SOCIEDAD
› LA HISTORIA DE UNA ARGENTINA QUE HALLO A SUS HIJAS TRAS TRECE AÑOS DE SEPARACION
Reencuentro en Dubai
La cordobesa Cecilia Mojica perdió contacto con sus dos hijas cuando su ex marido le impidió volver a Dubai. A las nenas les dijo que ella había muerto. En los trece años siguientes, la mujer hizo todo lo posible por recuperarlas: hasta escribió un libro que subió a Internet. Finalmente una de sus hijas la encontró escribiendo su nombre en un buscador.
› Por Andrea Ferrari
Yamila al Rikhaimi pensaba que su madre había muerto en la Argentina muchos años atrás. Así, al menos, se lo había hecho creer su padre. Por eso el día en que se sentó frente a una computadora en Dubai y puso su nombre en un buscador no esperaba encontrarla a ella, sino tal vez a algún familiar que le contara algo de los últimos años de su vida. Lo que saltó en la pantalla, sin embargo, fue la historia completa de la agotadora búsqueda que encaró la cordobesa Cecilia Mojica para intentar recuperar a sus dos hijas después de que su ex marido saudita la repudiara y le negara todo contacto con ellas. Aquel día Yamila esperó a que amaneciera antes de llamar a Nueva York y oír la voz de su madre en el teléfono, cerrando una historia de trece años que podría ser una novela si no fuera porque es real.
Se habían conocido en Italia, donde él trabajaba como agregado militar en la embajada saudita. Se casaron y vinieron a la Argentina: Abdoul creía que aquí podría hacer buenos negocios. “Compró campos y departamentos, pero él no sabía hacer negocios, casi ni siquiera sabía español y se fundió.” Lo cuenta Cecilia con inocultable tonada cordobesa desde Nueva York, adonde lleva viviendo varios años.
Tras el quiebre económico, Abdoul propuso que se fueran a los Emiratos Arabes, donde estaban sus hermanos, que podían ayudarlos a instalarse. Ya entonces Nadia y Yamila, nacidas en Córdoba, tenían tres y cuatro años.
“En Italia y en la Argentina nosotros estábamos muy bien juntos, éramos felices, pero al llegar a Dubai todo cambió –dice Cecilia–. Ya en el aeropuerto me dijo que tenía que ponerme anteojos oscuros, taparme la cabeza y se guardó mis documentos y los de las nenas.” Dice ella que la familia de él nunca la aceptó: “Allá consideran que los árabes deben casarse con otro árabe, que sea musulmán. El quería que me pusiera velo, porque allá la mujer casada debe taparse la cara, pero yo decía que no lo iba a usar, que siendo extranjera no tenía por qué hacerlo”. Empezaron a llevarse mal.
“Malísimamente –agrega–, es que él bebía una cantidad enorme de alcohol, venía siempre mal, me pegaba, me encerraba. Llevé una vida tremenda: la sirvienta era mi carcelera. Yo pasaba encerrada todo el día, él sólo me dejaba salir un rato.”
A los tres años de estar ahí, Cecilia recibió una noticia que la quebró: había muerto una de sus hermanas en la Argentina. “Yo lloraba todo el día y finalmente él me dijo que fuera para allá quince días. Me puse contenta, pensaba viajar con las nenas, pero después me enteré de que no me dejaba llevarlas: tenía que ir sola.”
Llevaba pasaje de ida y vuelta, pero nunca más pudo volver.
Suplicando
Después de que su ex marido la repudiara, Cecilia ya no pudo entrar al país. Así lo marca la ley. Los siguientes trece años de su vida, dice, los pasó suplicando. “En la Argentina intenté por todos lados, consulté a abogados especialistas en derecho de familia, fui a la Cancillería. En esa época estaba Di Tella y me dieron audiencia, pero al final nunca nadie me ayudó.”
