SOCIEDAD
› COMO FUE LA SUCESION DE EPISODIOS
QUE DERIVO EN LA LIBERACION DE RAMARO
El largo camino a casa de Cristian
Todo empezó con una casualidad. Hubo unas 17 horas en que la policía sabía que tenía preso a uno de los secuestradores de Cristian. Que no aparecía, pese a haberse hecho el segundo pago. La hipótesis del intento de cobrar un tercer rescate. Por qué al final lo liberan.
› Por Horacio Cecchi
Un día después de la liberación de Cristian Ramaro, comenzó a correrse el telón sobre algunos puntos oscuros del caso: a Cristian lo liberaron por la presión que significaba para la banda la detención de uno de sus integrantes, Leandro Santos. Dos cómplices, aún prófugos, son Hígado Muñoz y Pachu Peñaflor. Pachu fue reconocido como partícipe de otro secuestro unos días antes del de Cristian. La detención de Santos, en la villa Cri Cri, fue casual: lo detectaron entrando con un Mercedes Benz y un Peugeot 206 (con los que se había cobrado el rescate de Cristian) en la villa junto a otros tres delincuentes. Cuando prendieron fuego al Peugeot, la policía decidió actuar, sin saber que era la misma banda que retenía al joven Ramaro. Según fuentes judiciales, el disparo contra el baúl del Mercedes donde se encontraban cautivos los dos comerciantes fue realizado por un miembro de la banda. “Querían que los tipos gritaran para distraer a la policía”. Entretanto, ayer, Cristian concurrió a declarar ante la fiscal Rita Molina. “No aportó nada –reveló muy apesadumbrado un investigador a Página/12–. Está en pleno síndrome de Estocolmo.” Sigue habiendo puntos oscuros en el caso. La que sigue es la verdadera historia de la liberación de Cristian.
Tras la liberación del joven Ramaro, ya se sabía que el secuestro de los dos comerciantes textiles, Edgardo Stambolian y Fernando Trotta, hallados luego en el baúl de su Mercedes Benz en la villa Cri Cri, estaba vinculado a otro secuestro, el de Cristian. Lo que quedaba sin explicación era cómo se dedujo esa vinculación y si la policía había intervenido deteniendo a Leandro Santos pese a conocer el vínculo y poniendo en peligro la vida del joven.
Stambolian y Trotta fueron secuestrados a la salida de un restaurante, en la localidad de Victoria, el lunes pasado alrededor de las 23.30. Dos hombres bajaron de un Peugeot 206 y los amenazaron cuando ambos se encontraban ya dentro del Mercedes. El motivo del secuestro de Stambolian y Trotta está aún en el terreno de las hipótesis. Ambos señalaron que les pidieron números de teléfonos y plata, en teoría para saber a quién reclamar un rescate. Pero los investigadores del caso Ramaro entienden que el Mercedes Benz sería un vehículo “limpio”, según conocen en la jerga delictiva al auto que no tiene pedido de captura. El detalle de que ambos hayan sido retenidos indica eso –que no pudieran hacer la denuncia–, aunque no niega la hipótesis de un posterior reclamo de rescate.
El caso del Mercedes recayó en el fiscal de Zárate Campana, Juan José Maraggi. Fue el mismo ministro de Seguridad bonaerense, León Arslanian, quien confirmó a Página/12 que al momento de la intervención policial “nadie imaginaba que podía ser la misma banda que participó en el secuestro de Ramaro”. Según el relato del ministro, un grupo operativo de la DDI de Zárate rastrillaba la villa Cri Cri por el caso de Cristian. “No iban a intervenir porque estaba la decisión de preservar la vida del joven”, insistió Arslanian. El grupo de la DDI estaba conformado por tres hombres. Estaban ocultos en una camioneta cuando vieron pasar primero a un Peugeot 206 y después un Mercedes Benz. Les llamó la atención el Mercedes y pidieron refuerzos.
“El Peugeot quedó contra un arroyo que corta una calle de la villa –describió Maraggi a este diario–. El Mercedes entra, da una vuelta en U y lo colocan de culata contra el 206.” Según el fiscal, los comerciantes recordaban que unos veinte minutos antes de ser liberados, la banda se detuvo a cargar combustible. Después, ya en la Cri Cri y junto al arroyo, uno de los delincuentes abrió el baúl y dijo: “Pásenme un criquet”. Los dos empresarios creyeron que querían cambiar una goma. “Un encendedor, ¿no tienen un encendedor?”, preguntó nervioso el delincuente, cuya intención era prender fuego al 206. Con el criquet de uno de los secuestrados y el bidón de nafta, encendieron al Peugeot. En ese momento, sin aguardar los refuerzos, los tres hombres de la DDI decidieron intervenir. “Creyeron que se encontraban ante un caso más de gente que quema un auto robado.”
