SOCIEDAD
• SUBNOTA › JOAQUIN COHEN, FUTURO CRACK
Cómo se fabrica un número uno
Por M. C.
Con apenas 14 años, Joaquín Cohen tiene sobre sus espaldas un peso (y un sueño) formidable: “La apuesta es que sea el Nº 1”, dice Alejandro “Toto” Cerúndolo, director de la Academia Tenis Point, una especie de secundario de tenis de muy buen nivel, donde este pelirrojo, de ojos verdes, campeón argentino en su categoría y entre los cuatro mejores de Sudamérica, descolla desde los 8 años. Sus padres saben que están en un punto de inflexión: en principio, a pesar de la presión de Cerúndolo para que deje la escuela y se dedique full time a jugar y entrenar, han resuelto que Joaco siga estudiando. Las ilusiones, los sacrificios, los costos de elegir al tenis como una carrera profesional: la otra cara del
boom tenístico.
En pocos días más, Joaco –como le dicen en su casa– emprenderá un viaje que puede sellar su futuro: irá a competir a Europa durante cinco semanas con su entrenador, pero sin la compañía de ningún familiar. Será su primer gran viaje y una prueba de fuego, según Cerúndolo, no sólo a nivel deportivo: “La vida del tenista no es fácil, es muy solitaria. Si vuelve y cuenta que allá lloró todos los días, sin dudas, esto no es para él. Si no, estará en la antesala de ser un Coria”.
El auge del tenis también se refleja en las academias como la de Cerúndolo, una de cuyas sede está en el club Harrods Gath & Chaves, en el Bajo Belgrano. Otra similar funciona en GEBA, bajó las órdenes de Fernando Segal. La cantidad de adolescentes que se entrenan tres horas por semana todos los días –y en algunos casos hasta cinco– es cada vez mayor. Incluso, en ambas academias hay pibes de 14 años del interior del país que viven en pensiones en la Capital. Los programas de alto rendimiento incluyen, además de las clases de tenis preparación física, contención psicológica y el aprendizaje de otros aspectos que hacen a la vida de un futuro deportista profesional, como el buen comer y el buen dormir. “Por cada Coria que sale hay un tendal que queda en el camino”, reconoce Cerúndolo.
Entre los planes de Cerúndolo está que Joaco viaje a fin de año al Orange Bowl que se juega en los Estados Unidos, el mismo torneo que Vilas ganó a los 16 años y Coria a los 15. “Le dará pautas para decir si le irá bien en el futuro”, explica Toto, que llegó a estar entre los 200 mejores del mundo a fines de la década del ’70, cuando Vilas ocupaba los primeros lugares del ranking.
Abandonar o no el colegio es una de los grandes dilemas para los que se destacan en el tenis y sueñan con una carrera profesional. Coria dejó al terminar 7º grado. Nalbaldian en 1º año. Gaudio fue un caso excepcional: recién en 4º año. El punto es que para llegar al máximo nivel tienen que ir a Europa a competir en torneos de la Federación Internacional de Tenis, una institución que no contempla los calendarios escolares. Entonces, tienen que faltar al colegio y, de alguna manera, los van obligando a dejar de estudiar.
Alejandra, la madre de Joaco, por ahora es terminante: “Quiero que termine el secundario por si él tenísticamente no llega”. Es farmacéutica y su marido comerciante, ambos jugadores de tenis “social” en el club Hacoaj. Joaco empezó a jugar a los 3 años y desde los 8 le pega a la pelotita todos los días. Va a un colegio privado de Belgrano que tiene un régimen más flexible y le permite continuar estudiando gracias a un tutor que lo pone al tanto de las clases cuando regresa de sus viajes. El año pasado estuvo de gira por varios países sudamericanos y también compitió en Sudáfrica y por el interior del país. Otros colegios privados porteños también ofrecen a los tenistas facilidades como cursar por materias o aprobar objetivos. Algunos jugadores optan por una escuela nocturna o dar libre. “Para llegar a los 22 años a estar entre los primeros 10 del mundo tenés que tener una dedicación exclusiva. Si no, podés llegar a ser un buen profesional pero perdés el tren”, dice Cerúndolo. Los tiempos han cambiado: Vilas hasta llegó a dar una materia de Derecho y Clerc terminó el secundario.
Según calcula Cerúndolo, “para sacar a un buen junior” se debe invertir alrededor de 15.000 a 20.000 dólares por año, entre gastos de entrenamiento, pasajes, estadías, psicólogo, nutricionista, entrenador físico y médico, una cifra que a veces se reduce por la ayuda de becas y subsidios de la Asociación Argentina y la Federación Internacional de Tenis. Joaco está recibiendo ayuda de ambas instituciones, pero cada viaje de 3 o 4 días que hizo en 2003 (fueron 5 o 6 en total) para competir en el interior del país le significó a sus padres un desembolso de unos 500 pesos por vez en concepto de viáticos de su entrenador.
“Sin grandes viajes, una carrera de un buen tenista desde los 8 a los 18 años puede costar 15.000 dólares. Pero con el nivel que obtiene puede acceder a una beca para estudiar en una universidad de Estados Unidos, una carrera que de otra forma le saldría unos 120.000 dólares. Puede ser una buena inversión”, opina Cerúndolo.
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