SOCIEDAD
› INEDITA INTERVENCION CARDIACA A UNA BEBA DE 2300 GRAMOS
Una gran operación en miniatura
Un equipo del hospital porteño Pedro de Elizalde reemplazó una válvula del corazón de una recién nacida. La intervención duró ocho horas, el cuerpo de la pequeña fue enfriado a 16 grados y durante unos minutos permaneció sin sangre. La beba evoluciona bien.
› Por Pedro Lipcovich
Por primera vez en la Argentina y sin antecedentes conocidos en el mundo, se le reemplazó una válvula del corazón a una recién nacida de apenas 2 kilos 300 gramos de peso. La beba tenía una suma de deficiencias cardíacas congénitas por las cuales estaba en lista de espera urgente para trasplante, pero el corazón no llegaba y su estado se agravaba día a día. Lo que sí había, en el banco de órganos de la provincia de Buenos Aires, eran válvulas cardíacas, pero ninguna tan chiquita como la que necesitaba la pequeña Camila. Los médicos del Hospital de Niños Pedro de Elizalde consiguieron adaptar la válvula y –en una operación que duró ocho horas y requirió enfriar a 16 grados el cuerpito de la niña y retirarle toda la sangre durante unos minutos– repararon el pequeño corazón. La nena, todavía en estado crítico, evoluciona bien. Los padres son de Paraná, Entre Ríos, y se atienden por obra social; el papá trabaja como empleado de limpieza.
Los Rocha ya sabían que iban a tener mellizos; el embarazo de Sandra, que ya iba por los ocho meses, era normal. Pero, en la ecografía de control de la semana 36, se reveló que había problemas. El diagnóstico, completado después del nacimiento, el 22 de marzo, determinó que una de las gemelas, Camila, padecía dos males en el ventrículo izquierdo de su corazón, encargado de impulsar hacia todo el organismo la sangre que llega de los pulmones: el músculo cardíaco no funcionaba bien y tampoco lo hacía la válvula llamada mitral, cuya misión es evitar el reflujo de la sangre. El resultado de tal combinación de enfermedades “es igual que si a una persona en estado de debilidad se la obligara a llevar una carga escaleras arriba”, grafica Florentino Vargas, jefe del Servicio de Cirugía Cardiovascular y Trasplante Cardiopulmonar Infantil del Hospital Pedro de Elizalde. Concretamente, el corazón estaba trabajando a sólo un tercio de lo necesario para la sobrevivencia.
La solución iba a ser el trasplante cardíaco y Camila fue incluida en la lista de espera urgente del Incucai. Entretanto, su hermana gemela, Alfonsina, evolucionaba bien, después de haber pasado cuatro días en incubadora, y simplemente con eso ayudaba a Camila, ya que su peso y desarrollo daban los valores de referencia a los que, con la ayuda de los médicos, debía aproximarse la melliza.
Pero pasaban los días y después las semanas sin que apareciera un donante. La beba estaba con respirador artificial. Esto la mantenía con vida pero agravaba su deterioro físico, “que ya se aproximaba al final”, cuenta Vargas. Así las cosas, “a principios de esta semana decidimos reemplazarle la válvula mitral”.
La válvula fue provista por el banco de injertos del Cucaiba (organismo coordinador de implantes de la Provincia de Buenos Aires). Provenía a su vez de un bebé muerto al nacer pero de peso normal, de modo que era demasiado grande para la nenita de 2300 gramos de peso total. “Hubo que desarrollar una técnica especial para adaptar la válvula”, señala Vargas. El equipo de cirujanos debía injertar la mitral en un espacio de menos de diez milímetros de diámetro dentro del corazón.
Para poder operarla, lo que tuvieron que hacer los médicos con Camila se parece a la muerte: enfriarla y desangrarla.
Cuando se opera a un adulto o a un niño más grande, un integrante del equipo médico se ocupa de retirar con una especie de aspiradora la sangre que va brotando, de modo que el cirujano pueda ver mientras trabaja. Pero, en un recién nacido, “no hay lugar, no se podría ver nada, tan chiquitito es todo”, explica Vargas. La solución es: mediante un equipo de circulación extracorpórea se va enfriando la sangre del bebé, lo cual a su vez enfría el cuerpo hasta tan poco como 16 grados. Es una especie de hibernación: los procesos metabólicos se hacen extremadamente lentos. Logrado esto, se retira toda la sangre del organismo, de modo que los médicos puedan trabajar sobre el cuerpito seco. La operación empezó el lunes a la tarde y duró ocho horas. Resultó. “El posoperatorio inmediato inicial fue bueno”, anuncia, cauteloso, el cardiocirujano; y, más efusivo, agrega que “constatamos que el funcionamiento de la válvula implantada es excelente”.
En rigor, la operación finalizó recién ayer, ya que “esperamos un par de días para el cierre definitivo del tórax, para que el corazón, que antes estaba hipertrofiado por el esfuerzo, redujera su tamaño hasta quedar bien alojado en la cavidad torácica”, explica Vargas.
Dado el poco tiempo transcurrido y la gravedad del cuadro, la niña está todavía en situación de riesgo. De todos modos, fue retirada temporariamente de la lista de espera del Incucai; si su evolución continúa de manera satisfactoria, el trasplante de corazón completo podría ser descartado de manera ya definitiva.
Es la primera vez que se hace en la Argentina una operación de este tipo a un bebé de ese tamaño. “Tampoco hay antecedentes internacionales en la bibliografía”, señala Vargas. Hace unos meses se anunció una operación similar a un bebé de cinco meses, en Francia.
El equipo que efectuó la intervención es el mismo que efectuó, en 1990 en el Hospital Elizalde, el primer trasplante cardíaco a un niño. En 1992, el mismo equipo del Elizalde hizo el primer trasplante cardiopulmonar. Sus integrantes recibieron el premio de la Academia Nacional de Medicina por su trabajo “Trasplante cardíaco en pediatría”.
Jorge Lavrut –presidente de la Asociación Médica del Hospital de Niños Pedro de Elizalde– afirmó ayer que “aun con la crisis economicosocial y en emergencia sanitaria, cuando hay decisión y recursos humanos de excelencia, es posible realizar acciones de salud que nos ponen a la vanguardia del conocimiento mundial”.
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