SOCIEDAD
La recuperada Zanello se comió todo el mercado
Abandonada por sus dueños, fue reabierta por sus trabajadores y personal jerárquico. Produce 50 tractores por mes, va a facturar 100 millones, es líder en su sector y redujo el desempleo local.
› Por Laura Vales
Dos años después de ser reabierta por una sociedad de trabajadores y personal jerárquico, la fábrica de tractores Zanello (hoy Pauny S.A.) es líder en su sector. Apoyada en la bonanza del agro, está produciendo 50 máquinas por mes y espera para este año una facturación de 100 millones de pesos. En Las Varillas, la ciudad cordobesa donde está instalada, la recuperación de la planta que había sido abandonada por sus dueños redujo la desocupación al 5 por ciento.
La fábrica es parte del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, aunque tiene una conformación diferente al resto de las empresas salvadas por sus trabajadores. En este caso, es una sociedad anónima integrada por una cooperativa obrera (dueña del 33 por ciento de las acciones), 4 ex gerentes (con el mismo porcentaje) y un grupo de accionistas y concesionarios que aportaron capital por otro 33. El uno por ciento restante quedó en manos de la municipalidad, que tiene un representante en el directorio.
Cuando quebró, en septiembre de 2001, Zanello dejó a 380 personas en la calle. El proceso de cierre había sido una agonía lenta. En los últimos dos años los trabajadores no cobraron sus sueldos y pasaron los cinco meses finales suspendidos. Sin recursos para aguantar la situación, muchos sobrevivían desperdigados, haciendo changas.
Marcelo Fissore fue uno de ellos. Había entrado a Zanello de chico, con doce años, y aprendió el oficio hasta convertirse en operario especializado. Con eso crió a sus tres hijos y ahorró una base para acceder a un plan de viviendas. “Pero desde el ‘99, cuando dejaron de pagar, me las tuve que arreglar como pude. Anduve de pintor y de mozo. Fui armador de circos, a un peso con cincuenta la hora. Me acuerdo del circo porque estábamos levantando la carpa con otros dos compañeros cuando vimos pasar a los de la fábrica en manifestación. Caminaban para la salida de la ciudad, con pancartas. Ellos también nos vieron a nosotros. Nos gritaron de todo: ‘negros de mierda, vengan a cortar la ruta’. No fui. No lo podía dejar, me remataban la casa si lo dejaba.”
Mario Gastaldi iba entre los manifestantes. Alto, muy flaco, con las ojeras de los fumadores crónicos, Gastaldi había sido empleado de Zanello y era dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica de Las Varillas. Hoy preside la cooperativa de trabajadores. “Habíamos pasado dos años en la calle, viviendo de los planes sociales y las bolsas de comida”, recuerda. “Buscábamos darle una salida al conflicto y así armamos la cooperativa. Nos hicimos cooperativistas a la fuerza, viendo cómo volver a entrar a la fábrica.”
Raúl Giai Levra, en cambio, tenía un despacho en la dirección. “Me comía todas las protestas”, dice. “En el momento de la quiebra, los dueños ya no estaban en la fábrica. El último que quedaba se fue. Yo era el gerente general y me tocó recibir a los síndicos.”
Unos días más tarde llegó la faja de clausura. Giai Leiva y la cooperativa –no sin una complicada negociación sobre la participación accionaria de cada cual– conformaron una nueva sociedad anónima, Pauny S.A., y le pidieron al juez de la quiebra alquilar la planta.
Su plan de trabajo era fabricar 8 tractores por mes. Reabrieron las puertas con 30 trabajadores, el 2 de enero de 2002. En los meses siguientes, aprovechando los planes Crear Trabajo y Jefas y Jefes de Hogar, tomaron otros 105 compañeros.
“Cuando vendimos el primer tractor no teníamos ni una arandela”, dice Gastaldi, y grafica: “En realidad lo vendimos sin que fuera nuestro. Un concesionario nos lo había mandado para hacerle mejoras y apareció un comprador. Ni lo pensamos. Con la ganancia pudimos hacer otro y así fuimos marchando. Recién al cuarto pudimos repartir ganancias, 19 pesos para cada uno”.
El boom del campo favoreció el despegue. En el primer año, Pauny vendió 250 tractores, más del doble de lo proyectado. El segundo llegaron a los 500, y para éste esperan comercializar 800 unidades. Ya despacharon su primera exportación a Uruguay. Ahora presentaron un modelo de tractor que funciona a gas licuado de petróleo (GLP), más barato que el gasoil, y desarrollaron un ómnibus con la misma tecnología. El GLP es el gas de garrafa. Aunque los vehículos son más caros que los tradicionales, en Pauny dicen que sus posibilidades de amortización van a hacerlos atractivos.
La nueva sociedad está ganando suficiente dinero como para haber comprado la planta en remate judicial. Hoy trabajan allí 290 personas. Todos los operarios son socios de la cooperativa y, como tales, dueños del 33 por ciento de las acciones.
En el interior de la fábrica el cambio no implicó grandes modificaciones con respecto a su anterior funcionamiento. Giai Levra, el antiguo gerente general, preside la compañía. La organización del trabajo mantiene las mismas jerarquías y los ingresos continúan las diferencias de entonces: van de mil pesos, el salario promedio de los operarios, a 6 mil pesos en el caso de los cargos gerenciales.
Para Marcelo Fissore, que volvió a la empresa en 2002 en su puesto de armador de chasis, hay una fuerte diferencia en el clima de trabajo. “Antes no tenía ganas de venir, tenía muchos problemas con los supervisores. Ahora, aunque trabajamos más, estamos más tranquilos”, dice. “En la cooperativa hacemos reuniones semanales donde vemos todos los problemas de producción.”
El gran debate del momento es si incorporar más trabajadores o tercerizar parte de las tareas. Fissore prefiere esto último. Giai Levra y Gastaldi son de la misma opinión. El presidente de la cooperativa dice que en el tiempo que llevan han podido recuperar las condiciones del Convenio Colectivo de la UOM, incluido el pago de jubilaciones y obra social. Conseguirlo no ha sido fácil: el pago de los sueldos implica reunir 500 mil pesos por mes. Pauny, claro, todavía no repartió ganancias. “Cuando lo hagamos, la cooperativa va a discutir cómo distribuir su 33 por ciento”, señala Gastaldi. “Como trabajadores, nunca antes habíamos tenido esa posibilidad.”