Vie 08.04.2005

SOCIEDAD  › SI NO HAY MAS OBSTACULOS, SE CASAN CARLOS Y CAMILLA

Boda con los dedos cruzados

Después de postergaciones y dudas, el príncipe y su amante al final se casan mañana. Eso sí, lo harán en medio de las bromas, único motivo por el cual interesa esa boda a los británicos.

› Por Horacio Cecchi

De seguro, las próximas horas, todo el día de hoy y media mañana del sábado, serán las más arduas para el príncipe Carlos y su amante prometida, Camilla Parker Bowles. Comedero de uñas, teniendo en cuenta la serie de imprevistos que trastrocaron los planes de la boda real británica más criticada y más postergada de la historia, desde que el papa Juan Pablo II muriera obligando a la postergación del evento, y pocos días después lo siguiera el príncipe Rainiero de Mónaco, interrumpiendo la ansiada luna de miel; desde que el servicio meteorológico anunciara un clima de órdago para el sábado a la mañana; hasta que la celebración civil deberá realizarse a media mañana porque la sala del Ayuntamiento de Windsor ya fue alquilada por otras tres parejas del mediodía en adelante. De cualquier forma que sea, la boda es un indicativo del tozudo y absorbente amor que une al príncipe y a la plebeya, y del tremendo exorcismo que deberá realizar Carlos para librarse del ángel vengador de Lady Di.
Si se lo quiere mirar desde un punto de vista diferente, el de Carlos Felipe Arturo Jorge Windsor y Camilla Shand es un amor ardiente y vigoroso, capaz de mantenerse contra el viento de las rígidas y ultraconservadoras normas del protocolo real y contra la tenaz y aplastante marea de los años. Llevan 34 (se conocieron en 1970 en un partido de polo) y van por más, aunque recién ahora, y desde este mismo punto de vista, se enfrentan a su más grave escollo.
Enfrentar escollos, vallas y acantilados parece una constante desde que Camilla y Carlos se conocieron y comenzaron a intimar arrastrados por el fuego de lo prohibido. Después de la muerte de Lady Di, después del trabajoso dibujo de una imagen pública aceptable de Camilla –la malvada que desató la crisis y el divorcio de la angelical Lady Di y como consecuencia, según están convencidos los británicos, su muerte–, de algún modo el Commonwealth y mamá Isabel comenzaron a aceptar (con recelo) el noviazgo. Fue por eso que en febrero pasado, la corona se dispuso a oficializar la boda del sucesor al trono con su prometida, la ex esposa de Andrew Parker Bowles.
Que en el medio existieron envidias y competencias a nadie se le podrá ocurrir negarlo: cuando el romance oculto de Carlos y Camilla quedó trunco en el ’74, cuando él partió en viaje de egresado naval en la fragata Júpiter, Camilla despechada se casó con Andrew, un oficial de caballería que había mantenido algunos escarceos con la princesa Ana, hermana de Carlos. Ese matrimonio fue, curiosamente, el que mantuvo a Camilla unida a Carlos de allí en más. A tal punto que Lady Di, ya casada con Carlos, llegó a decir que su matrimonio era “de a tres” y apodó a Camilla como “la Rottweiler”. El romance sobrevivió al divorcio de las dos parejas. A la ira de la reina. Al odio del pueblo tras la muerte de Lady Di. A la burla de la prensa. A la propia incredulidad que provocó, el 10 de febrero pasado el anuncio de la boda como remate del culebrón de un príncipe denostado y una impopular plebeya.
El anuncio fue para el viernes 8 de abril, o sea, hoy. La fecha agonizó durante dos meses junto con el Papa y murió el mismo 2 de abril en que murió el sumo pontífice. Aún hoy, las tazas y remeras alusivas que cuelgan de los comercios británicos mantienen la vieja fecha. El casamiento se postergó un día con los consecuentes problemas: la seguridad en el castillo de Windsor, donde se realizará la fiesta tras el casamiento civil en el Ayuntamiento, demandará dos millones de dólares extras para pagar la extensión horaria a cientos de agentes. Como la boda estaba planeada para hoy, la sala de Ayuntamiento fue alquilada para el sábado, pasado el mediodía, por tres parejas por lo que el príncipe debió aceptar el sábado por la mañana. Los testigos serán Guillermo, hijo de Carlos, y Tom, hijo de Camilla. No anunció su presencia la reina madre. Para colmo, en el camino se cruzó la muerte de Rainiero de Mónaco, que amagó con interrumpirla luna de miel: la reina Isabel ya hace tiempo que no acude a sepelios fuera del país y pide que la reemplace Carlos. Pero en el caso de Rainiero, la reina decidió convocar al príncipe Andrés, su segundo hijo varón.
Desde esta perspectiva de culebrón de amor prohibido, será a partir de mañana quizá cuando anide el principal escollo para la pareja del príncipe infiel y la plebeya bruja. Mañana, cuando todas las prohibiciones hayan desaparecido.

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