SOCIEDAD
Le bajaron el pulgar al Hubble y en cuatro años será chatarra
Bush no incluyó en el presupuesto el telescopio espacial que revolucionó la visión del cosmos. En dos años saldrá de funcionamiento y en cuatro más se estrellará contra la superficie terrestre.
› Por Federico Kukso
Los astrónomos del mundo están de duelo. Lloran por lo que consideran una injusticia, una sentencia de muerte dictada por la Casa Blanca, que borró de su presupuesto cualquier alusión a misiones de mantenimiento o reparación de una de las joyas más brillantes de la exploración espacial: el telescopio espacial Hubble. Así, sin fondos para enviar un transbordador o un equipo de robots-mecánicos que acudan a su auxilio, la NASA no tendrá otra opción más que abandonar en la soledad del espacio al glorioso cilindro plateado (tan grande como un vagón de tren) que cambió para siempre la visión del ser humano acerca del Universo, y dejarlo simplemente envejecer, agotar sus baterías solares, morir en órbita entre los años 2007 y 2008, y caer como un despojo de chatarra cuatro años después sobre la Tierra.
Sus logros, al parecer, no sirvieron mucho para dilatar la bajada de pulgar ejecutada por la administración Bush. Y no fueron pocos (al fin y al cabo uno de cada tres descubrimientos científicos anunciados por la agencia espacial norteamericana los realizó el Hubble). No es exagerado decir que durante sus 14 años en órbita provocó una verdadera revolución en la astronomía al retratar como ningún artefacto había hecho la fauna cosmológica: planetas, estrellas, nebulosas y galaxias desfilaron ante su mirada; observó quásares (objetos increíblemente energéticos y luminosos); curioseó en los confines del Universo; obtuvo exquisitas postales de la Gran Mancha Roja de Júpiter (un huracán gaseoso descomunal mucho más grande que la Tierra); en 1994 captó en vivo y en directo cómo los fragmentos del cometa Shoemaker Levy 9 golpearon Júpiter sin inmutarlo; como un paparazzi espacial se metió en la vida privada de las estrellas desde la cuna hasta su muerte; clavó su ojo avizor en los criaderos de estrellas de la Vía Láctea como la fabulosa Nebulosa Aguila (cuyos impresionantes pilares de gas y polvo –bautizados “los dedos de Dios”– se convirtieron en una de las imágenes más famosas jamás obtenidas por un telescopio), y determinó la edad del Universo (13.700 millones de años).
Y así y todo, la Casa Blanca le dio la espalda al no incluir los fondos necesarios (una misión de mantenimiento costaría unos mil millones de dólares) en el presupuesto nacional del año fiscal 2006, que empieza el 1º de octubre (ver página 17). Si bien el plan original era discontinuarlo en 2010, la tragedia del transbordador Columbia (que el 1º de febrero de 2003 se desintegró en su reingreso a la Tierra, costando así la vida de siete astronautas) agitó las aguas a tal punto que cualquier misión ahora es considerada en extremo peligrosa. Además, la agencia espacial norteamericana está sumida en una reorganización total de sus finanzas y los objetivos más importantes a corto plazo son volver a la Luna y poner tan pronto como se pueda un hombre (estadounidense, claro está) en Marte. A tal efecto, la NASA recibió un aumento del 2,4 por ciento en su presupuesto anual de 16.450 millones de dólares, de los cuales 75 millones serán destinados a financiar una última misión al Hubble, que le adosará un conjunto de cohetes para sacarlo de su órbita.
Será pues un momento triste para la astronomía, en el que se cerrará un capítulo clave en la exploración humana del Universo: la historia del Hubble comenzó el 25 de abril de 1990, cuando a 24 horas de haber llegado a órbita, los astronautas del transbordador espacial Discovery abrieron la bodega de la nave y, con la ayuda de un brazo-robot, posaron delicadamente uno de los instrumentos científicos más caros de todos los tiempos a una altura de 600 kilómetros por encima de la superficie terrestre. Ahí está desde entonces, una mole de 11 toneladas retenida únicamente por la invisible y ubicua fuerza de gravedad, girando alrededor de la Tierra y apuntando su ojo óptico hacia la profundidad del cosmos. Curiosamente, a pocos meses de su estreno, el telescopio espacial exhibió los primeros indicios de una enfermedad visual: el Hubble estaba miope debido a un defecto en su espejo principal, un disco de vidrio aluminizado de 2,4 metros de diámetro. Pero el problema no duró mucho y en 1993 una misión de la NASA lo dejó como nuevo.
La idea de construir un telescopio espacial se gestó a fines de los ‘60, cuando los astrónomos comenzaron a pensar cómo sortear un problema crucial en la observación del espacio: la atmósfera del planeta que se las arregla para estropear la calidad de las imágenes de todo lo que hay allí afuera.
Mientras tanto, el telescopio espacial Hubble sigue allí arriba, lejos de la política económica, con los días contados y a la espera de la llegada de su reemplazo (en 2011, el James Webb Space Telescope), con el único respiro de decir tranquilamente: misión cumplida.