Mar 19.10.2004

SOCIEDAD  › LOS ANTICONCEPTIVOS HORMONALES PODRIAN AFECTAR LA SEXUALIDAD

“La píldora debe ser investigada”

El “padre del Viagra” advirtió en Buenos Aires que esos anticonceptivos pueden propiciar disfunciones sexuales femeninas.

› Por Pedro Lipcovich

“Hay que investigar a fondo la posibilidad de que los anticonceptivos hormonales propicien disfunciones sexuales femeninas”, reclamó, en Buenos Aires, el célebre especialista norteamericano Irwing Goldstein, quien también pidió que el estudio se extienda “a las drogas que se usan en tratamientos contra la infertilidad y a los antidepresivos”. Goldstein describió los mecanismos por los cuales estos fármacos podrían producir problemas que van desde la falta de orgasmo hasta la inhibición de deseos o fantasías sexuales. Este profesor de la Universidad de Boston –quien, en su momento, había conducido los principales ensayos clínicos que establecieron la eficacia del Viagra para la impotencia masculina– centra sus investigaciones actuales en las disfunciones femeninas. Ya anunció, para el año que viene, el primer producto específicamente aprobado en Estados Unidos para estos problemas: unos parches de testosterona que servirían para tratar a las mujeres en quienes los análisis de laboratorio hubieran diagnosticado la falta de esa hormona, que incide en la respuesta sexual. Goldstein participa en el XI Congreso Mundial de Medicina Sexual, que se está desarrollando en Buenos Aires.
“Un problema para detectar las disfunciones sexuales en las mujeres es que, a diferencia del hombre, la mujer puede tener sexualidad sin que esté en juego su deseo –empezó por advertir Goldstein–. Puede incluso ser sin su permiso, puede ser una violación; puede no tener interés, puede tener miedo, pero su anatomía misma la habilita para el sexo aun sin su voluntad; no hay en este sentido un requisito que equivalga a la erección en el hombre, que no puede tener sexo si la fisiología no actúa.”
El especialista –que dirige el Instituto de Medicina Sexual de la Universidad de Boston– señaló los tres requisitos fisiológicos para la función sexual femenina: “Que el sistema nervioso esté en buenas condiciones para transmitir los estímulos a la zona sexual; que los vasos sanguíneos de la zona no estén dañados para que la sangre pueda afluir a la zona de la vulva y el clítoris; y que estén presentes las hormonas necesarias, especialmente los estrógenos, la progesterona y la testosterona. Los problemas en cualquiera de estos órdenes –el neurológico, el circulatorio y el hormonal– pueden afectar la sexualidad femenina en el nivel del orgasmo, de la lubricación genital e incluso de la presencia de deseos o fantasías sexuales”.
En cuanto al orden de la regulación que obedece a las hormonas, Goldstein señaló la necesidad de investigar los eventuales efectos de los anticonceptivos hormonales sobre la función sexual: “La píldora actúa inhibiendo la función de los ovarios; así impide la ovulación y por lo tanto el embarazo. Pero los ovarios tienen otra función, que es producir hormonas, y entre ellas la testosterona, cuya ausencia afecta la función sexual. Esta función también puede ser afectada por estos anticonceptivos”.
Según el investigador, podría haber un segundo modo, a largo plazo, como los anticonceptivos hormonales podrían afectar la función sexual femenina: “El hígado elabora una proteína llamada ‘fijadora de hormonas sexuales’ (SHBG, son sus siglas en inglés), que tiende a inhibir la acción de estas hormonas; en la mujer que toma anticonceptivos hormonales, ese ingreso adicional de hormonas hace que los niveles de esta proteína suban muy por encima de los valores normales; si la mujer toma anticonceptivos durante muchos años, el hígado puede experimentar un cambio bioquímico, por el cual esa proteína seguirá elevada: entonces, cuando la mujer deje de tomar anticonceptivos, sus propias hormonas, inhibidas por la SHBG, resultarán insuficientes para la función sexual”.
No es que Goldstein se manifieste contra el uso de anticonceptivos hormonales. Lo que dice es que “sus efectos colaterales sobre la vida sexual de las mujeres nunca han sido examinados y hay que investigar específicamente en este plano”. Igualmente, este especialista alerta sobre “la posibilidad de que las drogas que se emplean para combatir la infertilidad en las mujeres puedan tener efectos inhibidores sobre la función sexual. Necesitamos más investigaciones sobre el tema. Y esto mismo vale para los antidepresivos, de uso muy común en Estados Unidos”.
Y tales efectos podrían potenciarse: “Una mujer que ha dejado de tomar píldoras anticonceptivas está triste; quizá no sabe muy bien por qué, o no se atreve a decirle al médico que su vida sexual no es ya muy satisfactoria; el médico, entonces, le receta un antidepresivo que agravará el problema”.
En el orden no ya de crear sino de resolver problemas sexuales causados por deficiencia hormonal, Goldstein anunció que “en 2005 saldrá a la venta en Estados Unidos el primer medicamento con indicación específica para ciertos casos de disfunción sexual femenina: se trata de los parches de testosterona”. La testosterona, desde luego, ya está en el mercado; lo nuevo es la forma de administración. Goldstein estimó que “cuando está próxima al final de su edad fértil, la mujer no parece contar con un mecanismo biológico que garantice la producción de testosterona. De ser así, esto podría obedecer a razones evolutivas, en el nivel de la especie: a la especie no le convendría mayormente el funcionamiento de una hormona que aliente el deseo sexual en hembras que, si quedaran embarazadas, tendrían más riesgo de parir crías con defectos genéticos”.

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