SOCIEDAD
› PROYECTO BRITANICO PARA DESALENTAR EL USO DEL AUTO
Dos dólares por cada milla
Para solucionar el creciente problema del congestionamiento del tránsito, el gobierno de Gran Bretaña planea cobrar dos dólares por cada milla recorrida en autopista, con un monitoreo satelital.
› Por Marcelo Justo
Página/12
en Gran Bretaña
Desde Londres
Gran Bretaña está al borde de una parálisis por la llamada “cultura del coche”. El gobierno propone radicales medidas para que todos los automovilistas paguen unos dos dólares por cada milla que recorran como medio de evitar que las autopistas se conviertan en un remedo del eterno embotellamiento de La Autopista del Sur, el famoso cuento de Julio Cortázar. En caso de no tomarse medidas radicales, advirtió el ministro de Transporte, Alistair Darling, esta semana, las rutas británicas corren el peligro de transformarse en gigantescas playas de estacionamiento.
Concebido por un panel independiente de economistas, expertos de transporte, medioambientalistas y organizaciones de motoristas, el plan gubernamental requiere introducir un sistema satelital de vanguardia para cobrar la tasa de uso y promete reducir a la mitad las demoras debidas al tráfico en zonas urbanas. El plan propone que, para el 2014, los 30 millones de vehículos paguen una libra y 30 peniques por cada milla de carretera que usen en las horas pico. Traducido a kilómetros, esto sería pagar unas 60 libras (casi 100 dólares) por 90 kilómetros recorridos en las horas de mayor tránsito. El aumento poblacional, la creciente riqueza, el abaratamiento del costo de un vehículo y la disposición de los automovilistas a hacer largos viajes en coche para llegar al trabajo fueron las causas citadas por el ministro Darling para la actual crisis.
El sistema satelital que propone el gobierno es caro. El Ministerio del Transporte deberá invertir más de 10 mil millones de libras (unos 18 mil millones de dólares) para instalar en cada vehículo los chips electrónicos que, conectados al satélite, permitirán cobrar por el uso de carretera. El cálculo total de la inversión necesaria para poner todo el sistema en funcionamiento superará ampliamente esta cifra. Según algunas estimaciones podría alcanzar las 60 mil millones de libras (más de 100 mil millones de dólares).
Según el gobierno, estos costos serán rápidamente absorbidos por los beneficios económicos que se conseguirán gracias a la inversión. El plan gubernamental estima que se pueden ahorrar hasta 12 mil millones de dólares en la economía gracias al descongestionamiento de las carreteras, y las consecuentes ganancias en productividad y eficiencia.
La iniciativa tuvo una recepción mixta en la sociedad británica, que desde el fin de la ecológica era “hippie” de los ‘70 y el comienzo del ultramaterialismo thatcherista en los ‘80 ha abrazado con fervor la “cultura del coche”. El coche se ha convertido en un elemento imprescindible de la supervivencia cotidiana, en un símbolo privilegiado de status y poder. El resultado es un crecimiento insostenible del parque automovilístico. En 1997 había 27 millones de vehículos con licencia para andar en las calles, prácticamente uno cada dos habitantes. Desde entonces ha habido un aumento de más del 10 por ciento: hoy hay 30 millones.
La Confederación de la Industria Británica, que agrupa a los empresarios, saludó la iniciativa gubernamental, pero criticó la falta de detalles y objetivos a corto plazo. Entre los medioambientalistas hubo decepción por lo que denominaron “falta de audacia” para lidiar con el grave problema medioambiental, pero un experto en temas de transporte del prestigioso Institute for Public Policy Research, Tony Grailyng, señaló que el gobierno dio el puntapié inicial para una política que “no existía y que era absolutamente urgente plantear”. Varios medios de prensa advirtieron sobre las dificultades de implementación que tendrá una política de este tipo. “Es necesario convencer a los motorizados de que este plan los beneficiará directamente y que se aplicará en las áreas más congestionadas y en períodos específicos”, indicó The Guardian.
Es posible hacerlo. El intendente de Londres, Ken Livingstone, introdujo el año pasado una tasa especial para viajar en el centro de la capital durante las horas pico y, a pesar de las protestas iniciales, el sistema funcionó y el electorado le renovó su mandato el pasado junio. Según las encuestas, los motorizados aceptarían un sistema que no sea percibido como un nuevo impuesto encubierto. En junio, el gobierno nacional abandonó la política previa que era un intento de persuadir a los motorizados de los beneficios de medios alternativos de transporte. Según reconoce el plan que presentó esta semana el ministerio, esta vez no queda margen para el fracaso.