SOCIEDAD
› LA ODISEA DE UNA FAMILIA MANTENIDA COMO REHEN EN SU CASA
Una noche eterna en Villa Ortúzar
A lo largo de seis horas la mujer, sus hijos y una empleada fueron rehenes de dos hombres, uno de los cuales amenazaba con matarse. Al fin se entregaron, temiendo “un nuevo Ramallo”.
› Por Carlos Rodríguez
La casa, imponente, está semiescondida detrás del alto vallado de rejas negras que sin embargo fue inútil para impedir el ingreso de dos ladrones armados que mantuvieron en vilo al tranquilo barrio de Villa Ortúzar con una toma de rehenes que terminó sin consecuencias, luego de transitar seis horas sobre el filo mismo del abismo. Ayer, después de pasar en pie toda la noche, apuntalando a los otros seis rehenes e incluso a los nerviosos ladrones, uno de los cuales amenazaba con quitarse la vida si avanzaba sobre ellos la policía, la dueña de la casa, Estela Hoffman, tuvo el temple necesario como para llamar a la reflexión. “Es un país que no ofrece posibilidades ni para los que queremos una vida tranquila, ni para estos pibes (por los asaltantes que habían puesto en riesgo su vida y la de su familia), que probablemente desde chiquitos ya estaban marcados por el destino que tuvieron”. Para Hoffman, la solución al problema de la inseguridad depende “de una decisión que viene de bastante más arriba”, en obvia alusión a las máximas autoridades nacionales.
El robo con toma de rehenes, que había comenzado a las 21.30 del martes, concluyó a las 3.30 de ayer, cuando los dos delincuentes resolvieron entregarse para evitar lo que ellos mismos habían pronosticado como “una nueva masacre de Ramallo”, en referencia al trágico final de un caso similar ocurrido hace unos años en Villa Ramallo, donde murieron tres personas, entre ellos dos de los rehenes. Los asaltantes quedaron detenidos en la comisaría 37ª, que intervino con el respaldo del Grupo Especial de Operaciones Federales (GEOF), que con su enorme despliegue había transformado el paisaje de toda la zona aledaña a la vivienda ubicada en Giribone 1435, con entrada de automóviles por el 1441. La plaza 25 de Agosto, ubicada frente a la casa, estaba llena de francotiradores del GEOF dispuestos a entrar por la fuerza, si fracasaban las negociaciones a cargo de un mediador de la fuerza.
Antes de que se entregaran sin disparar un tiro, Juan Ramón Reales, de 29 años, y Rafael Domingo García Machado, ambos uruguayos, los dos con antecedentes penales, dejaron un recuerdo imborrable en Estela Hoffman, sus hijos Juan Cruz (21), Tomás (14) y Lucía (8), una nena de 9 años amiga de la hija menor, la novia del hijo mayor y una empleada doméstica. “Todo pasó muy rápido –relató Hoffman–, porque a los chicos y a las otras dos mujeres los encerraron en una habitación de la casa, mientras que yo y mi hijo mayor estuvimos en contacto con los ladrones.” El padre, Juan Manuel Roncoroni, que es médico igual que su mujer, estaba fuera de la casa cuando entraron los dos delincuentes y después tuvo que seguir la odisea desde la calle, junto con los negociadores policiales.
Los ladrones ingresaron al parque de la casa de la familia Roncoroni cerca de las 21.30, saltando las rejas negras que se extienden a lo largo de los veinte metros que tiene el frente de la vivienda. En el jardín sorprendieron al hijo mayor, Juan Cruz, pero el movimiento fue observado por un vecino, que llamó de inmediato a la policía. Estela Hoffman, que es obstetra, admitió que había sentido “mucho miedo” por sus hijos, pero enseguida pasó a ocuparse de los ladrones: “Nunca nos golpearon y hasta nos pedían disculpas por lo que había pasado. Uno de ellos estaba muy nervioso y decía a cada momento que si la policía lo detenía se iba a matar porque no quería regresar a la cárcel. Nos dijeron que ellos robaban para darles de comer a sus hijos”.
Antes de la toma de rehenes, los ladrones pidieron el dinero y joyas para poder escapar rápidamente. “Les tuve que decir que no teníamos joyas en la casa porque ya nos robaron otras tres veces y que había poca plata porque usamos tarjetas de crédito”, recordó Hoffman. “Hace unos meses fui víctima de un robo a mano armada, cuando volvía del banco junto con mi hijo, y desde entonces no ando con mucho dinero encima”, insistió la mujer durante su diálogo con la prensa. El mayor temor fue porque los ladrones “estaban muy nerviosos, como angustiados por la presencia policial y la posibilidad de que los detuvieran”. Un taxista, que fue testigo del procedimiento, dijo a este diario que los policías “comentaban entre ellos que uno de los ladrones, el que le apuntaba con el arma al hijo mayor de la mujer y que tenía puesta una gorra, amenazaba con matarse y con hacer un desastre”. Hoffman coincidió en que repetían que “estaban jugados y que no se iban a entregar”. Uno de ellos “se descompuso y tuve que darle un remedio para que se recuperara. Yo sé que resultará raro lo que digo, pero daba mucha pena, estaban muy angustiados”. El momento de mayor tensión se vivió a partir de las tres de la madrugada, cuando la policía decidió cortar la televisión por cable y luego el suministro de luz.
Cuando los hombres del GEOF estaban dispuestos a ingresar a la casa, los ladrones resolvieron entregarse. “El problema de la inseguridad no pasa por un barrio, ni por una casa; la inseguridad está en toda la ciudad, no hay barrio, no hay country, ni ninguna forma de guardarse. Esto es un problema cuya solución tiene que venir de bastante más arriba y es un problema que atañe a la sociedad en general”, siguió diciendo Hoffman. Su marido la apuntaló pidiendo que todos “codo a codo” se unan contra la inseguridad “no sólo aquí sino en todo el país. Creo que todo se puede mejorar, pero no va a ser fácil”.
Ayer, el barrio seguía convulsionado y los vecinos decían que el supuesto foco de inseguridad son “las casas tomadas” que hay en la zona. Anoche, todos los negocios de la zona permanecieron abiertos, pero con las primeras sombras sólo atendieron con las persianas bajas, como farmacias de turno.