Mié 29.12.2004

SOCIEDAD

Balas policiales para un murguero

La tragedia ocurrió en La Boca. Tras una discusión con un custodio, la víctima recibió seis balazos. Un policía y otros tres hombres fueron detenidos.

› Por Carlos Rodríguez

El barrio de La Boca estaba ayer en pie de guerra por el asesinato de Luis Martínez, un uruguayo de 40 años, cuidacoches y murguero, al que le pegaron seis balazos a quemarropa. Fue el trágico epílogo de una discusión que debía ser menor, provocada por un mal remate al arco durante un partido de fútbol cinco. El balón levantó vuelo hasta caer en un galpón de mala muerte del que, como respuesta, salieron los balazos 9 milímetros disparados, según parece, por un policía que está detenido junto con tres civiles de nacionalidad peruana. “El policía sostuvo que había sido un enfrentamiento, pero varios testigos lo desmintieron y aseguraron que él fue el único que disparó y que la víctima estaba desarmada”, dijeron a Página/12 fuentes de la Policía Federal, a la que pertenece el principal imputado. Anoche, el escenario del crimen, a metros de Caminito, se había convertido en un lugar donde a la tristeza por la absurda muerte de una persona querida, se le había sumado el dolor de una ola de xenofobia: un grupo de vecinos incendió las casas de algunos de los acusados, oriundos del Perú.
El cruce de General Aráoz de Lamadrid y Del Valle Iberlucea, cerca de la Vuelta de Rocha, de la histórica Bombonera y de un sitio encantado que se llama El Samovar de Rasputín, tenía un inesperado motivo de atracción para turistas: el corte de calles como protesta por el homicidio, que apuntaba sobre todo a los vecinos peruanos. “Peruano ortiba”, “Asesino peruano” y otras lindezas por el estilo llenaban las paredes del barrio, aunque todo indica que los disparos fueron hechos por el policía Rubén Darío Almada, de 25 años, más argentino que el dulce de leche. El piquete ardía junto con el fuego que consumía sillas, mesas, roperos y otros muebles arrancados por los vecinos del galpón ubicado en Lamadrid 728, donde fue a caer el caprichoso balón motivo de tanta furia irracional.
El partido se jugaba en una canchita con piso de cemento que está en Lamadrid e Iberlucea. Una de las paredes que rodea el estadio dice con letras de molde “República de La Boca”. Un mural con el viejo puente sobre el Riachuelo, ensalza a la murga del barrio, Los Amantes, de la que formaba parte Luis Martínez, uruguayo y mulato. La pelota, maltratada por algún patadura, solía caer en el galpón vecino, pero los jugadores ni llamaban a la puerta. Saltaban la tapia sin pedir permiso y rescataban la bola. Nunca había pasado nada, hasta la madrugada de ayer.
A la 1.45, uno de los hijos de Martínez, un pibe de 14 años, trepó la tapia y fue en busca de la número cinco. Del otro lado lo mal recibieron el policía Almada y los tres peruanos, uno de ellos propietario de un comercio de souvenirs para turistas ubicado frente a una de las salidas de Caminito y que ayer mantuvo bajas sus persianas de hierro, salpicadas por leyendas xenófobas. Según la policía, el chico declaró ante la jueza Rita Acosta que Almada le disparó un balazo que le “hizo viento” en una pierna. Con un susto enorme, se fue corriendo hasta su casa y le contó lo ocurrido a su papá. Luis Martínez, que solía cuidar coches en la cuadra donde está la cancha, se fue hasta la puerta del galpón montado en su bicicleta. El vehículo quedó tirado en el piso, al lado del cuerpo sin vida del uruguayo “moreno y fornido”, según lo definieron sus vecinos. Le pegaron seis tiros. La policía dijo que Almada y uno de los civiles detenidos presentaban heridas de bala, pero todo parece indicar que son “roces sin mayor importancia, que ellos mismos se habrían provocado para simular el enfrentamiento”, dijo una fuente policial, citando lo declarado por los testigos presenciales del hecho.
El jefe de la comisaría 24ª, Eduardo Meta, confirmó que Martínez “recibió seis disparos que le produjeron la muerte en el acto”. También se apresuró a aclarar que Almada, que la noche del crimen estaba vestido de civil, pertenece a la División Operaciones de la Unidad de Contención en Espectáculos Deportivos. Meta negó que fuera uno de sus hombres, como una forma de separar del caso a la 24ª, salpicada por el homicidio de Martín “El Oso” Cisneros, militante de la Federación Tierra y Vivienda (FTV) y uno de los responsables del comedor Los Pibes, en el mismo barrio. Al policía Almada lo detuvieron en el lugar. “Estaba como petrificado y ni siquiera atinó a escapar.” Los tres peruanos fueron apresados cuando trataban de escapar. Almada, con una herida en el glúteo, por el roce de una bala, y uno de los civiles, con un balazo en el brazo, fueron hospitalizados, pero las heridas son leves. Los detenidos, y también la víctima, fueron sometidos a una prueba de dermotest, para saber si habían manipulado armas de fuego.
La policía secuestró la 9 milímetros de Almada y un revólver calibre 32 que estaba tirado en la vereda. El comisario Meta sostuvo que Almada estaba fuera de servicio, cumpliendo un servicio adicional de vigilancia. El galpón, que estuvo ocupado por varios familias de nacionalidad peruana, había sido desalojado 48 horas antes del trágico episodio. “Fue una pelea doméstica que terminó con una muerte tremenda”, definió Meta. El jefe de la 24ª opinó que el caso “está totalmente esclarecido gracias a los dichos de los testigos, que ya fueron a declarar ante la jueza”.
Lito Borello, cuyo tío abuelo José “Pepino” Borello fue goleador e ídolo de Boca, estaba indignado por el accionar del policía Almada. “Como dirigentes del FTV ya sufrimos la muerte del Oso Cisneros y ahora nos matan a otro vecino que con la murga Los Amantes solía actuar a beneficio del comedor Los Pibes.” Borello opinó que la policía “mata con total impunidad” y reclamó: “De una vez por todas esto se tiene que terminar”.

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