Mié 22.06.2005

SOCIEDAD

Consideraron culpable al acusado del caso de “Mississippi en llamas”

El integrante del Ku Klux Klan Edgar Ray Killen fue hallado culpable de homicidio. Le corresponden entre 20 años y cadena perpetua.

Exactamente 41 años después del asesinato de los tres militantes por los derechos civiles en Mississippi, los 12 miembros del jurado coincidieron en sus criterios y entregaron el veredicto al juez Marcus Gordon. El Predicador estaba convencido de que volvería a quedar libre: la coincidencia de la fecha era todo un vaticinio. Una señal de que el único castigo merecido era el que le había aplicado Dios, esa maldita silla de ruedas que le paralizaba las piernas pero que él asumía no como condena sino como prueba divina, señal de que, después de todo, Dios es blanco y obsesivo. Sólo cuando el juez Gordon leyó el veredicto, Edgar Ray Killen empalideció y musitó cuán necesario era el Ku Klux Klan y cuán falible había sido. El veredicto fue condenatorio. Los jurados, 9 blancos y 3 negros, lo encontraron culpable de triple homicidio simple en las personas de los militantes judíos Michael Schwerner y Andy Goodman, y de James Chaney, un activista negro del poblado de Filadelfia, el 21 de junio de 1964. A los 80 años, el predicador Killen difícilmente vaya a ver cumplida su condena, que oscilará entre los 20 años y la perpetua.
El caso fue mundialmente conocido por el film Mississippi en llamas, pero en el estado sureño el KKK era bien conocido desde hacía añares. En junio del ’64, una ola de militantes por los derechos civiles invadió los estados racistas del sur para ayudar a la población negra a inscribirse en los padrones electorales y empezar a existir como ciudadanos. El 21 de ese mes, Michael Schwerner, de 24 años, y Andrew Goodman, de 20, dos militantes neoyorquinos y judíos, se reunieron con el activista negro James Chaney, de 21, en el pueblito de Filadelfia, luego de visitar el condado de Neshoba, orgullosamente racista en el más racista de los estados de Estados Unidos, donde la mano del KKK había dejado su marca en el incendio de la iglesia de la comunidad negra y dado su merecido a los infieles.
Al trío lo detuvo la policía con cargos inventados, merodeo o cualquier otro, después de todo daba lo mismo. Alrededor de las diez y media de la noche del 21, los tres fueron liberados. Minutos más tarde eran interceptados por el brazo de la triple K en el camino Rock Cut Road. Los obligaron a bajar, y después de darles una tremenda paliza, los acribillaron a balazos. Sus cuerpos aparecieron 44 días más tarde sumergidos en un embalse, luego de una investigación del FBI, representada por William Dafoe y Gene Hackman en Mississippi en llamas.
De la investigación surgieron los nombres de 18 integrantes del grupo formado por policías y vecinos, entre ellos Killen. Tras una escandalosa serie de parodias judiciales, en 1967, sólo siete de los 18 fueron condenados a penas de entre 3 y 10 años, aunque nunca ninguno cumplió más de 6. La acusación no fue por homicidio sino por violación de los derechos civiles. Killen fue uno de los que quedaron libres. No fue por falta de pruebas, sino porque en aquella ocasión una mujer del jurado se negó a emitir juicio contra un pastor. Edgar Ray Killen tenía en el ’64 38 años, había sido ordenado pastor bautista (de ahí que lo conocieran como El Predicador) y se ganaba la vida con un aserradero, después de intentar llegar a sheriff.
El Predicador, de paradójica raíz en su apellido (en inglés, killer significa matador), fue detenido en enero de este año, luego de que el juicio se reabriera en 1998 tras nuevas acusaciones de parte de uno de sus ex compañeros, quizá doblegado por las circunstancias e incapaz de resistir castigos menores a los que en comparación sufría con su propio ejemplo el Predicador. El muy bocón lo señaló como responsable de haber reclutado al grupo de enmascarados que secuestró, torturó y asesinó a los tres desdichados, como a quien la policía le brindó los datos de detención del trío y con quien la misma policía combinó los detalles de la liberación. Además de señalarlo como partícipe de la masacre.
El lunes 13 de junio se inició el nuevo juicio. Y una semana después, los alegatos finales, en los que la defensa pidió la absolución. Para que no quedaran dudas, el propio Killen se declaró inocente, aunque aseguró que “jamás dije que ellos (por los KKK) hayan hecho algo erróneamente”.
El mismo lunes 20 el jurado comenzó a deliberar a puertas cerradas. El lunes, los votos quedaron divididos en 6 que lo hallaban culpable y 6 inocente. Ayer, finalmente, los 12 se pusieron de acuerdo. Tres de los integrantes son negros, que es lo mismo que decir que nueve son blancos, como garantía de imparcialidad, aunque nunca se sabe. El veredicto del jurado halló culpable al Predicador, pero no por homicidio con premeditación, según lo indicaban las pruebas, sino por homicidio simple. Edgar Killen escuchó el veredicto en su silla de ruedas, con una cánula que entraba por su nariz y que provenía de un pulmotor portátil, hasta ese momento imperturbable. Se ve que no entendió la condena como una señal divina: cuando se retiró lo hizo amenazando a diestra y siniestra.

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