SOCIEDAD
Se entregó el hombre que hace ocho años enterró a su mujer bajo la cama
Lo había denunciado su hijo, que tiene 16 años y fue testigo del crimen. Estuvo diez días prófugo.
› Por Carlos Rodríguez
A Mario Freiro sólo le faltó decir “arrésteme sargento y póngame cadenas”, como en un viejo tango, de letra ridícula, que alguna vez fue incluido en una antología del humor absurdo. Claro que el caso que tuvo a Freiro como protagonista fue, más que absurdo, trágico. El que ayer se entregó detenido en la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) de La Matanza es el hombre que, hace ocho años, por celos, asesinó a su mujer en presencia de su hijo menor, de 8 años, quien esperó a vivir la misma cantidad de años y recién a los 16 pudo hablar acerca de lo que había visto y denunciar a su propio padre. Las fuentes policiales dicen que el homicida prófugo se mostró “visiblemente afectado”, aunque nadie acertó a decir si fue por el crimen cometido hace tanto tiempo, por el trauma que le dejó a su hijo como herencia o por su propia tragedia, por haber fracasado en el matrimonio, en sus sueños de impunidad y, sobre todo, en su rol de hombre y de padre.
Freiro asfixió con sus propias manos, con la ayuda de un pañuelo de cuello, a su primera mujer, María Angela Deluca, a quien acusaba de haberlo engañado. Después de asesinarla, la enterró debajo de la cama matrimonial que poco tiempo después comenzó a compartir con su nueva mujer, que también se llama María. Su actual compañera, después de conocido el crimen, el 12 de marzo pasado, declaró a la prensa que todavía le cuesta creer que su marido sea un asesino. Freiro tuvo dos hijos con su primera esposa y uno más con la actual. Tal vez por estrategia de su defensa, Freiro se presenta ahora como un hombre que tiene “las facultades mentales alteradas”, según palabras de su abogado, Hugo López Carribero.
Según el letrado, cuando Freiro ya estaba prófugo, se presentó en su estudio y le dijo que a su primera María la había enterrado bajo el lecho matrimonial por una sola razón: “Yo la quería tener cerca mío”. Ese primer encuentro entre los dos, abogado y acusado, se produjo cerca de las dos de la mañana, cuando Freiro llevaba dos días escapando de la Justicia. Como si quisiera abonar el camino para escribir su propio tango absurdo, el hombre le dijo a su defensor que no le guarda “ningún rencor, ningún odio” a su hijo por haberlo denunciado. Según López Carribero, su representado desde hace días pensaba en entregarse porque se sentía “desesperado, acorralado” por la policía que lo buscaba.
Freiro, acompañado por su abogado, se presentó ayer detenido ante las autoridades de la DDI de La Matanza. Voceros policiales aseguraron que el prófugo tenía “el gesto desencajado”. El hombre, que pudo seguir durmiendo sobre la misma cama, volver a casarse y tener un tercer hijo sin modificar sus hábitos de vida, sin mudarse de la habitación donde estaba oculto el cuerpo de su primera María, ayer aseguró que estaba “desesperado” y que estuvo “a punto de suicidarse”.
El imputado parece haber perdido la calma que le permitió mentir a los vecinos y decir que su mujer lo había dejado para irse a vivir con otro hombre. Perdió el buen pulso que hizo posible que escribiera de puño y letra una carta, falsamente atribuida a María, en la cual ella confesaba la supuesta infidelidad y su fuga del hogar. La policía comentó ayer que, para callarle la boca al hijo que finalmente lo denunció, lo había amenazado con internarlo en un instituto de menores. Ahora Freiro tendrá que hacer su confesión –o no– ante el juez Marcelo Dau y el fiscal Sergio Carrera Fernández. Será difícil alegar “emoción violenta” luego de haber planeado con tanta frialdad su proyecto de impunidad.