SOCIEDAD
El hombre que vivía en un desagüe y desapareció con la inundación
Los vecinos de Mataderos intentaron salvarlo, pero no pudieron. Uno de ellos lo sostuvo de la mano, hasta que el agua se lo llevó. Dicen que estaba acompañado por otro hombre, que tampoco aparece.
› Por Alejandra Dandan
Las dos anclas tatuadas en los brazos de Martín de Bartolis soportaron todo lo que pudieron la presión del agua que se llevaba el cuerpo de ese vecino circunstancial del que ni siquiera sabían el nombre. A las 20.05 del lunes, cuando Martín llegaba a su casa, una de las travestis del barrio corrió a buscarlo para pedirle ayuda. Bajo la gran boca de agua de Justo Suárez y General Paz, en Mataderos, aquel hombre pedía “por favor Diosito, no me dejés; por favor Diosito salvame”, mientras intentaba como podía sujetarse a unas rejas. Los vecinos de Mataderos llamaron a la comisaría 42, al SAME y al cuartel de Bomberos más cercano que demoró más de media hora en acercarse. Durante aquel tiempo, tres chicos de entre 18 y 25 años hicieron todo el trabajo: consiguieron una maza, una manguera y una soga. El hombre se convirtió en la hasta ahora única víctima oficial de la tormenta del lunes, pero los chicos de Mataderos creen que puede haber otro muerto: escucharon al hombre de la alcantarilla cuando decía que “a mi compañero el agua ya se lo llevó”.
Bajo el desagüe de la General Paz, los socorristas encontraron varias frazadas. Aunque no era un espacio apto, el lunes a la noche, los sin techo de la zona habrían improvisado un refugio para protegerse de la lluvia que en poco más de una hora hizo caer 37 milímetros de agua en la Capital (ver aparte). El desagüe parece un refugio ideal para situaciones semejantes. Techado, de cemento y con un espacio libre de unos 25 metros cuadrados, la colectora recoge las aguas del arroyo Cildáñez a través de zanjas profundas de poco más de un metro. Una reja separa el espacio techado, el sector donde se acumuló el agua de lluvia que terminó presionando contra las rejas como mortero.
“Mi amor, no me abandones”, gritaba el hombre detrás de las rejas cuando se acercaba Martín. “Te lo juro”, explica el muchacho. “Decía: ‘Diosito, no me abandones’, ‘Diosito, salvame’”. Con lo que podía, Martín le agarró un brazo para sujetarlo mientras el agua le succionaba el cuerpo hacia adentro. Mientras tanto, uno de sus hermanos corría a la casa de un vecino para conseguir una maza. Cuando la encontraron, rompieron el vidrio del costado del desagüe, un ojo de tormenta con una boca más pequeña y escaleras ubicada sobre el techo. En algún momento, dice Martín, “pensé meterme yo por ahí adentro”. Quería bajar con una soga, “para tratar de agarrar al chabón” que estaba abajo.
Martín Acosta vive al lado de los De Bartolis. “Estaba mirando la tele cuando de repente escuchó que afuera había un despiole bárbaro.” Los ruidos entraban por la ventana de la oficina del padre. A esa altura, un grupo de vecinos chapoteaba entre la lluvia, el agua y el tránsito de la colectora por donde todavía seguía pasando el tránsito que arrojaba cataratas de agua contra la zanja, el socorrista y la víctima.
“¡Respirá! ¡Sacá la cabeza afuera!”, le gritaba el segundo Martín, que apenas salió a la calle puso su brazo en la cadena que intentaba auxiliar al cartonero. A esa altura ya eran tres: él, Martín De Bartolis y su hermano Mauro.
“Yo llamé al SAME, pero a un teléfono de línea; llamé a la comisaría y a los bomberos que están acá a ocho cuadras, al lado del Mercado de Hacienda y tardaron más de media hora en venir”, explica ahora Noelia Duarte, de 23 años y esposa de Martín.
El hombre en la alcantarilla todavía respiraba. “A veces dejaba de hablar, pero después hablaba de nuevo”, explica uno de los Martín. Para ayudarlo consiguieron una manguera e intentaron pasársela. “Pero el agua ya le tapaba toda la cabeza y el hombre no podía ni agarrarla”.
Aunque no están seguros de la hora, dicen que a las 20.45 llegaron los bomberos. Que “eran como cinco o seis y no tenían nada para cortar las rejas, ni siquiera tenían una linterna”. Uno de los bomberos se sumó a la cadena del rescate. Puso su brazo dos minutos antes de que el rescatado dejase de hablar: “Pibe –escuchó Martín–, no te das cuenta de que estás teniendo el cuerpo de un muerto”.
Y el cuerpo se fue. El homeless o el “cartonero”, como lo llaman en el barrio, aún no está identificado. Es un N.N. Cayó por uno de los canales de desagüe que conduce al Riachuelo. Con los mapas de la Dirección Hidráulica, el cuerpo de Bomberos de Rescate trabajó durante todo el día de ayer en la búsqueda, pero hasta anoche no había sido encontrado.
Los del barrio creen que estaba allí desde hace un mes. Vivía bajo los árboles, al lado de la autopista. Con un chango, cartones y chatarras cada tanto lo veían perderse entre los caños bajo la General Paz, por donde cruzaba al otro lado.
Si se trata de la misma persona, suponen que tenía “unos treinta o cuarenta años”. Y que tenía un compañero mayor. Un hombre de unos sesenta años, cuyo destino se desconoce.
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