SOCIEDAD
Mil candidatas al Nobel, entre ellas 5 argentinas
Una ONG presentó esta semana la candidatura conjunta de mil mujeres de todo el mundo al Premio Nobel de la Paz. Entre ellas figuran militantes locales por los derechos humanos y de las mujeres, como Martha Pelloni y Olga Arédez.
› Por Sonia Santoro
Por primera vez en la historia del Premio Nobel de la Paz, una ONG postuló en una candidatura conjunta a mil mujeres de todo el mundo, con la idea de expresar que la paz no se construye con el trabajo de una sola persona ni se define sólo en el ámbito político. Entre los mil nombres, que fueron difundidos el miércoles, hay cinco candidatas argentinas: la monja Martha Pelloni, las militantes por los derechos humanos y de la mujer Olga Arédez (ya fallecida), Mirta Clara y María del Carmen Sarthes y la artista plástica Silvia Ocampo. “El criterio de selección no se basó en si eran mujeres conocidas o no. Sólo buscábamos mujeres que trabajen en distintas trincheras por el bienestar de la humanidad y la naturaleza”, dijo a Página/12 Nora Sánchez, coordinadora para América latina y el Caribe del proyecto “1000 Mujeres por la Paz”, que impulsa esta iniciativa.
“Esto me hace sentir feliz y a la vez más comprometida, especialmente con mi género, creo que es la hora nuestra y esto nos exige un compromiso realmente fuerte”, dijo Martha Pelloni desde Curuzú Cuatiá, Corrientes, a pocas horas de partir para Buenos Aires con la Marcha de los Chicos. Pelloni, de 64 años, fue una de las principales protagonistas de la lucha por justicia en Catamarca, tras el crimen de María Soledad Morales.
El ganador del Premio Nobel de la Paz 2005 se conocerá en octubre en la ciudad de Oslo y recibirá 1.300.000 dólares. Si el galardón recae sobre este grupo de mujeres, “el dinero va a ser la base de una fundación, que beneficiará a los proyectos de estas 1000 mujeres”, explicó Sánchez, periodista argentina radicada en El Salvador desde hace 11 años.
La iniciativa surgió en el 2003. Ruth-Gaby Vernot-Mangold, miembro del Consejo Europeo, junto a la Fundación Swisspeace, con sede en Suiza, lanzó la idea de hacer visible el trabajo de las miles de mujeres en el mundo que trabajan en forma anónima para mejorar la vida de las personas. “Debo añadir que el hecho de que el Premio Nobel ha sido otorgado sobre todo a hombres (de Estado), y sólo a 12 mujeres, me dio fuerza para lanzar este proyecto”, dice esta mujer en la página de la Asociación 1000 Mujeres por la Paz (www.1000peacewoman.org).
Del millar de mujeres elegidas, 98 son de América latina y el Caribe, seleccionadas entre unas 450 candidatas. Entre ellas figura Olga Del Valle Márquez Arédez, quien murió el pasado el 17 de marzo a los 73 años, víctima de cáncer de pulmón “producto de la contaminación ambiental provocada por el ingenio Ledesma, algo por lo que había luchado siempre”, contó su hijo Ricardo Arédez. Olga vivió toda su vida en Libertador General San Martín, Jujuy. Allí sufrió la desaparición de su esposo, el médico Luis Arédez, en el episodio conocido como “La noche del apagón”. Y, desde entonces, junto a sus cuatro hijos, llevó adelante una pelea incansable por los derechos humanos. Su última actividad fue en febrero: presentó un recurso de amparo para que se termine la contaminación en Libertador General San Martín. Para ella ya era tarde pero no para los demás.
Mirta Clara es también militante por los derechos humanos. Fue detenida en la última dictadura militar. Perdió a su marido Néstor Salas en la Masacre de Margarita Belén, el 13 diciembre de 1976, en Chaco, cuando 22 presos políticos fueron sacados de las cárceles de Resistencia, torturados y trasladados a ese paraje, donde fueron ejecutados. Como psicóloga especialista en atención primaria de la salud, epidemiología en salud mental e investigación sobre efectos psicológicos de la tortura, también lleva a delante una tarea social contra la pobreza y para que las mujeres puedan elegir sus embarazos. “Me sorprendió la nominación, pero entendí que no se trata de buscar heroínas ni mujeres con su vida resuelta, sino mujeres comunes que pese a las dificultades se preocupan en buscar justicia por los otros”, dijo a Página/12.
“La cultura solamente se desarrolla en la paz”, dice la artista plástica Silvia Ocampo, otra de las candidatas, alumna de Demetrio Urruchúa, artista y luchador social preso durante la dictadura, y de Antonio Berni.
Para María del Carmen Sarthes, de la ONG Católicas por el Derecho a Decidir, la motivación fue desde siempre la violencia. “En un mundo injusto no hay paz, un hogar con violencia no tiene paz”, dice. “Que una mujer no pueda solventarse por sí misma porque no se siente capaz, es una injusticia. Cuántas mujeres no pueden salir de la situación de violencia por eso. Creo que ayudarlas es colaborar para la paz”, agrega esta mujer de 55 años que vive en un barrio de calles de tierra de Virrey del Pino, partido de La Matanza. Madre de cuatro hijos varones, empezó su militancia social dentro de la Iglesia hace más de 20 años. Ahí veía que las mujeres sufrían violencia. “Pero no podía ayudarlas dentro de la Iglesia, así que salí y empecé a trabajar con ellas”, cuenta. Desde entonces, entre otras cosas, atiende a mujeres golpeadas y violadas en su propia casa. También da diversos talleres en Isidro Casanova y en Ciudad Evita. “Tejemos crochet, con dos agujas y telar, y también tejemos otras cosas”, dice, cómplice. Porque, en parte, de eso se trata esta nominación: contribuir a tejer redes entre quienes trabajan por una vida más justa.
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