Pero los recibieron a los tiros. Armamento pesado. “El disparo contra el baúl se realizó con una bala calibre 5.50, de ametralladora M16 –reveló el fiscal–. Después se halló un cargador de ese calibre.” La hipótesis es que dispararon contra el baúl para hacer gritar a los cautivos y concentrar la atención policial allí. De hecho, ocurrió así. Dispararon y rozaron la cabeza de Tro- tta, que comenzó a gritar “¡Me muero, me muero!”, según relató el propio Stambolian. Los gritos sorprendieron a los policías y el cuarteto logró escapar. A doscientos metros, dentro de la villa, los refuerzos policiales lograron capturar a uno de ellos: resultó ser Leandro Santos. Los otros tres escaparon, curiosamente, con el segundo rescate pagado por los Ramaro (ver aparte).
Según reveló una alta fuente de la investigación, “sabíamos que el cobro se realizó en un Peugeot 206 y que un Mercedes Benz daba vueltas por la zona”. La misma marca de vehículos era demasiada coincidencia. Rápidamente se empezó a sospechar la vinculación. Durante la mañana temprano, el fiscal Maraggi y la fiscal del caso Ramaro, Rita Molina, intercambiaron información. Santos fue enviado ante Molina para declarar, a las dos de la tarde del martes, en el más estricto de los silencios, pero se negó a hablar. ¿Cómo fue liberado Cristian? “Una posibilidad –sostuvo Arslanian– es que lo hayan hecho porque ya habían cobrado el rescate. Otra es que estaban muy presionados por la pérdida de un hombre, de importante cantidad de armamentos y celulares.”
Cristian fue liberado en Del Viso alrededor de las 20 del martes. Y Santos fue detenido alrededor de las 2.30. La idea del vínculo entre ambos casos comenzó a surgir a partir de las 3: los investigadores ya sabían que el cobro del rescate se había realizado con la intervención del 206 y el Mercedes. Las mismas marcas que aparecían en la villa Cri Cri. Los investigadores se encontraron, de buenas a primeras, con un hombre de la banda sindicada por el secuestro, sin habérselo propuesto y, para peor, con la intención de no intervenir para no poner en peligro la vida del joven. Este diario preguntó a Arslanian si el hecho provocó un cambio de tácticas, quizás urgidos por la situación. “No –rechazó el ministro–. A esa altura ya se conocía perfectamente el perfil caracteorológico de la banda. Había un consenso generalizado de que no tomarían represalias sobre el chico. Eran profesionales y querían la plata.” De todos modos, no debe haber sido liviano el tránsito de esas 17 horas que concluyeron con la liberación.
La premura de la banda por desprenderse de Cristian no cierra con las declaraciones de Juan Carlos Blumberg, quien aseguró que los secuestradores pretendían estirar el cautiverio (ver aparte). Según insistieron fuentes oficiales, los investigadores cruzaron alrededor de cuatro mil datos para establecer las identidades de la banda. “Apenas empezó el caso ya teníamos la identidad de tres”, aseguró un investigador. Dos de ellos ahora están prófugos: según fuentes de la SIDE, se trata de Cristian Manuel “Hígado” Muñoz y Maximiliano “Pachu” Peñaflor. La banda no sólo había secuestrado a Cristian Ramaro y a los dos comerciantes textiles. “Dos días antes del secuestro de Cristian, secuestraron al arquitecto C. S. –confió un investigador–. Lo tuvieron en la misma Cri Cri. A Pachu lo reconoció un empleado del corralón del arquitecto. Y las grabaciones de las negociaciones del caso Ramaro y C. S. coinciden con la voz de Hígado.”
A las dos de la tarde de ayer, Santos fue derivado a la fiscalía de Maraggi para declarar. También se negó a hablar. Dos horas más tarde, Cristian Ramaro llegaba a la fiscalía federal de San Isidro, a cargo de Rita Molina, para aportar toda la información que pudiera, pero no aportó ningún dato. Muy apesadumbrado, un investigador confió que “quedó muypegado con el síndrome de Estocolmo. No aportó nada y casi que les agradecía que lo hubieran secuestrado”.
Seisdedos puso en duda, además, la hipótesis de la fractura de la banda. “Aunque no queda descartada esa hipótesis –confió a este diario otro investigador–, se está pensando que la banda no se fracturó y que en realidad estaban buscando más plata. Puede ser para pagar abogados, para comprar armas, para organizar el rescate de un cómplice preso. Estamos en la etapa de investigación.” También se produjo un cortocircuito sobre los antecedentes de Sosa. Mientras que la agencia Télam, aludiendo a fuentes judiciales no especificadas, sostuvo que no pudo confirmarse que tuviera antecedentes, Seisdedos y el resto de los investigadores aseguraban que contaba con un frondoso prontuario de robo a mano armada y secuestros. Por su lado, la fiscal Molina aseguró a la prensa que “por el momento no está confirmada la vinculación de esta banda con la que secuestró a Ernesto Rodríguez”, padre del Corcho.
Subnotas