SOCIEDAD
› MAS DE 300 VICTIMAS POR EL INCENDIO DE UN SUPERMERCADO EN ASUNCION
Todo el horror en un shopping paraguayo
Desde las 11.30, se desató la peor tragedia en Paraguay. Según testimonios de sobrevivientes, tras un estallido en un sector del shopping, por una orden de la gerencia fueron cerradas las puertas para evitar saqueos, transformando el local en una trampa infernal.
“Llovía fuego”, “se apagaron todas las luces”, “ordenaron cerrar las puertas”. Testimonios que hablan sobre la peor tragedia de la historia paraguaya. Domingo al mediodía, cuando más de mil personas hacían sus compras entre las góndolas de uno de los locales de la cadena de supermercados Ycuá Bolaños en Asunción, se escuchó una explosión que terminó en un incendio sin precedentes. Anoche la policía paraguaya registraba 289 cuerpos carbonizados, aunque para las cadenas de televisión internacionales la cifra superaría las 300. Cientos de personas heridas fueron trasladadas a los hospitales o centros de salud. El servicio de emergencias médicas colapsó, al igual que las camas y la provisión de medicina. El gobierno argentino ofreció ayuda y envió medicamentos y Formosa aportó de inmediato ambulancias para la asistencia. La explosión habría comenzado con el estallido de una bomba de nitrógeno o la pérdida de gas; la tragedia, en cambio, se potenció porque el encargado del local –según una de las líneas de la investigación– ordenó cerrar todas las salidas para evitar posibles saqueos. El gobierno dio tres días de duelo nacional.
“¡Yo vi cómo adentro ardían personas abrazadas y morían como si fueran maniquíes!”, le decía a Página/12, totalmente consternado, Edgar Ruiz Díaz, uno de los periodistas de Paraguay que corrió hasta la puerta del supermercado apenas se conoció la noticia, poco después de las 11.30 locales.
El Ycuá Bolaños es un edificio de dos plantas de ventas y un subsuelo para el estacionamiento, donde anoche se hallaban aún 92 cuerpos carbonizados a la espera de que sus familiares pasaran a reconocerlos. El Ycuá Bolaños o Pozo de Bolaños, en español, tiene unos 30 metros de alto y ocupa toda una manzana, en una de las zonas residenciales de Asunción, a 40 kilómetros de la ciudad de Clorinda y 70 de la ciudad de Formosa. Era uno de los paseos de compras de paraguayos y de formoseños. De acuerdo con los cálculos oficiales, ayer al mediodía había unas mil personas, 400 instaladas en el patio de comidas, de acuerdo con las estimaciones de los testigos.
A lo largo del día, mientras los equipos especiales intentaban terminar con el fuego, sacar los cadáveres y transportar a los heridos a los centros asistenciales, comenzaron a surgir distintas versiones sobre la causa original del incendio.
Una de las hipótesis que manejaban los investigadores indicaba que había comenzado con la explosión de un tanque de nitrógeno ubicado al fondo del local, en el sector de la panadería. En un relato al Canal 4 de la televisión paraguaya, un jefe de bomberos no identificado relató una versión distinta. Aseguró que el incendio se produjo en la cocina del patio de comidas, luego de la explosión de una garrafa de gas y que “inexplicablemente se propagó por todo el edificio”. Una tercera versión indicaba que las explosiones habían sido dos, una de ellas en el estacionamiento. No descartaban, incluso, que se hubiera tratado de una seguidilla de estallidos a causa de una fuga de gas.
Lo inexplicable no fue tanto la causa sino lo que ocurrió a partir de ese momento. Distintos testimonios indican que los responsables del lugar cerraron automáticamente las dos entradas para vehículos y la entrada peatonal. El paseo de compras tenía la salida de emergencia cerrada. El supermercado se trasformó en un horno. El efecto fue mortal: “Parecía un cajón cerrado, los cuerpos estallaban alimentando el proceso de combustión generado por el fuego”, le dijo a Página/12 Edgar Ruiz Díaz después de la tragedia. Para los especialistas, la sangre de los cuerpos y las grasas aceleró la propagación del fuego: “Los gordos estallaban”, decían los bomberos. Aunque la mayor parte de la gente no murió carbonizada, sino por la inhalación de gases tóxicos.
Rosa Resquín estaba dentro del infierno cuando comenzaron las explosiones. Cuando estuvo a salvo, le dijo a la prensa que los responsables del establecimiento cerraron las puertas y los guardias privados impidieronque los clientes ganaran la calle, hecho que precipitó la tragedia: “Recién cuando vinieron los policías y bomberos dejaron abrir las puertas, pero ya era tarde”, afirmó. “La gente se pisaba, no se podía ver nada”, dijo un sobreviviente que logró escapar con su hijo pequeño, pero que perdió a su esposa, con las palabras entrecortadas por el llanto. “Llovía fuego cuando ya estaba en la caja y terminaba de pagar”, reveló otra sobreviviente. Según los testimonios, muchos intentaron escapar subiendo a sus vehículos ubicados en el estacionamiento del centro comercial, pero fue en ese momento que se cerraron las puertas y transformaron los vehículos en trampas de combustible que comenzaron a estallar por el intenso calor que invadió las instalaciones.
