Para los Estados Unidos, que una persona sea portadora del virus del VIH sida, tenga antecedentes penales o ligados al narcotráfico y el terrorismo no es lo mismo, pero es igual. Una de ellas fue el artista Fernando Peña, a quien el consulado de ese país le negó la visa por ser portador del virus, aunque la empleada que le transmitió la negativa no distinguió entre las categorías de “enfermo” y “portador”. Cuando el hecho fue público, la embajada estadounidense se negó a hacer comentarios y defendió su Ley de Inmigración y Naturalización. En varios países rigen restricciones como ésta, que intentan supuestamente detener el avance de la epidemia. De todos modos, “si este sistema lo aplica el mundo entero sigue siendo una atrocidad”, reflexionó Peña, que llevará el caso a la Justicia. Para el presidente de la Sociedad Internacional de Sida, Pedro Cahn, “parar una epidemia con barreras migratorias no sólo es discriminatorio sino un atentado contra los derechos humanos”.
Peña inició los trámites en el consulado estadounidense la semana pasada porque había planificado viajar al casamiento de su hermano, el próximo 1º de julio. Completó el formulario con la información personal “sin mentir, porque si miento contribuyo a la ignorancia y eso es más peligroso”, recordó en diálogo Página/12. Entregó los papeles y un empleado le dijo que “no había ningún problema” y le mandarían la visa por correo. A la hora recibió un llamado en el que le informaron que “hubo problemas”. Lo citaron para el lunes pasado y se entrevistó con la oficial de la división Consulado Kimberly Atkinsons y repasó las respuestas.
Peña tenía “miedo” de que la negativa tuviera origen en un antecedente penal a causa de un accidente de tránsito. Pero no, la ficha saltó en el punto 38 del formulario. “La única pregunta en la que hacía hincapié era en la del sida. Y cuando le dije que tenía VIH me repreguntó ‘¿tenés sida?’. Le dije ‘no, soy VIH positivo’ y puso los ojos como un dos de oro. Ella no tenía noción de la diferencia. Por eso digo que la negativa no es una condena, sino que es un síntoma de ignorancia’”.
Atkinsons “leyó y entregó la ley 212ai, que dice: ‘Ninguna persona portadora del virus HIV es elegible para otorgarle la visa para entrar a los Estados Unidos’ –prosiguió–. No le di vueltas al asunto porque ellos no tienen muchas consideraciones”. Lo sorprendente es que Peña fue comisario de abordo durante 13 años en una empresa aerocomercial estadounidense, precisamente el trabajo donde hizo sus primeras armas humorísticas amenizando el trajín de los vuelos. Según contó, tuvo seis tipos de visa, una de ellas “indefinida”, que luego de los atentados del 11 de septiembre sufrió una “cancelación sin prejuicio”, tal como dice el sello puesto en el documento. El año pasado había viajado con una de esas visas. “Es más, viajé varias veces, pero esta fue la primera vez que renuevo el pasaporte sabiendo que soy VIH positivo. Me enteré en 1998, antes no lo sabía”, reconoció.
La trascendencia del caso hizo hablar a la vocera de la embajada, Dyanne Grahan, aunque para negarse a hacer declaraciones. Sólo aclaró que, según la ley de inmigración, “una persona solicitante puede ser rechazada si tiene algunas enfermedades infecciosas como la tuberculosis activa, gonorrea, sífilis, herpes, HIV o lepra”. Asimismo reconoció que hay “excepciones, de manera que pueden ingresar al país quienes vayan a recibir un tratamiento médico o viajen para brindar una conferencia sobre el tema”.
La ley estadounidense está vigente desde hace 15 años y es “completamente repudiable y absurda porque pone barreras que no dejan entrar a una persona con una enfermedad que no se contagia de modo involuntario”, según evaluó ante Página/12 Pedro Cahn, presidente de la Sociedad Internacional de Sida, organismo que debió suspender una de sus conferencias en Estados Unidos debido a las trabas de acceso para sus expositores. En su óptica, la medida “sirve sólo para que la gente mienta en las declaraciones” y no es nada más que “un contrasentido de la globalización, que permite el libre tránsito de los capitales pero no de las personas”.
Ante esta situación, Peña renunció a viajar y dice que “mi hermano puede venir a visitarme”. Lo que sí hará es “iniciar una acción legal y presionar. Voy a molestarlos. Soy un luchador y no voy a dejar que se salgan con la suya al tener este requisito discriminatorio encubierto”.
Según estimó Cahn, son pocos los países que mantienen medidas de este tipo. Algunos son los países árabes, y también hay restricciones en viajes a China y Rusia, “pero no tan explícitas como las de Estados Unidos”.
Por su parte, el presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), César Cigliutti, añadió también a España, “donde varios conferencistas enfermos de sida debieron hacer toda una movida en las embajadas” para ir a la Conferencia Internacional de Sida en 2002. Cigliutti dudó de la claridad de esa ley “porque cuando pedís la visa piden que uno ponga una cruz en el sí o en el no, sin dar explicaciones”. Es más, recordó que “hay mucha gente que no pone ese dato, porque la ley 23.798 (de lucha contra el sida) argentina dice que esa información no tiene por qué ser pública”.
En varias naciones está vedado el ingreso a quienes tengan antecedentes penales, ligados al narcotráfico o el terrorismo. Es decir que el sida tiene un rango similar. El artista arriesgó que, tal vez, lo “conveniente” hubiera sido que el Estado estadounidense tuviera los datos del lugar adonde estaría la persona que tiene la enfermedad. “No deja de ser atroz ni persecutorio, pero por lo menos tendría la opción de decir ‘bueno, identifíquenme como vih positivo’. Si me hubieran puesto esa condición habría aceptado. Es más, tengo un tatuaje en mi brazo que dice hiv positivo, es decir que no hablo al pedo. Pero restricciones como ésa pueden hacer que todo el mundo empiece a mentir y eso va a ser peor.”

Informe: Adrián Figueroa Díaz.