Sáb 04.05.2002

SOCIEDAD  › CURIOSA PROTESTA CON ARTISTAS Y TRUEQUE EN PLENA CALLE

Un “golpe de mercado” en la city

En una original convocatoria en contra del mercado, la city fue invadida por mesas del trueque y artistas que exhibían sus obras.

Cruzar la calle San Martín, en plena city, ayer a la mañana era atravesar de pronto un territorio tomado, yendo del bullicio de un mercado popular a un silencio de muertos en las colas y veredas del gran mercado financiero. Toda la cuadra que va de Sarmiento a Perón –vaya nombres los elegidos por los organizadores– se convirtió, a eso de las diez, y hasta la una, en una especie de mercado de una capital latinoamericana empobrecida (como ésta). Podía suponerse el peatón desprevenido que de repente se había metido en un mercado cubano, o boliviano, o centroamericano, quizás ecuatoriano, donde los objetos se trocaban. Podía sorprenderse también con algunos artistas conceptuales mostrando sus obras, y sobre todo con corresponsales que transmitían el fenómeno en todos los idiomas a sus centrales del Primer Mundo. Es que no era para menos. El escritor Martín Caparrós, Florencia Lafuente, el dibujante Rep, el economista Eric Calcagno, con la colaboración de varios nodos de trueque habían dado, con ese mercado marginal, lo planeado: un auténtico golpe de mercado.
Así nació la idea de la acción directa concretada ayer. “Por un golpe de mercado”, rezaba el mail que llegó a miles, y la convocatoria que se hizo hasta en la tira que Rep publica en este diario. “Hace unos meses, muchos argentinos supusimos que podíamos tomar decisiones, intervenir en el diseño de nuestras vidas, y fue un gran gusto. Los ricos y el gobierno se asustaron. Ahora, con otros sustos en el cuerpo, siguen decidiendo lo inmediato de nuestro futuro sin que muchos encontremos cómo intervenir. Hemos vuelto a ser espectadores del desastre, y es desesperante”, plantearon en una carta los muchachos, activistas eventualmente organizados contra el estado de cosas y el imperio de las corporaciones, en su combate contra la desesperación.
La base de este acto político contra “los mercados” fue la decisión de ya no dejarse “correr” por la versión de que los bonos, el dólar, la híper, todas las formas y herramientas de los mercados, son decisiones que salen de un “monstruo turbio incontenible abstracto que maneja nuestras vidas”. Así, convencidos de que el mercado está hecho de quienes controlan el dinero, aplican políticas, obligan a acatar medidas, mientras la mayoría mira hacer, los convocantes se plantaron a las diez menos cuarto en un bar de la esquina acordada. A esa hora ya se perfilaban contra la city los primeros caballetes y tablones, los truequistas que, para sorpresa de Caparrós y Rep, se multiplicaron en media hora con la velocidad y la práctica que les da el vivir moviéndose por los nodos en los que intercambian lo suyo.
Se juntó mucha gente. Pero mucha, para lo que es esa cuadra en día viernes, con los desbarajustes que se viven y las corridas siempre latentes. Venta de pan con chicharrones, de botellas de leche de vaca, de yogurt casero, de dulces; hasta ahí llegaba la oferta de comida, mayoritaria en los trueques de barrio. Abundaban luego los “chiches”, adornos hechos de materiales diversos, muñecos de peluche, colgantes, lámparas, servilletas, alfombras artesanales, un tapado de piel de nutria y una larga lista de personas con carteles, versiones simplificadas de los antiguos hombres sandwich.
“Modista. Reciclo ropas. Arreglos. Confecciones damas”, decía el de una mujer de pelo largo, con un párpado caído, que negociaba con una clienta la hechura de una pollera. La verdad es que el grupo de la idea no supuso un aluvión de truequistas: porque al final coparon la parada tras llegar de todos los puntos, La Boca, Almagro, Congreso, Retiro, Parque Patricios, Barracas. También de Bernal y Moreno. Y hasta de Jujuy, de donde vino Mirta Callejos, a quien le compraron todos los productos caseros, hasta sumar cien créditos. Y lo cierto es que los truequistas hasta quisieron desalojar del evento antimercado a los que no vendían en bonos de trueque y a los artistas que montaron un par de instalaciones. Pero los organizadores terciaron, haciendo comprender que el espacio de la toma noera solo para trocar, en términos del truequismo argentino, sino para intercambiar y ofrecer, demostrando que el mercado puede ser golpeado.

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