SOCIEDAD
› EL CHICO BALEADO POR LA POLICIA EN EL CEAMSE ESTA GRAVE
Víctima en la guerra de la basura
El chico, de 16 años, recibió un balazo en la espalda cuando cirujeaba junto a unos 350 vecinos. Un policía fue puesto en disponibilidad.
› Por Alejandra Dandan
“La cosa es que nos dejaron entrar media hora, pero a los quince minutos empezaron a los tiros”, dice Manuel Larrea, parte del grupo de 350 personas que el miércoles a la tarde fueron reprimidas por la Policía Bonaerense mientras buscaban comida y otros desperdicios en las montañas de basura de uno de los rellenos sanitarios del Ceamse de San Martín. Los vecinos de los alrededores del basural entraron como lo hacen todas las tardes desde hace años a riesgo de caer bajo los disparos que, cada tanto, lanzan los empleados de seguridad de la empresa del Estado. El miércoles sucedió algo parecido. Los custodios convocaron a la policía de San Martín para detener el avance de la gente. Un suboficial le disparó con una 9 milímetros a uno de los compañeros de Manuel. Desde hace 24 horas Omar Viaggi, de 16 años, se debate entre la vida y la muerte con una herida de bala en un pulmón, internado en la terapia intensiva del hospital Bocalandro, de Tres de Febrero. El Ministerio de Seguridad bonaerense ya habría ordenado el pase a disponibilidad del subinspector de policía.
Las toneladas de basura que durante el día recogen las concesionarias de las empresas de residuos en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense se convierten en un precioso botín cuando llegan a los rellenos sanitarios. Los rellenos de la Coordinación Ecológica Area Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse) sobre el Camino del Buen Ayre y la Ruta 8, en José León Suárez, reciben a diario a decenas de pobladores que durante las tardes salen de sus casas con bolsas para meterse en la basura. A hurtadillas, arrastrándose en el barro y cruzando los alambres de púas perimetrales, intentan burlar a la custodia para llegar a lo que para ellos no es basura sino los alimentos con los que pasan varios días. Hace poco más de un año, este diario denunció que, para correrlos, los custodios de la empresa del Estado, en ocasiones, efectúan disparos.
“Fue como todos los días”, dice Manuel, repentino testigo directo. El miércoles llegó a las seis de la tarde a los basurales, porque era uno de los días de descarga de los desechos de los supermercados. La policía contabilizó unas 350 personas. Llegaron del barrio Elena Cárcova, Libertador, Loma Hermosa y Costa Esperanza. Como suele ocurrir en tiempos de paz, los empleados de seguridad les concedieron una suerte de franquicia tácita para entrar. Habitualmente no les abren las puertas, los dejan avanzar y cuando la gente está encima de la basura, detienen las topadoras durante media hora para permitir la pesca de desechos que llevan a cabo los más pobres. Ese acuerdo tácito del que no participa oficialmente la gerencia de la empresa, ayer se rompió. Por eso Manuel decía aquello de “nos dieron media hora pero a los quince minutos nos balearon”.
Una cámara de televisión llegó a tiempo para grabar los sonidos de algunos de los tiros, pero tarde para documentar el momento en el que cayó al suelo el hijo de María Graciela Ramírez. A Oscar, dice la mujer, “le tiraron como a un perro, la bala entró por la espalda, le quedó un agujero en la espalda desde donde le brotaban borbotones de sangre”. Emilse, una de sus compañeras, estaba al lado de Omar cuando le pegaron: “Cayó al piso, gritamos y los policías lo arrastraron por el suelo mientras le rebotaba la cabeza contra el piso, lo subieron atrás de una camioneta para llevarlo al hospital pero le dejaron medio cuerpo afuera”.
Después del disparo, alguien escuchó a Omar cuando dijo: “Tucu, me pegaron”. En diálogo con este diario, sus familiares contaron que “llegó al hospital después de haber perdido mucha sangre, le pusieron un pulmotor, lo dejaron todo enchufado. Los médicos dicen que está en estado reservado, pero mi hijo –contó su madre– está en este momento entre la vida y la muerte”.
No es la primera víctima del basural. El 15 de marzo, Diego Duarte desapareció en medio de una de esas incursiones. Sus hermanos suponen que se lo “chupó una topadora”. A “ese lugar la gente va por necesidad, a buscar metales, como lo hacía mi hermano y lo hacía yo, y fue tapado portoneladas de basura”, denunció su hermana Alicia. La Justicia lo buscó durante 90 días. Nunca apareció.
“Nosotros no podemos legalizar la indignidad”, le dijo a Página/12 el presidente del Ceamse, Carlos Hurst. “Estamos haciendo el máximo esfuerzo para colaborar de alguna manera con los barrios de la zona, pero tenemos que cuidar a la gente para que no ingrese y cirujee porque pone en peligro sus vidas”.
De acuerdo con la información del Ceamse, el autor del disparo contra Omar está “detenido y en disponibilidad preventiva por decisión del Ministerio de Seguridad bonaerense”. La investigación está en manos de Laura Pascual de la Fiscalía 12 de San Martín. El miércoles a la noche, Pascual estuvo en las puertas de entrada al Ceamse desde las diez de la noche hasta las dos de la mañana, en medio de lo que después de los primeros disparos terminó en un enfrentamiento entre la policía y los buscadores de basura. Detrás de la policía de la Departamental de San Martín, hasta el lugar llegaron refuerzos del Cuerpo de Infantería y Caballería. Hubo disparos de proyectiles de plomo y piedrazos. Por esa razón, según fuentes judiciales, la fiscal autorizó la represión: “La indicación que dio es que se usaran balas y bastones de goma para que nadie salga lesionado”, le indicó a este diario un vocero de la Fiscalía. Los vecinos quemaron máquinas, prendieron fuego a un quincho de la empresa y le pegaron a un policía después del disparo contra Omar. “La gente reaccionó con bronca y mañana, a las tres de la tarde –contaron los vecinos–, nos vamos a concentrar en la entrada para pedir que se abra una instancia de negociación, porque queremos una política de gestión conjunta de residuos.”