Durante esos trece años, Cecilia escribió puntualmente cartas a sus hijas para cada cumpleaños, para cada Navidad. “Guardaba una copia de esas cartas, porque estaba segura de que él no se las daba.” Decidió irse a vivir a Estados Unidos, donde estaba una de sus hermanas, porque creyó que allá iba a tener más posibilidades de obtener ayuda para recuperar a sus hijas: “Estuve en Washington DC, en el Departamento de Estado –cuenta–, pero tampoco era mucho lo que podían hacer”. En 1994, al poco tiempo de llegar, supo que tenía cáncer de mama. Siguieron épocas de quimioterapia y rayos que dieron lugar a una mejoría, aunque en 1997 el cáncer resurgió. De esa época data una carta que Cecilia escribió a su ex marido: “Le pedía que por favor me dejara ver una última vez a mis hijas”. El nunca le contestó, pero luego les mostró la carta a las hijas y les informó que su madre había muerto.
En un último intento por encontrar a sus hijas, Cecilia decidió producir un libro. “Ya no sabía más qué hacer y pensé que tal vez ellas podían verlo en una universidad, en alguna escuela. Yo no creía que pudieran tener una computadora en su casa.” Atrapada en Dubai, el libro donde contaba su búsqueda, fue escrito por Susana Trespi, una escritora de Río Tercero, y traducido a siete idiomas. Luego lo subieron a Internet.
Pasó el tiempo, y nada. Hasta que el pasado agosto, Abdoul murió. Las chicas supieron entonces que las cosas no eran como se las habían contado. “El padre siempre tenía un maletín con llave que a mí me parecía muy misterioso. A ellas también: después de la muerte lo abrieron y encontraron muchas de las cartas. Se dieron cuenta de que les había mentido.”
Poco después, Yamila decidió escribir el nombre de su madre en un buscador de Internet. “Ella pensaba que podía encontrar a alguna de mis hermanas, alguien que le podía contar sobre mí. Entones escribió ‘Cecilia Mojica’ y le salió el nombre, las fotos de la familia, la historia, todo.” Enseguida Yamila mandó un mail a la dirección que figuraba en el sitio. Lo recibió Adrián Biondi, en Río Tercero, y de inmediato la llamó a Cecilia a Estados Unidos. “No lo puedo creer –cuenta ella que le dijo–. Yamila escribió y está desesperada por hablar con vos: no sabía que estabas viva.”
Hubo que esperar toda una noche. A la mañana siguiente sonó el teléfono de Cecilia en Nueva York y ella corrió a atender.
–Cómo lloramos –recuerda ahora–, lloramos tanto.
El reencuentro
Yamila y Nadia tienen ahora 20 y 21 años. Viven en Dubai con una tía, desde la muerte de su padre, y tienen por tutores a sus hermanos mayores, hijos de un matrimonio previo de Abdoul. “Es que allá una mujer siempre tiene que depender de alguien”, dice Cecilia. Nadia se recibe a fin de año de contadora y a Yamila le queda un año de Administración de Empresas. Ninguna de las dos habla castellano.
–Pero se acuerdan de los ñoquis y las empanadas que hacíamos juntas.
El 10 de noviembre, Cecilia viajó a Dubai y las tres se encontraron. Cuenta que se abrazaron mucho tiempo, que rezaron en varios idiomas. Su hija mayor es muy religiosa, “bien musulmana”, añade. Viste de negro y suele ir de peregrinación a la Meca. La menor no: “A ella le gusta todo lo americano, lo europeo. Quisiera venir a vivir acá”.
Pero el viaje no es fácil. No sólo necesitan el aval de sus hermanos, sino la visa, y siendo árabes la entrada a Estados Unidos no es sencilla. “Pero como yo tengo un problema de salud, me dijeron que tal vez podamos conseguir una visa humanitaria.” Cecilia tiene por tercera vez cáncer aunque mira las cosas con optimismo: “Me aseguraron que es pequeño y me dieron esperanzas de que voy a mejorar”.
La otra posibilidad es que las chicas recuperen su documentación argentina que el padre les anuló cuando les sacó los pasaportes árabes. Mientras dura el papeleo, se llaman cotidianamente y se envían e-mails. Hablan en inglés y sueñan con ñoquis, empanadas y con otro encuentro.