Mié 23.06.2004

SOCIEDAD  › OPINION

Aprobador

› Por Pedro Lipcovich

Imaginemos un mundo donde el acceso a drogas hoy prohibidas sea libre y amplísimo. Imaginemos también que en ese mundo, de consumos socialmente aceptados y regulados, no existe el tabaco. Hay, sí, una oficina donde las sustancias psicoactivas que el ingenio humano va inventando se presentan para que el Aprobador las apruebe:
–Buenos días. Vengo a registrar una droga nueva.
–Bienvenido –contesta el Aprobador–. Es nuestra misión social incorporar sustancias que enriquezcan la experiencia humana. Contame cómo es tu invento.
–Es un producto que se fuma...
–Buenísimo. Como la marihuana y el opio. Enseguida te firmo la aprobación, pero primero decime si tiene algún efecto tóxico, así podemos instruir a la población para su uso responsable.
–Y, sí, tiene.
–¿A ver?
–Bueno, produce distintos tipos de cáncer, y también ataques al corazón, al cerebro...
–...
–Mirá, no te voy a mentir: mi producto va a matar al 50 por ciento de los que lo usen.
–Pero... eso va a sobrecargar nuestros sistemas de salud... nos van a quedar menos recursos para otras enfermedades.
–Y, sí.
–¿Cuál es la dosis máxima no tóxica?
–No hay dosis que no sea tóxica.
–No sabía que pudiera existir algo así. Bueno, por lo menos no será muy adictivo.
–Adictivo es, no te voy a mentir. Requiere un promedio de 20 dosis diarias y, además, van a participar en su producción grandes capitalistas que le agregarán otras sustancias y harán campañas publicitarias para que la gente se haga más adicta todavía.
–Me imagino que, si trae todos esos problemas, en compensación debe ofrecer una experiencia incomparable. Porque el peyote, por ejemplo...
–No, no: tiene nomás algunos efectos sedantes y estimulantes. Además, para que después no digas que no te conté, el humo de mi producto también va a enfermar a los que, sin consumirlo, estén en el mismo recinto que los consumidores.
–...
–Bueno, ya te conté todo. Ahora aprobámelo. Dale. Si ustedes aprueban todo.
–Sí, pero... Mirá, vamos a hacer una cosa –reflexiona el Aprobador–: postergo por un día la decisión. Esta noche lo pienso, me fumo un porro, tal vez se me ocurra algo más... Volvé mañana.
Al día siguiente, vuelve el visitante:
–¿Y? ¿Me lo vas a aprobar de una vez? ¿Te fumaste el porro?
–Sí, pero me pegó muy mal. Me vinieron imágenes de lo más siniestras... Si un producto como el que inventaste ya existiera, no lo íbamos a prohibir; solamente trataríamos de que la gente no lo usara... Pero, aprobar una cosa así...
–¿¡Cómo que no me lo aprobás!? ¿¡Cómo me hacés esto!? ¿¡Vos sabés la plata que yo podría ganar!?
–Eh, pará, no te pongas así... Calmate: aquí tengo un vinito muy bueno: te tomás un vasito, después podés escuchar un poco de música...
Pero el visitante se va con un portazo.
“Qué tipo raro. Nunca conocí a nadie así”, se queda pensando el Aprobador.

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