis como en aquellos que sólo ofrecen canchas de alquiler. “Tengo un 50 por ciento más de alumnos que el año pasado, desde chicos a gente de 60 años, hay ejecutivos, profesionales y estudiantes primarios y secundarios”, cuenta Pancho Amaral, profesor del Darling, un club de tenis de principios de siglo ubicado entre Puerto Madero y la Boca, en Brasil 50. En el Complejo Punta Carrasco, en la Costanera Norte, donde hay seis canchas de polvo, decidieron extender este año hasta las 23 el horario de alquiler por el incremento de la demanda. Hasta el año pasado cerraban tres horas antes. En el Urquiza Tenis Club, en un año y medio se duplicó la cantidad de alumnos de la escuela de tenis, y mientras que hasta hace algunos meses en el horario nocturno era fácil conseguir una cancha libre, hoy es casi imposible.
Federico Subirat es profesor en el Centro de Entrenamiento de Ituzaingó. Allí, entre 2003 y 2004 la cantidad de adultos que toman clases se incrementó un 60 por ciento y el número de chicos, ¡300 por ciento! Subirat no puede creer lo que está sucediendo con el tenis: “El torneo Roland Garros pegó muchísimo. Una alumna de 6 años me trajo ayer un dibujo de Gastón Gaudio: en los cinco años que llevo dando clases nunca me pasó algo semejante. Y tampoco que los chicos sepan los resultados de los torneos como este año”.

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