SOCIEDAD
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Los ángeles mediáticos
Por Nicolás Casullo
El último cuarto de siglo no es sólo una forma fuerte de hacer consciente el tiempo sino un cúmulo de historia de una magnitud insospechada. El período de reinado de Juan Pablo II. Ascendió en aquel mismo año donde Cohn Bendit al cumplirse una década del ‘68 parisino aún hablaba del avance de la revolución mundial. El mismo año de una oscura Argentina militar homicida, donde no habían nacido todavía mis alumnos hoy ya recibidos. Karol Wojtyla recibe hoy las honras en la voz de Bush, desde los labios de Fidel Castro, pertenece a los grandes liderazgos ya extinguidos de la modernidad del XX. Hay una presencia en la historia “larga” de un personaje que se propuso gravitar. Centralizar, ocupar espacio, ser noticia permanente, atravesar las geografías, comandar una política de las almas, gestionar las ideologías de dios, con una capacidad mediática tal que si los ángeles no fuesen invisibles a los ojos estaríamos familiarizados con las esferas celestes como con el noticiero diario, y más de uno de ellos trabajaría en teleteatros a horas pico. Conservador en lo ideológico, en lo moral, en el mundo de costumbres, en las problemáticas sexuales, enemigo de las izquierdas eclesiásticas, rodeado de la crema del reaccionarismo vaticano, fue al mismo tiempo no sólo un crítico rotundo del neoliberalismo, de la globalización bajo puro dictado del mercado y sus secuelas sociales, de la conquista armada de Irak, sino que su voz fue una de las pocas trascendentes que parecía provenir de “otro tiempo” (tiempo de disputas reales y no retóricas) y así solían a veces sonar sus palabras y encíclicas en esta actualidad: a contrapelo de esta “única vía bárbara e inexorable” en la que se hundió la Justicia en el mundo. Su muerte, a diferencia de su arribo, ya pertenece sin embargo a dos fenómenos tal vez concomitantes que no se concebían en su llegada. Por una parte, al escenario mediático desenfadado donde todo se transforma, en el espectáculo y la farándula sobre un superconocido. La lógica de pantalla no tiene usos buenos y malos, ella es la obscenidad competitiva, lo que quedó, lo que hay, un papa que en la realidad murió como noticia propalada un día antes. El segundo dato es que el espectáculo muerte del Papa, calculado, sincronizado en set mundial, se funde con un redespliegue de lo religioso como poder de los poderes, como reanimante de las altas esferas, de una manera que anuncia más asfixia, censura, inquisición e intolerancia. Y donde tanto el bien y el mal del general metodista Bush, el fundamentalismo islámico, el modelo reaccionario democrático homicida israelí y la derecha vaticana, es el mundo activado que despide a ese anciano polaco de 85 años que tanto aportó a este teorema de avanzada.