Juan Pío Paiva, dueño del centro comercial, quedó detenido. El fiscal del crimen Adolfo Marín ordenó su captura bajo las sospechas de que pudo haber cerrado las puertas, tal como trascendió, para evitar que la gente “se vaya sin pagar o se produzca un saqueo”. Frente a cámaras, el hijo del propietario negó esa posibilidad. Por la noche, un abogado de la empresa desmintió las versiones, dio sus condolencias, anunció que por duelo cerraría el resto de los locales de la cadena y, por si acaso, cargó presuntas culpas sobre el encargado del local, uno de los desaparecidos en el episodio. Aún así la fiscalía indicó que contaba con el testimonio de dos sobrevivientes que “podrán aclarar dónde comenzó el fuego y si se cerraron o no las puertas”. Voceros de la fiscalía señalaron además que “se observarán las grabaciones del circuito cerrado de video” y se harán peritajes para analizar los relatos e investigar las hipótesis. Más tarde, anunció que procesaría por homicidio a Paiva
El cónsul paraguayo en Formosa, Juan Adriz, aseguraba que aún no existen claridad sobre ese punto y no descartaba la posibilidad de un atentado. “La gente tuvo que romper los ladrillos del subsuelo para poder salir, pero como le digo –explicó en un reportaje televisivo– no podemos dar más información porque todo es prematuro.”
El fuego, de hecho, no arrasó con más personas sólo porque bajo la desesperación hubo quienes abrieron agujeros en las paredes y rompieron las puertas principales para escapar. Sus relatos, los de los sobrevivientes, son escalofriantes escenas dantescas: “Llovía fuego cuando ya estaba en la caja y terminaba de pagar”, dijo uno de ellos. Entre las llamas y las explosiones, los que estaban dentro corrían para abrazarse, mientras el fuego iba devorándolos.
Los equipos de bomberos y de la policía improvisaron una “morgue de emergencia” en el interior de una discoteca ubicada en la vereda de enfrente. Los encargados del operativo, en medio del caos, sacaban los cuerpos carbonizados entre los restos humeantes. “Es un momento de mucho dolor. Vinimos acá para dar una voz de aliento a la gente, tanto a los familiares como a los policías y bomberos que están trabajando para reducir la magnitud de esta desgracia”, dijo el presidente paraguayo, Nicanor Duarte Frutos, cuando lo consultaron los periodistas instalados alrededor de las ruinas. Personalmente dio instrucciones a sus funcionarios para acelerar las evacuaciones, a través de helicópteros y ambulancias del Ministerio de Salud.
Al caos provocado por la tragedia se sumó el de la falta de estructura para casos de emergencia. Los hospitales fueron desbordados por la llegada de cientos de heridos, muchos de ellas en estado crítico, mientras los bomberos seguían moviéndose entre los escombros, en la búsqueda de más cadáveres. Mientras tanto, el comandante de la policía, comisario Humberto Núñez, señalaba que todas las fuerzas del área metropolitana eran utilizadas para trasladar heridos a los hospitales.
El registro de muertos aumentaba con el correr de las horas. A primera hora de la tarde, quienes llevaban el control oficial contaban 120 cuerpos calcinados, ubicados en la discoteca, y otros 21 cadáveres que a esa hora se hallaban distribuidos en 5 hospitales, de acuerdo con la información que revelaba el jefe de Relaciones Públicas de la Policía, comisario Santiago Velazco. Los gases tóxicos que emanaban de las instalaciones y el peligro de derrumbe impidieron el acceso completo al edificio durante varias horas. Los bomberos y los socorristas sólo pudieron trabajar al comienzo en un estacionamiento techado, pero abierto, donde había varios vehículos completamente quemados.
Con el paso de las horas, los familiares o amigos de las víctimas se fueron acercando desesperados hasta los alrededores del edificio ubicado, en Artigas y Santísima Trinidad. Desde ahí intentaban saber el destino de sus familiares mientras la policía militar les impedía el paso con un cordón dispuesto como medida de seguridad. Por orden de otra de las fiscales que interviene en el caso, Teresa Sosa, las familias fueron desplazadas hacia un patio trasero de la iglesia Santísima Trinidad y desde allí esperaban la confección de las listas de muertos. Los organismos de seguridad y emergencias paraguayos se movilizaron para asistir a los heridos. Los medios de comunicación pedían donaciones de medicamentos, suero, sangre y oxígeno.
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