Unas seis mil personas se reunieron anoche en la Plaza de Mayo, frente a un escenario alumbrado por 193 velas encendidas, una por cada víctima, en el final de la marcha convocada por familiares y amigos de los muertos en el boliche Cromañón, a tres meses de ocurrida la tragedia. Las velas estuvieron en manos de los padres de los jóvenes fallecidos, cuyos nombres fueron leídos, uno por uno, por los actores Gastón Pauls y Rubén Stella, al pie de un olivo, en el ángulo de la plaza más cercano a la Catedral metropolitana. Desde la partida, el acto tuvo un tinte religioso, con una misa ecuménica que se realizó desde las 18 en el santuario levantado en Bartolomé Mitre y Ecuador, a metros del local que fue escenario del desastre. Por encima de los cánticos unitarios, la manifestación expresó una vez más el dolor de cada familia, de cada grupo de amigos, con leyendas que cruzaban banderas, remeras y pancartas con las fotos de los chicos que murieron en el inesperado final de lo que debió haber sido una fiesta.
Aunque no se produjeron incidentes graves, hubo algunos entredichos, entre los familiares, a partir de la presencia en plaza Once del baterista de la banda Callejeros, Eduardo Vázquez. Mientras algunos padres le pidieron que se vaya, otros respaldaron su presencia y el músico terminó marchando con una columna que llegó desde el partido bonaerense de La Matanza. Otro incidente se produjo cuando miembros de la seguridad de la marcha detectaron la presencia de dos hombres armados, en ambos casos con pistolas 9 milímetros, a los que los organizadores sindicaron como “policías infiltrados”. Los dos hombres fueron expulsados, luego de recibir algunos empujones, insultos y acusaciones.
“Ayer con levita, hoy con alas, seguís bailando con nosotros”, decía una bandera roja con lentejuelas levantada en homenaje a Paola Crivelli, integrante de la murga Los Auténticos Rayados, de Villa Lugano, que murió en Cromañón. “No olvidar, siempre resistir. Por los sueños que se hundieron allá”, era la inscripción que adornaba varias remeras. La misma leyenda en la espalda, distintas fotografías y nombres sobre el pecho. “Masacraron el futuro”, en alusión a las 193 víctimas, o “Pato fue asesinada en Cromañón”, en referencia a Patricia González, de la Asamblea de San Telmo, fueron otras de las inscripciones que, acompañadas por la palabra “Justicia”, en mayúsculas, enarbolaron los manifestantes a lo largo del recorrido por Rivadavia y avenida de Mayo.
Julián, un chico que estuvo en Cromañón y luego se hizo atender en el Hospital Fernández, cargó todo el tiempo con un muñeco que decía “Argentina país generoso”. La figura de cartón era un joven, él mismo, con gesto apesadumbrado y la cabeza vacía, sin neuronas. Tuvo que atenderse porque sufría dolor de cabeza, en el pecho, y al respirar le faltaba el equilibrio y tenía problemas de memoria. En una clínica recibió, durante más de un mes, un tratamiento con oxígeno hiperbárico porque estaba “envenenado por monóxido”. En el Fernández “nadie hizo nada” por él, afirmó anoche a este diario mientras cargaba con su muñeco-cruz.
Alberto Chaparro, cuyo hijo, Leonardo David, murió en Cromañón, sostuvo que “al final, aunque cueste, se va a hacer justicia y van a recibir castigo todos, desde (Omar) Chabán hasta (Aníbal) Ibarra, pasando por los inspectores y los policías coimeros”. Otros familiares, como Hugo Zerpa, cuyos nietos Gastón Amaya y Gustavo Zerpa fallecieron en la tragedia, opinaron en cambio que “va a ser difícil hacer justicia, porque todo es política y la política está llena de mugre”.